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En una Europa cada vez más crítica con la llegada de personas del sur global, surge una pregunta incómoda: ¿y si los que migran son los propios europeos? Italia, como España, arrastra una larga historia de emigración, realidad profundamente arraigada en su identidad. Este flujo no se ha detenido: en 2024, 155.732 italianos dejaron su país de origen, la cifra más alta de las últimas dos décadas, según el Istat.
Si durante la crisis de 2008 el destino por excelencia fue el norte de Europa, nuestro país se ha convertido en un fuerte polo de atracción tras la pandemia. Una relación de amor asimétrica, ya que por cada español que se muda a Italia, ocho italianos vienen a España. No son turistas ni Erasmus perpetuos; sino exponentes de una migración silenciosa que está cambiando el país.
Hoy son ya más de 325.000 personas con pasaporte italiano en España, lo que les convierte en la quinta nacionalidad más numerosa. Hace un cuarto de siglo, eran apenas 24.000, según datos del INE.
España fue el segundo destino preferido por quienes emigraron desde la península itálica en 2024, atrayendo a 18.894 personas, el 12,1% del total, un flujo similar al recibido por Alemania (12,8%) y Reino Unido (11,9 %). Sin embargo, el nuestro destaca por ser el país que mejor retiene esta inmigración, con una tasa de retorno del 12,7%.
¿Por qué dejan Italia para venir aquí?“En la escuela nos enseñaban que España era un país más pobre y atrasado que Italia, pero al llegar vi justo lo contrario: la industria y los servicios funcionan como motores económicos, sobre todo en Cataluña”, afirma Marcello, experto en marketing que se mudó junto a su familia a Barcelona en 2023. Cuando aterrizan en Madrid, Barcelona o Valencia encuentran un entorno dinámico y habitable, lo que desafía una narrativa fuertemente arraigada.
Las barreras para acceder a contratos estables, los bajos salarios y las dificultades para conciliar vida y trabajo empujan a muchos italianos a buscar oportunidades en el extranjero. Italia no tiene salario mínimo interprofesional y es, junto a Grecia, uno de los dos miembros de la OCDE en los que los empleados han perdido poder adquisitivo desde principios de siglo.
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Pese a que el mercado laboral español no está exento de desafíos, se percibe como una alternativa más estable y equilibrada. En su país de origen, "los sueldos no suben, pero los gastos sí. Aquí, la calidad de vida es mejor: se respeta la desconexión al terminar la jornada, los viernes hay horario intensivo y en verano también. Esto en Italia aún no existe”, asegura Davide, doctor en Química originario de Padua y residente en Pamplona.
“En Roma conozco a mucha gente que trabaja sin contrato. Siempre que puedo, animo a mis amigos a venir aquí: todo funciona mejor, desde el transporte público hasta la sanidad”, añade Leire, enfermera romana instalada en Lazkao (Guipúzcoa).
"Lo verdaderamente sorprendente es que no haya más españoles viviendo en Italia"
La calidad de los servicios públicos también es un imán para los más mayores. “La combinación de mejores pensiones y servicios, con sanidad gratuita y transporte subvencionado, ha provocado una auténtica fuga de jubilados”, asegura Freya, propietaria de una heladería en Madrid.
Pese a ello, no se trata de una migración económica al uso. “Es un flujo de gente relativamente joven que busca experiencias en un país cercano geográficamente y muy afín culturalmente, y que ha llegado en unos años de cierta prosperidad”, señala Héctor Cebolla, investigador del CSIC.
El auténtico sorpasso de EspañaEspaña no solo atrae por su calidad de vida, sino también por su imagen de país moderno, con derechos consolidados y una mentalidad abierta. “Desde Italia se ve como un país que sigue progresando”, afirma Mariangela Paone, periodista llegada en 2008.
En aquellos meses, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero impulsaba la idea del sorpaso económico: la posibilidad de que España alcanzara e incluso superara a Italia en desarrollo y prosperidad. Sin embargo, como matiza Paone, “el sorpasso se ha producido finalmente en el ámbito de los derechos civiles”.
