El pasado 14 de marzo en el Gran Teatro Príncipe Pío de Madrid se celebró una nueva edición de los Premios Ídolo, la gran cumbre de los influencers españoles en las que anualmente la comunidad reconoce a los mejores del año. Los Goya de la viralidad, los Globos de Oro del engagement. ¿Quién es esa mujer que sale junto a Mazón en la foto?, se preguntaban aquella noche algunos de los habituales testigos de la vida política. En la vida real, digo viral, la pregunta era inversa: ¿quién es ese hombre que sale al lado de Dulceida? O lo que es peor: nadie se preguntó quién aparecía junto a la principal influencer española, con permiso de María Pombo, ausente en los premios.
Dulceida es también la impulsora del certamen y la foto en la que aparecía el presidente valenciano Mazón no formaba parte del azar. Los Ídolo celebraban, de momento, sus últimos premios en Madrid. Al menos los tres próximos años viajarán a suelo valenciano tras el acuerdo comercial con la Generalitat Valenciana, por una cuantía que todavía se desconoce, al igual que su sede final.
Los premios, además de por Dulceida, están liderados por The Music Republic, la promotora valenciana líder en el sector de música en vivo en España, y que define la gala como "los primeros premios nacionales cuyo propósito es poner en valor el papel, la credibilidad e influencia de los creadores de contenido digitales de nuestro país". En esa misma línea, Mazón habló de la importancia del certamen como "plataforma extraordinaria de nuestra Comunidad".
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El Confidencial
La apuesta valenciana por los Ídolos no es gratuita, ni económica ni estratégicamente. Y supone una continuidad con el planteamiento turístico que la Comunidad Valenciana viene haciendo en los últimos años. Hay un término clave y se llama hospitalidad. La ley valenciana 15/2018, en pleno furor turístico del gobierno Puig, plasma el "impulso de la hospitalidad como elemento básico en la relación entre residentes y turistas". ¿Se trata de una norma para que el crecimiento turístico, intensificado en los últimos años, sea compatible con los usos de los residentes? No exactamente. Más bien al revés: la ley define la hospitalidad como la "atención y trato proporcionado a las personas usuarias de servicios turísticos desde el respeto a su idioma, hábitos, tradiciones, creencias y libertad de conciencia, con el fin de proporcionar la mayor satisfacción posible de sus expectativas de acuerdo con los valores que nos identifican como sociedad abierta, tolerante y mediterránea".
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Vicent Molins. Valencia
Aunque la ley hospitalaria es anterior a su llegada, Mazón usó en los Ídolos la palabra talismán: hospitalidad. Es el eje que define la proyección pública de la Generalitat en el ámbito simbólico en un ciclo compartido a pesar del cambio en el color político: los Goya y la Gala Michelin en Valencia, pero sobre todo la consagración de los Benidorm Fest, son un buen identificador del mensaje que la administración busca transmitir. Ante la falta de protagonismo nacional (la presencia mediática esquelética que sufren la mayoría de autonomías), la Comunidad opta por caer bien, por ser paradigma de buena acogida e intentar amamantarse de las ubres de quienes influencian.
Representa la inclinación que buena parte de los territorios han tomado -y que quizá el valenciano ha depurado con mayor afán- por usar técnicas similares a las marcas, que se mimetizan con los creadores de contenidos porque comparten un objetivo común: gustar. "La industria de Asturias es gustar: así vive la región su reconversión al turismo", titulaba gloriosamente hace unos meses La Nueva España. De las minas al cachopo, se trata de conseguir likes.
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Vicent Molins. Valencia
El otro gran motivo para la apuesta por los Ídolos es de carácter personal y se escenificó en la gala de los Príncipe Pío, con una presencia destacada de Mazón. En pleno síndrome de La Pija y la Quinqui -sus autores, MarianG y Carlos Peguer también fueron premiados-, el presidente valenciano busca ganar cuotas de protagonismo popular -su grado de conocimiento autonómico sigue siendo bajo- y tener de cara a un grupo de votantes jóvenes a los que cada vez es más complicado llegar a través de canales tradicionales. Abrazar a los nuevos ídolos para adquirir su magnetismo. O al menos intentarlo.
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