Si hay algo que caracteriza al madrileño medio en época primaveral es esa necesidad imperiosa de sentarse en un bar a tomar algo. La estampa idílica es la siguiente: un domingo por la tarde al sol, una mesa con amigos, una charla informal y un café con hielo. No obstante, esto último parece cada vez más difícil de conseguir. "Si me pides ahora un café, no te lo voy a poner", señala un camarero de un establecimiento de la calle Argumosa, el punto neurálgico de las terrazas al sol del castizo barrio de Lavapiés. Son en torno a las seis y media de la tarde y su política es clara: solo se sirve café durante los desayunos o como postre después de las comidas. "Lo siento, ya no me deja el encargado", argumentan en otro local que hace esquina.
Es domingo y las mesas a pie de calle están llenas de disfrutones del buen tiempo. Lo que seguramente muchos no saben es que, en apenas unos minutos, se verán obligados a pedir cañas, copas, o a abandonar la terraza. Pero, ¿de dónde surge este plan anti-cafeteros? "No sale rentable", explica otro hostelero. El fenómeno se expande por la mayoría de los más de 10 bares de esta calle. En Argumosa existen un par de tiendas de ropa, pero el negocio por excelencia está relacionado con la hostelería.
Sin embargo, esta táctica no se aplica todos los días de la semana. "Ahora, si quieres, puedo ponerte uno", señala a El Confidencial el camarero de otro local. Cabe destacar que en esta ocasión era martes y solo había una mesa de la terraza ocupada. Cuando la demanda se incrementa, ponen la cafetera en off. Los viernes, sábados y domingos es cuando el reto de sentarse a tomar un cafelito se complica: "Se tarda mucho más que en tirar una caña, por ejemplo", justifican desde los locales. Ninguno quiere detallar en cuál de los negocios trabaja. Este periódico recorrió la calle Argumosa dos días diferentes en busca de un café con leche. El domingo, y después de la negativa de tres establecimientos, uno de los locales accedió a servir un solo con hielo tras convencer al encargado de que no tardaría más de 15 minutos en abandonar la mesa. El martes fue más sencillo, la misión de conseguir un café se alcanzó en el segundo bar visitado.
La estrategia comercial de estos negocios es sencilla. Los fines de semana, y a partir de las seis de la tarde, echan el cierre a la cafetera por varias razones. La primera, porque hay quienes se sientan durante horas para solo consumir un cortado. La explicación hostelera es que las mesas de las terrazas están demasiado cotizadas como para limitarlas al consumo de un café. La segunda, que es menos engorroso tirar una caña que dedicar unos segundos más a la puesta en marcha de la cafetera. La tercera, que es más probable que el cliente pida otra cerveza después de la primera. Y la cuarta, que se han puesto casi todos de acuerdo para no competir. "Si yo un sábado me pongo a servir café por la tarde, les perjudico a ellos", explican.
Nada de esto sorprende a Rubén Sánchez, presidente de la Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios de Andalucía (FACUA). "En Madrid nos están llegando muchos casos de usuarios que se están quejando de esto", reconoce a El Confidencial. "Si pides un plato de lentejas a las once de la mañana, tiene más sentido que no te lo den", continúa para explicar que, en ciertos horarios, es lógico que los bares decidan no servir determinados productos. En cambio, pactar en conjunto limitar la venta del café los fines de semana "es una práctica de dudosa legalidad" porque "es contraria a la normativa de competencia".
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ACyV
La práctica es vox populi. Otro de los bares consultados explica que ellos sirven como alternativa para quienes han sido rechazados en los negocios visitados previamente. "Sabemos que allá [dice señalando calle arriba] no los ponen porque nos vienen los clientes preguntando si aquí tenemos". Desde la Asociación Empresarial Hostelería Madrid han preferido no valorar la iniciativa: "No se comentan ese tipo de conductas particulares que decide establecer cada negocio".
Pero, ¿cuándo empezó esto? "Fue durante la pandemia", señalan desde el interior de uno de los locales que no se ha sumado a esta iniciativa. "La gente tenía ganas de estar en la calle y tardaban mucho en tomar por café", explica. Por eso decidieron tomar cartas en el asunto. Pero, ¿por qué no se han unido a ellos? "Nosotros no estamos de acuerdo. Yo no te puedo privar de pedir un café, lo que sí puedo explicarte es que no estés ocupándome la mesa tanto tiempo". Quienes residen en la zona y conocen la popularidad de dicha calle, optan por un plan mejor: "Como vecina, directamente evito Argumosa los fines de semana", confiesa Patricia N., de 31 años.
El último bar consultado utiliza otra lógica: "Apago la cafetera... cuando dejan de pedir café".
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