El 'Soho' del teatro en Madrid no es la Gran Vía: el barrio que reúne decenas de salas en cuatro calles

El 'Soho' del teatro en Madrid no es la Gran Vía: el barrio que reúne decenas de salas en cuatro calles

El dinamismo que aportan las numerosas salas de teatro alternativo que pueblan Embajadores es algo que apenas puede describirse con palabras. Solo aquel que haya merodeado por sus calles, sobre todo Ercilla y los primeros números de Palos de la Frontera, sabe cómo los espectadores se agolpan a las puertas de estos negocios que siempre luchan por sobrevivir. Espacios para lo emergente, también para la investigación, han encontrado en este barrio un hogar no exento de las vicisitudes del devenir. En estas líneas, los directores de Cuarta Pared, La Usina y Nave 73 relatan sus experiencias. Gratificantes unas, más amargas otras, y es que Nave 73 cerrará sus puertas el 31 de diciembre.

Cuarta Pared es una de las salas más veteranas en Embajadores. Surgida en 1985, inicialmente como escuela de teatro y casi de inmediato como compañía y sala de exhibición, su primera sede estuvo ubicada en la calle del Olivar, en el barrio de Lavapiés. Siete años más tarde, llegó a su enclave actual, en la calle Ercilla, donde también están La Encina, Plot Point y Lagrada. "Queríamos promover un teatro de carácter renovador, que refleje los problemas específicos de la sociedad contemporánea y que facilite el encuentro entre artistas y espectadores", comenta Amador González, su director.

Con casi cuatro décadas de vida, en la actualidad mantienen abiertas cuatro líneas de desarrollo paralelamente: sala, compañía, escuela y espacio de teatro contemporáneo. "Nuestra sala cuenta a día de hoy con un espacio muy personal que sintoniza por completo con la filosofía de programación. La sala está pensada para que el espectador disfrute del privilegio de la proximidad con el escenario y de la versatilidad del espacio", ilustra el director, quien afirma que cada temporada, por ella, pasan 35.000 espectadores.

Hacia el sur de Madrid

Antes de la llegada de Cuarta Pared a Embajadores, la escena teatral y cultural de Madrid se circunscribía a la almendra de la ciudad. "A pesar de la cercanía de la Puerta del Sol, a dos paradas de Metro, la sensación que tenían los espectadores era que estábamos en la periferia de sus hábitos sociales, culturales y de ocio. No fue fácil revertir esta tendencia", señala Amador. En cambio, actualmente Embajadores es uno de los epicentros de las artes de Madrid. "Creo que fuimos fundamentales para que los madrileños miraran hacia el sur de su ciudad como un lugar donde encontrar la nueva creación emergente", añade.

El patio de butacas de la Nave 73. (Cedida)El patio de butacas de la Nave 73. (Cedida) El patio de butacas de la Nave 73. (Cedida)

Transmitir a las nuevas generaciones de públicos, estudiantes, profesionales y administraciones que es posible cumplir los sueños y que también lo es evitar el mantra de que las artes dependen de tendencias efímeras es uno de los grandes retos que ha acompañado a Cuarta Pared. Ahora que Embajadores se ha convertido en "la Gran Manzana" del teatro madrileño, Amador solo ve ventajas al nacimiento de nuevos espacios culturales.

Lo mismo piensa Gabriel Molina, director del teatro La Usina junto a Angélica Briseño. "Nosotros empezamos en 2006 en una sala donde pudimos armar grupos de investigación teatral, laboratorios, en Tirso de Molina". Apenas dos años después, pasaron al local que los acoge ahora, en el número 4 de la calle Palos de la Frontera, una calle en la que también se encuentran La Sala y Teatro Instante. Como muchas de sus salas hermanas, la primera línea de sostenimiento de La Usina fue la creación de una escuela.

Compañías emergentes

En La Usina no querían alejarse demasiado del centro de la capital, y el espacio actual les permite tener, a la par, las dos actividades principales: la formación y la sala teatral. "En 2008, esta zona todavía no estaba tan potenciada. Poco a poco, con salas compañeras, conformamos todo un gran barrio teatral. Cada sala que se suma al barrio, sala que enriquece nuestra historia", defiende Molina.

Este circuito teatral, que ya tiene un bagaje de décadas, está focalizado en la innovación, la investigación, el desarrollo de nuevos lenguajes y formas de comunicar desde la tarima. A pesar de mostrar músculo durante años, la pandemia les golpeó fuertemente: “Después del Covid se dio una merma muy grande en la asistencia a espectáculos en vivo. Lo estamos recuperando, pero ya va a hacer cuatro años de aquello. Es una lucha constante”, enfatiza el director de La Usina.

