La maría ya no deja ver los bosques

Levantaron un campamento al más puro estilo de los narcos colombianos. Desplegaron lonas sujetas a los troncos de un denso pinar, las cubrieron de vegetación y, debajo, instalaron todo lo necesario para secar las plantas. Instalaron una tubería para captar agua de una acequia del río Chíllar en Nerja (Málaga, 21.450 habitantes). Y habilitaron un área de acampada para cocinar y dormir. Todo ello tras deforestar dos hectáreas en pleno Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Alhama y Almijara donde plantar marihuana. Tanta, que cuando la Guardia Civil llegó encontró casi 500 kilos de cogollos ya secos y otra tonelada más ya envasada lista para su transporte. “Los materiales debieron llevarlos en helicóptero, porque pesan muchísimo y es un sitio de barrancos a más de dos horas a pie de cualquier sendero”, afirman sorprendidos los agentes que protagonizaron la operación Camp durante el otoño pasado.

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Invernaderos de 'María'



El uso de invernaderos también crece para el cultivo de marihuana, ya sea en zonas aisladas en espacios naturales como en los instalados en áreas agrícolas de Almería o la Axarquía malagueña. También en zonas despobladas las organizaciones criminales intentan utilizar casas de campo y cortijos aislados. Las alquilan y aprovechan todas las habitaciones —y cualquier rincón disponible, hasta el baño— para disponer macetas y conseguir hasta cinco cosechas anuales. Son, además, cultivos cada vez más especializados que parten de enganches ilegales al tendido eléctrico. A partir de ahí, instalan lámparas led de 600 watios, multiplicadores de potencia, extractores de aire, ventiladores, filtros de carbono para evitar olores y sistemas de riego por goteo. También se han detectado ya sistemas hidropónicos, que reutilizan el agua no por ecologismo, sino para acudir lo menos posible a la plantación para evitar riesgos.  


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