Unas fieles se hicieron amigas de los monjes contemplativos. Ahora venden su cerveza artesanal en Madrid

Unas fieles se hicieron amigas de los monjes contemplativos. Ahora venden su cerveza artesanal en Madrid

En una calle de chalets de Aravaca, en Madrid, hay un alto portón de madera tallada. "Es para simular la entrada a un monasterio", relata Alejandra Salinas, directora de la Fundación Contemplare; una organización de fieles que se conocieron en retiros contemplativos y que, ahora, quieren ayudar a los monjes a vender sus productos. Lo hacen desde una cabaña de madera monísima, donde albergan una tienda de alimentos y cosméticos elaborados por los eclesiásticos. Turrones, mermeladas, cremas hidratantes, jabones, ropa de bebé y cerveza artesanal.

"Esta se inspira en una receta danesa. Tiene siete grados", explica María desde el otro lado del mostrador del establecimiento señalando un ejemplar. "¡A la gente este producto le impresiona mucho!", continúa. El mejunje de cebada, lúpulo y levadura fermentada se elabora en silencio; en mitad de un proceso de oración basado en el ora et labora –ora y trabaja– en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos. "Uno de los cenobios más antiguos de la península Ibérica", versa la etiqueta.

La historia de cómo una pequeña cabaña de Aravaca ha terminado siendo el punto de encuentro entre amantes de los productos artesanales y los religiosos empezó hace ocho años. "Nos unió la vida contemplativa y ahora servimos de puente entre ellos y el mundo exterior", señala una mujer voluntaria de la Fundación Contemplare que ha preferido no dar su nombre.

Cervezas artesanales de los monjes. (A.Farnós)Cervezas artesanales de los monjes. (A.Farnós) Cervezas artesanales de los monjes. (A.Farnós)

La entidad trata de mediar entre los monasterios y conventos de España y el resto de ciudadanos. Las cuatro personas que trabajan en Contemplare se conocieron en retiros voluntarios a diferentes monasterios. Un grupo de creyentes muy variopintos acudía de tanto en tanto a estos lugares de culto y silencio para poner la vida en pausa. "Yo empecé a ir por una ruptura sentimental y después me fui allí a estudiar las oposiciones", señala la misma mujer de 48 años. Pero esta relación entre las fieles y los sacerdotes no ha surgido de la nada. "Se ha cocido con el tiempo", señala Salinas. Antes de ofrecerse como mediadoras, tuvieron que ganarse su confianza.

La realidad es que, si los eclesiásticos querían vender sus rosquillas, necesitaban ayuda exterior. El negocio sería un éxito en sí mismo si no fuera por que los monjes apenas tienen contacto con la vida al otro lado de sus muros. Es ahí donde surgió, en tiempos de pandemia, el primer servicio de Amazon de los productos católicos. "Pusimos un market place en la web", señala Salinas. "Puedes comprarte un queso de los cistercienses de Cantabria y lo enviamos a tu casa. Es muy guay", continúa la voluntaria.

Este puente de diciembre desplegarán sus 'stands' en la Plaza Mayor de Madrid

La cosa ha crecido tanto que este puente de diciembre desplegarán sus stands de rosquillas y demás alimentos y figuritas cristianas en plena Plaza Mayor de Madrid. Desde Contemplare están eufóricos. Llevan días trabajando para dejarlo todo a punto.

Durante tres días, la Casa de la Panadería – habitualmente cerrada al público– acogerá la I Feria Monástica celebrada en España. Los valientes que se acerquen al centro de la capital en estas fechas tendrán la recompensa de elegir entre más de 900 variedades de productos originarios de más de 80 monasterios. "Hay turrones, mazapanes, polvorones, mieles, licores, cerveza… mogollón de cosas", explica Salinas.

Su relación con los monjes es tal que incluso han conseguido convencer a la congregación del Cordero para que asista a la feria. De esta forma, los asistentes podrán conocer "sus testimonios de primera mano", continúa la directora.

Ropa de bebé hecha por los contemplativos. (A.Farnós)Ropa de bebé hecha por los contemplativos. (A.Farnós) Ropa de bebé hecha por los contemplativos. (A.Farnós)

La Feria navideña es solo la punta del iceberg de este fenómeno. En la tienda de Aravaca, dos mujeres de mediana edad acaban de comprar una crema facial denominada eterna juventud. María aprovecha para darles la noticia de que este puente de diciembre la cabaña cerrará sus puertas, pero continuarán con la venta desde la mismísima Plaza Mayor. "Uy, pues el finde vamos", aseguran en alto.



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