Esta apiácea contrarresta su escasa importancia nutricional con un potente efecto diurético que ayuda al filtrado de toxinas de la función renal, y por ello no es aconsejable reforzar su presencia en la dieta en determinados casos
Son dos órganos que pasan muy desapercibidos pese a que tienen una función imprescindible para el buen funcionamiento del organismo: evitar la acumulación de toxinas y equilibrar las sales y los minerales en la sangre. Podemos contribuir a este filtrado de desechos que se produce de forma natural en los riñones mediante pequeños pero importantes aportes en la dieta: el apio es una buena opción.
Una función renal adecuada no solo supone esa acción depurativa sino que además fomenta la producción de hormonas que controlan la presión arterial y de glóbulos rojos, además de garantizar el buen estado de salud de los huesos.
Cuando se produce una insuficiencia renal, los síntomas no son instantáneos, de hecho esta alteración suele comenzar muy lentamente. Por ello es importante que al igual que pensamos en el buen funcionamiento de otros órganos esenciales, no descuidemos la buena salud renal.
El apio crece en zonas pantanosas europeas. Su nombre procede del celta (apon) y significa literalmente agua, así que da buena cuenta de su componente fundamental. Esto en el aspecto positivo y como aliciente para pensar en esta especie apiácea como una aliada diurética, si bien se contrarresta con su bajo contenido energético. Según la Fundación Española de la Nutrición (FEN), se trata de la hortaliza con menor valor energético.
Por qué es bueno para los riñones
Los componentes que más destacan en el apio son el potasio y el sodio. Esta combinación mineral aseguran de por sí que sea uno de los alimentos más diuréticos. Además, el apio alcaliniza la sangre, ayudando así a los riñones a eliminar los residuos tóxicos y el ácido úrico.
Su alto contenido en agua redunda aún más en esa capacidad diurética. Y dada su composición hipocalórica, suele ser un imprescindible en las dietas dirigidas a la pérdida de peso.
Cómo se prepara el agua de apio
La condición curativa del apio se conoce desde tiempos remotos, de hecho se sabe que para los egipcios, griegos y romanos era uno de los alimentos más presentes y también formaba parte de rituales funerarios. Hay constancia de que el Apium graveolens fue mandado cultivar por el emperador romano Carlomagno.
Preparar el agua de apio es muy sencillo: tras lavarlo y desinfectarlo, se trocea y se vierte en la licuadora con agua. En los últimos años también se ha convertido en un ingrediente habitual en batidos y zumos naturales, principalmente los presentes en dietas hipocalóricas.
Cuándo no es conveniente tomar apio
Dado que hablamos de un alimento con una potente función renal, aquellas personas que sufran ya una afección renal aguda no deberían reforzar su dieta con esta agua de apio. Tampoco se recomienda ingerir esta herbácea durante el embarazo debido a su efecto emenagogo, que consiste en la estimulación del flujo sanguíneo y el fomento de la menstruación.
Por último, es importante la precaución en cuanto a las cantidades, ya que abusar de los diuréticos agota las reservas de potasio y sales minerales, situación que debe ser contrarrestada con otros alimentos que refuercen el potasio, como el plátano o las verduras. En cualquier caso, es necesario que el médico conozca si el apio está especialmente presente en la dieta para evitar también posibles interacciones medicamentosas.
Referencias
Fundación Española de Nutrición (s.f.). El apio. https://www.fen.org.es/MercadoAlimentosFEN/pdfs/apio.pdf
NIH (s.f.). ¿Qué es la insuficiencia renal? https://www.niddk.nih.gov/health-information/informacion-de-la-salud/enfermedades-rinones/insuficiencia-renal/que-es