¿Qué cara tiene el mal? ¿A qué huele el horror? ¿Cómo suena? ¿Cómo actúa? ¿De quién se aprovecha?
Hace poco más de un mes, trascendió que la Policía había desarticulado una red que captaba a mujeres en Latinoamérica y después las prostituía en España, concretamente en distintos pisos y chalés de Madrid. El caso arrojó una imagen que explica a la perfección la crueldad de estas organizaciones, que juegan con los seres humanos como si fueran títeres y únicamente guardan respeto al dinero. Hasta nueve mujeres malvivían hacinadas en una habitación que apenas tenía una litera.
La investigación que acabó con dicha organización la llevó a cabo el Grupo VI de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras (BPEF) de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Lo lidera el inspector Tomás Santamaría, que empezó en esto cuando el delito de la trata de seres humanos ni existía y que ha visto horrores de todo tipo a lo largo de su trayectoria: "Los cuadros que puedo ver ahora son casi idílicos si los comparamos con la trata brutal que sufríamos hace unos años".
-¿Qué ha sido lo peor?
-He visto mujeres atadas a radiadores calientes, mujeres golpeadas con un cable de televisión en la espalda, quemadas con cigarrillos, con la cabeza rapada… También vi a la famosa mujer a la que marcaron con un tatuaje que era un código de barras, además no era la única… Estas estampas no tienen nada que ver con lo que vemos ahora.
Santamaría recibe a El Confidencial en las dependencias de la Brigada Provincial de Extranjería de Madrid, complejo policial situado en el distrito de Aluche. La entrada está en medio de una larga recta, que es la Avenida de los Poblados y, por las aceras que desembocan en el control de acceso, el trasiego de personas que tiene que realizar allí alguna gestión es continuo. Dentro, tampoco paran. Allí hay desde una oficina para regularizar los papeles de los migrantes, hasta despachos dedicados a la investigación policial pura y dura.
Uno de estos últimos es el del Grupo VI. Compuesto por unos 14 agentes, en la pequeña habitación que ocupan, las paredes están cubiertas de fotos, banderines y recuerdos de todo tipo que evocan a otras latitudes. Normal, ya que trabajan habitualmente con personas que llegan desde todas las partes del mundo aunque, por desgracia, en un momento en el que necesitan ayuda. La trata de seres humanos hay veces que desemboca en explotación laboral, robos o tráfico de drogas, pero los casos más mediáticos suelen estar relacionados con tramas de explotación sexual.
-¿Por qué las mafias optan por la trata?
-Imagínate que eres un narco. Si pierdes una tonelada de cocaína, es evidente que tienes la ruina. Si no te mata el que te la ha vendido, has perdido un montón de millones. En cambio, si la gente que se dedica a la trata de seres humanos, pierde una mujer, no tiene nada más que levantar el teléfono y decir que le manden otras tres. Así funcionaba, por ejemplo, Cabeza de Cerdo, que ha sido el mayor tratante de toda Europa, el peor, sin duda. De hecho, está cumpliendo condena en tres países diferentes. Si se le escapaban tres mujeres o desaparecían cinco, a la semana siguiente tenía otras diez. Le daba exactamente igual. Se dio cuenta de que había más dinero en esto que en la actividad delictiva en la que estaba [estafas de tarjetas de crédito] y se reconvirtió. Pero hasta tal punto de que se convirtió en el mayor tratante de toda Europa.
Cada organización que se dedica a comerciar con las personas tiene una forma de actuar muy distinta. Básicamente, se dividen en cuatro áreas geográficas, cada uno con su idiosincrasia, que coinciden con los cuatro grupos de especialistas en los que está dividida la sección de Santamaría. "Por un lado, está Asia, que es China, básicamente; África, que es principalmente Nigeria, aunque ahora hay otros países que empiezan a meter baza; al hablar de Europa nos referimos a los países del este; y en América, los países latinoamericanos".
Como recalca el inspector Santamaría, "no tiene nada que ver una mafia rumana con una china". Cada una, como explica, tiene unos intereses y una forma de actuar contra la víctima, desde la violencia que emplean contra ella hasta las técnicas que emplean para tenerla subyugada.
La violencia de bandas del este, como pudo ser la de Cabeza de Cerdo, contrasta el hermetismo de la comunidad china —"es casi imposible extraer una víctima y que te cuente algo", reconoce—; o los "amarres" que ponen en práctica las organizaciones africanas. "En el caso de las mujeres nigerianas, emplean el tema del vudú, que es algo totalmente cultural, pero con el que consiguen tenerlas totalmente subyugadas. Con esta amenaza no les hacen falta ni vigilantes. Hemos visto hace años cómo las mujeres explotadas se iban solas al polígono, terminaban, se subían a la Renfe, volvían a su piso y entregaban el dinero. Tiene un componente místico que aquí puedes no darle importancia, pero es que allí creen a pies juntillas, es su cultura".
Los inicios
El artículo 177bis del Código Penal detalla el delito de trata y sus consiguientes penas. Ahí queda todo claro. Sin embargo, entró en vigor hace menos de 15 años. Antes, como recuerda Santamaría, era mucho más complicado combatir a estas organizaciones, ya que no existía un delito específico que castigara sus acciones.
