El éxito del BNG en las pasadas autonómicas del 18 de febrero ha abierto un viejo debate en el nacionalismo gallego: la compleja relación entre el partido central del Bloque, la Unión do Povo Galego (UPG), de raíz marxista, y sus candidatos a la presidencia de la Xunta. Es una dependencia conflictiva desde los tiempos de Xosé Manuel Beiras que ha reaparecido con el análisis de las elecciones realizado por la UPG, que se felicita por los resultados, pero alerta de las contrapartidas del "presidencialismo" de la candidata, Ana Pontón, y reivindica una mayor carga ideológica en el discurso de la formación frentista.
En un documento titulado Las elecciones gallegas y el avance del nacionalismo, la UPG deja entrever los recelos que despierta el protagonismo de Ana Pontón, que es militante de ese partido, pero no forma parte de ninguno de sus órganos de gobierno, y cuyo cargo en el Bloque es el de portavoz nacional, con nulo poder ejecutivo. También aflora la heterogeneidad de una organización política, el BNG, con forma de frente de partidos —cinco en total— y férreamente controlada por la UPG, pese a que el 70% de su militancia son afiliados independientes.
Las conclusiones del análisis realizado por el partido hegemónico apuntan a que la candidata "se benefició" de la concentración de votos que buscaban acabar con la mayoría absoluta del Partido Popular, a la que Pontón "apeló reiteradamente", y también del "alto grado de presidencialismo" que imprimió a su campaña. La UPG no critica directamente ese presidencialismo, "que funcionó adecuadamente como estrategia de captación de voto", pero advierte que "no puede suponer ni relajar los procedimientos internos colectivos", como tampoco conllevar "el abandono de los postulados políticos del nacionalismo popular para ser más transversales".
Esa dialéctica entre el protagonismo del candidato y la "pluralidad" y las cuestiones ideológicas está en el origen de las tensiones que padecieron tanto Beiras como el que fuera vicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana, entre otros candidatos, y que en 2021 llevaron a Ana Pontón a adoptar una medida inédita: un amago de dimisión sobre el que todavía pesan muchas incógnitas y que tuvo al Bloque en vilo durante dos meses, interpretado mayoritariamente como un pulso con la UPG.
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Según ese análisis, una Pontón que acababa de salir reforzada de las autonómicas del año anterior abrió un "período de reflexión" para buscar una mayor autonomía frente a la nomenklatura del partido hegemónico. En contraste con la reacción casi unánime e inmediata de respaldo, el secretario general de la UPG, el diputado en el Congreso, Néstor Rego, tardó una semana en dar sus bendiciones a Pontón, no sin anteponer como ahora el “proceso colectivo de la militancia” frente al papel la candidata.
También son tibios los reconocimientos a Pontón, que le brinda el análisis electoral, datado el 5 de marzo. El documento, emitido por el Secretariado Político de la UPG, su máximo órgano entre reuniones del Comité Central, valora "muy positivamente" el apoyo recabado por el Bloque, con 467.000 votos, un 31,57% de apoyos y 25 diputados, 16 más que el PSdeG. Pero, frente al reconocimiento generalizado a la responsabilidad de Pontón en el éxito electoral, lo matiza con constantes alusiones al "contexto" de las elecciones y a la existencia de votos "coyunturales", de menor identificación política con el nacionalismo que los que denomina "estructurales".
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Para el partido que lidera Néstor Rego, el mérito principal del 18-F, su "base esencial", no es la candidata, sino que tiene que ver "con el trabajo social e institucional realizado por el BNG y por el conjunto del nacionalismo", e incluso "con la conflictividad social que vivió nuestro país en los últimos años, siempre apoyada y hasta impulsada y liderada por el nacionalismo". Además, al recoger apoyos de personas "que no eran votantes habituales", el Bloque está en "la necesidad de establecer estrategias adecuadas de consolidación y fidelización", que concreta en la "politización e ideologización" del voto.
El análisis electoral también pone deberes al nuevo grupo parlamentario y lo remite a las esencias ideológicas del partido, al recomendarle "la máxima coordinación con la organización" para plasmar "alternativas para las clases populares, defender la lengua y el país e impulsar herramientas de autogobierno en la senda de la soberanía".
Pontón replicó con el mismo estilo amistoso pero calculadamente distante del documento empleado por la UPG. "Me alegro de que las tesis que siempre defendí sean asumidas por todos: uno de los grandes valores del BNG es que somos una organización plural, coral y asamblearia", afirmó a preguntas de los periodistas. La candidata recordó que hace escasos días se celebró el Consello Nacional del BNG, el máximo órgano entre asambleas, en el que se concluyó que se hizo "una espléndida campaña en la que se consiguió un resultado extraordinario". "Lo que tenemos es una valoración unánime al respecto de que el BNG está en el mejor momento de su historia y que tenemos una posición en la que conseguimos romper y superar todos los resultados anteriores y que nos sitúa con claridad como alternativa al PP", reivindicó.
El escaso entusiasmo de la denominada U ante la proeza electoral de Ana Pontón escarba en la sensación de tensión soterrada en una formación política poco usual, en la que la cabeza visible carece de atribuciones ejecutivas. La primera mujer que es portavoz nacional y candidata del BNG es también la primera militante de UPG en asumir esos cargos, y, sin embargo, es también la que mayor autonomía ha reclamado. Pero no es ni mucho menos una figura que provoque rechazo en la militancia de la UPG. No en vano, en el último congreso del partido, en febrero de 2020, se erigió en protagonista, al ser objeto de una cerrada ovación de los compromisarios que eclipsó al mismísimo Néstor Rego.
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