"A nosotros nos interesan los proyectos de investigación teatrales, pero también proteger a las compañías emergentes"

En su caso, la rentabilidad es una cuestión de equilibrios. No se diferencian apenas de las demás salas teatrales de Embajadores: "La realidad de las salas alternativas es tratar de montar un equilibrio, sostener los años más flojos con los años mejores de ingresos", añade. En La Usina se financian a través de su escuela y la taquilla, factores variables. También con alguna ayuda pública, lo que tampoco les confiere la estabilidad necesaria. "A nosotros nos interesan los proyectos de investigación teatrales, pero también proteger a las compañías emergentes. Somos un nexo para esas compañías que no pueden acceder al teatro comercial ni oficial, pero que, algunas, despegan desde nuestras salas", se explaya.

Molina incide en que sus dos espacios les permiten tener grupos de trabajo que generan proyectos año tras año para así poder estrenar proyectos propios. Esto no es óbice para que La Usina también represente programación externa. "Ese deseo de abrir algo nuevo, de una compañía que investiga e innova, es nuestro espíritu. Nuestro desafío es el de todas las salas: no repetirse", enuncia.

Reinvención tras la crisis

Embajadores como barrio en el que florecía una nueva escena teatral en Madrid también transitó los peores estragos de la pasada crisis económica de 2008. Algunas salas se marcharon, otras hicieron de la necesidad, virtud. "Nave 73 nació en 2012 como una idea de Alberto Salas, Rocío Navarro y mía", cuenta Álvaro Moreno, director de este espacio situado en el número 5 de la calle Palos de la Frontera. La crisis, que tocó muy de cerca el ámbito cultural y de la comunicación, de los que provenían sus impulsores, hizo que el trío se reinventara. Y así llevan casi 12 años.

Como a tantos, se decantaron por Embajadores por "ese miedo a salirnos del lugar en el que se mueve la masa cultural". La perspectiva les ha hecho cambiar: "Ahora vemos que no es necesario estar tan pegado al centro, que tenemos pendiente un ejercicio de descentralización, aunque nosotros hayamos caído al principio en ese miedo", comenta Moreno.

La fachada del teatro Nave 73 de Madrid. (Cedida)La fachada del teatro Nave 73 de Madrid. (Cedida) La fachada del teatro Nave 73 de Madrid. (Cedida)

El triángulo que forman Embajadores, Santa María de la Cabeza y Atocha puede ser la zona en la que más salas y escuelas de teatro hay de toda la capital. "Este era el distrito industrial más cercano al Madrid histórico y hay muchas naves en el interior de las manzanas, espacios perfectos para rellenar con salas de arte escénico o de conciertos", explica el director de Nave 73.

El cierre de un emblema

Como salas alternativas de creación teatral, su vocación es pública. Así lo detalla el propio Moreno: "Somos imprescindibles porque no existe en España política pública orientada a la experimentación escénica. Dependiendo del color del Gobierno, se defienden algo más o menos, pero no se apuesta mucho por ello". Desde su punto de vista, lo ideal sería funcionar como lo hace el Teatro del Barrio, ubicado en la antigua sala Triángulo, que desarrolla su actividad en Lavapiés y en donde las propias espectadoras son las dueñas organizadas en cooperativa.

Nave 73 no tiene producción propia. Su objetivo es mostrar cómo se cuenta lo nuevo, "cómo se llega al futuro", tal y como sintetiza Moreno, exhibiendo obras que desarrollen una renovación de los lenguajes escénicos. Su actividad, cuenta con pesar su director, terminará el 31 de diciembre de 2024: "No llegamos, no hay forma. Lo hemos luchado, pero…", dice Moreno antes de que la emoción corte sus palabras.

"Estamos con todo el ánimo, la energía y la rabia que se pueda tener, porque esto no es justo, esta sala no debería cerrar

Es la primera vez que lo expresan públicamente, así que el impacto del anuncio recae como un telón que nunca más se volverá a abrir. "Vamos a pegarnos para que esto no pase. Estamos con todo el ánimo, la energía y la rabia que se pueda tener, porque esto no es justo, esta sala no debería cerrar", agrega. Aunque han lanzado el canto del cisne y todas las salas que rodean a Nave 73 les han intentado ayudar, ellos bien saben que pedir dinero para sobrevivir un año y que después pase lo mismo no es ninguna salida.

"Necesitamos estar bien por lo que somos y lo que hacemos. Quizá el proyecto se ha quedado muy endogámico y nos debamos transformar. Yo solo espero que en diciembre me tenga que tragar estas palabras porque eso significaría que Nave 73 sigue adelante, pero a día de hoy la decisión está cerrada", concluye un Moreno agitado por la realidad que vive su proyecto.



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