Joanita tiene la mirada perdida, una sonrisa a medias, 15 años y gestos de niña. Habla makua y un poco de portugués, pero poco. Su pelo está perfectamente recogido en trencitas muy pequeñas y peinadas hacia atrás. Va vestida con una camiseta roja y una capulana de mil colores, la tela tradicional que usan las mozambiqueñas en las zonas rurales como si fueran faldas. Joanita fue a la escuela. Pero solo hasta que apareció “alguien que llegó y dijo que quería casarse”. El hombre la abordó durante varios días a la salida del colegio. Insistió en que vivieran juntos. Ella tenía 14 años, y acabó aceptando. No sabe explicar bien por qué quiso unir su vida a la de un desconocido mucho mayor que ella, pero sí sabe que todo salió mal desde el principio. Lo cuenta despacio y angustiada:
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