"Era como un concurso de delitos. Les metías organización criminal, prostitución, coacciones, amenazas, agresión sexual, delito contra los derechos de los trabajadores… Yo antes necesitaba un rollo de papel higiénico para recoger todos los delitos. Ahora, la trata de seres humanos ya te engloba la mayoría. Luego hay delitos anexos, pero el delito ya tiene suficiente enjundia para decir a los malos que les va a caer una pena gorda si les logramos condenar", argumenta el inspector.
"Yo antes necesitaba un rollo de papel higiénico para recoger todos los delitos. Ahora, la trata de seres humanos ya te engloba la mayoría"
Más allá de los avances en materia legal, Santamaría también destaca el progreso, la concienciación y el mayor conocimiento y sensibilidad que se ha ido logrando con el paso de los años, tanto en instancias judiciales, como entre la sociedad. Ahora, por ejemplo, hay más asociaciones con las que la Policía colabora para trabajar con las víctimas de la trata: "En tiempos, yo pagaba los hoteles de las chicas que eran testigos protegidos de mi bolsillo, iban a un hotel o una pensión hasta que lográbamos reubicarlas Gracias a empezar a trabajar con las entidades, esto ha derivado en el protocolo que tenemos".
¿Dónde están?
A lo largo de su trayectoria, igual que ha visto evolucionar la legislación, también ha visto cómo ha cambiado el negocio de la trata, especialmente el orientado a la explotación sexual. Como remarca, ya no estamos en el tiempo de la prostitución en plena calle y los pisos han tomado el testigo de zonas como el polígono de Marconi o la Casa de Campo.
"Te puede surgir un piso de estos en cualquier sitio. A ver, en la Milla de Oro quizá te puedes encontrar uno… pero suelen estar más incardinados en barrios como Aluche, Carabanchel, San Blas, Vicálvaro... También hay mucho en zona sur, en municipios como Getafe, Móstoles, Leganés…", enumera Santamaría, quien manifiesta de nuevo la rentabilidad y bajo coste que tiene este modelo para las mafias: "La inversión es mínima. Solo tienen que alquilar un piso y meter a seis chicas".
Además, actualmente, las redes suelen diversificar el negocio y también convierten estos pisos, en los que se obliga a ejercer la prostitución, en auténticos narcopisos: "Todos estos lugares están asociados a temas drogas, pero no solo para el propio cliente o la mujer prostituida. Se convierten en narcopiso y vemos cómo hay veces que llegan por allí tipos, que están 30 segundos y salen. Esos no van a por las mujeres, van a por otra cosa”.
Para detectarlos y desmontar las organizaciones, Santamaría subraya que su labor es "pura policía judicial". Sin embargo, en el rastreo, también han cambiado cosas. A las labores de seguimiento o vigilancias de toda la vida, se ha incorporado en los últimos años el "ciberpatrullaje". Esto se debe a detalles importantes, como que las mafias se sirven de internet para captar o anunciar a las chicas o a que, por ejemplo, ya hay pagos que se realizan incluso por Bizum: "En la última operación, solo en los 10 meses que solicité información al banco, encontramos 300.000 euros conseguidos solo a través de pagos por Bizum. Es una barbaridad porque cada transacción era de 30-60 o 120 euros".
Lo que no ha cambiado es el factor decisivo en la labor de los policías que enfrentan la trata. "La clave es tener mucha empatía. Nuestra unidad, si se caracteriza por algo, es por eso. Además de nuestra labor represiva, como policías que somos, tenemos un componente bastante psicológico. Todo nuestro personal está formado y no todo el mundo sirve para estar aquí. Tienes que tener unas aptitudes humanas que no todo el mundo tiene", destaca el inspector, quien destaca la dificultad que tiene poder conectar con una víctima de trata o explotación sexual, bien para que denuncie su caso o bien para que se mantenga firme en su testimonio en un juicio.
"Es cierto que en muchas ocasiones, las mafias tocan a la víctima o a la familia de la víctima, pero mi experiencia es que al final no ha habido desgracias personales. Sí he visto desgracias materiales: te pueden quemar la casa, matar a cuatro vacas, quemar el coche…", comenta Santamaría, quien desvela que las víctimas igualmente padecen otras coacciones: "También hay mucha presión económica para que te desdigas y te ofrecen mucho dinero para que retires la denuncia o no vayas a juicio".
"Las víctimas sufren una gran presión económica para que se desdigan. Las mafias les ofrecen mucho dinero para que retiren la denuncia"
No obstante, pone el acento en la carga emocional que conllevan estos procesos para las mujeres que intentan salir de las redes de la trata: "Puedes encontrarte con una persona que esté ya casada, que tiene hijos y familia, que el marido no sepa a qué se dedicaba antes, y que tiene que recordarlo todo en un juicio. Y claro, tú has rehecho tu vida, tienes todo esto escondido en tu mente y, de repente, lo tienes que recordar todo”. Ahí es donde es clave la conexión entre los agentes y las víctimas. "Esta unidad se está nutriendo cada vez más de personal femenino, evidentemente por el tipo de víctima", añade el inspector.
Pese a la dureza del trabajo, Santamaría reconoce que no tiene problemas para conformar su equipo. "Tenemos el privilegio de que la gente no quiere moverse de aquí, es un trabajo que engancha; muy duro pero que merece la pena", destaca Santamaría, que se pone a sí mismo como ejemplo. Muchos no saben que antes de entrar en el Grupo contra la trata, tuvo otro destino que, a primera vista, puede parecer antagónico. Llegó desde los antidisturbios: "De allí me marché llorando, pero también me marcharía llorando de aquí".
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