Hace unas semanas, la gobernadora del Banco Central de Turquía, Hafize Gaye Erkan, levantó una polvareda tras una entrevista concedida al diario Hürriyet en la que aseguraba que le había sido imposible encontrar casa en Estambul y que se había tenido que mudar con su madre. “¿Puede ser Estambul más caro que Manhattan?”, se quejaba. Sus palabras fueron muy criticadas en artículos y redes sociales como un mero ejercicio de relaciones públicas, un intento de la máxima responsable de la política monetaria de Turquía de situarse al nivel del pueblo llano. Desde luego, al dejar su trabajo en la empresa estadounidense Marsh McLennan y hacerse cargo del banco central, Erkan ha visto sus ingresos muy mermados: ha pasado de cobrar unos 77.000 euros al mes a 5.000. Pero sigue siendo catorce veces más del salario mínimo, que cobran en torno al 40% de los trabajadores en Turquía.
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