Frente al estancamiento político y cultural que perciben en su país de origen, muchos encuentran aquí un modelo más avanzado y plural. “La mentalidad es mucho más abierta en cuestiones como la diversidad, los derechos LGTBIQ+ o la libertad de expresión”, sostiene Nicola, ingeniero biomédico del mezzogiorno afincado desde 2020 en la Ciudad Condal. En Italia, las uniones civiles para parejas del mismo sexo no se reconocieron hasta 2016, y el matrimonio igualitario sigue sin estar permitido.
“En Barcelona se cree en el futuro”, afirma Marcello, que observa una responsabilidad cívica y un conjunto de valores compartidos que escasean en Italia. Con un hijo en camino, valora especialmente las políticas familiares: el permiso parental de 16 semanas para cada progenitor contrasta con la decena de días que otorga la legislación del país transalpino.
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María V. PaúlAunque muchos citan motivos sociales o ideológicos para mudarse a España, otros cuestionan su peso real. “En democracias, la mayoría de la gente no toma decisiones de vida por motivos políticos. Al mudarte, buscas razones para justificar el cambio y a veces incluso te las inventas para reafirmarte”, apunta Leonardo, profesor en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad donde reside desde 2006.
Lo común y lo opuestoLa cercanía cultural es otro factor clave. Según un sondeo de Yougov de 2023, dos de cada tres italianos consideran a España el país más parecido al suyo. Lo mismo ocurría entre los españoles: el 78 % situaba a Portugal y al país transalpino como los más similares.
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Esa familiaridad facilita el cambio. Luisa, estudiante de doctorado en Derecho, realizó una estancia de investigación en Sevilla atraída por la cultura andaluza, que considera parecida a la suya. “Aquí se valora lo mismo: las relaciones personales, la comida y el tiempo compartido, pero el ritmo de vida es más tranquilo”. Aunque prevé volver a Nápoles, confiesa que “Sevilla me ha hecho sentir como en casa. Es difícil no plantearse quedarse cuando notas que la calidad de vida mejora”.
Aun así, hay contrastes culturales en aspectos cotidianos. “Aquí se cena a las diez, algo impensable en el norte y centro de Italia. Allí también es mucho más común invitar a los amigos a cenar a casa”, apunta Leonardo.
Estas diferencias no afectan a la familiaridad entre ambos países, que sigue intacta. “Mis padres se sorprendieron al descubrir que en España se emite Pasapalabra. La industria mediática contribuye a crear un imaginario común que fortalece ese reconocimiento mutuo”, concluye.
“Somos bastante similares. Mudarse a España no es como irse a Tailandia o a China. Somos vecinos y nos parecemos mucho”, incide Davide, resumiendo el sentimiento de muchos italianos expatriados.
Los de Italia nacen donde quierenMenos de la mitad de los italianos residentes en España nacieron en Italia. Uno de cada cuatro nació en Argentina y uno de cada diez en Venezuela, reflejo de la emigración histórica a Latinoamérica. Muchos obtuvieron esta nacionalidad por descendencia, un derecho que hasta marzo se podía solicitar sin límite generacional. Ahora se ha restringido a dos generaciones, lo que probablemente reducirá las concesiones en los próximos años.
Esta doble pertenencia cultural también se refleja en el idioma. Para los italianos, el español es más accesible que otros idiomas por su cercanía léxica y gramatical. “Es un idioma transparente, fácil de comprender”, explica Rosalia Scavone, profesora en una escuela secundaria inferior. “Los estudiantes están muy motivados, y al final de sus estudios, son capaces de entender un audiolibro o seguir una obra de teatro”.
Fuera de las aulas, el interés por el español se alimenta de un ecosistema cultural compartido que ha crecido en los últimos años, impulsado por la música urbana hispana, canales de Twitch, series como La casa de papel, la gastronomía y la creciente interacción en redes sociales entre jóvenes de ambos países.
"Mudarse a España no es como irse a Tailandia o China. Somos vecinos y nos parecemos mucho"
La experiencia de los italianos expatriados también incluye la convivencia y el aprendizaje de las lenguas cooficiales. “Mi hija está aprendiendo tres idiomas: italiano, español y catalán”, cuenta Marcello, residente en Cataluña, donde vive uno de cada cuatro italianos en España.
Para muchos, aprender la lengua local es clave para adaptarse. “Conocer el euskera me ha ayudado a sentirme plenamente integrada en la sociedad”, reconoce Leire. Por ello, admite que “una persona que no lo hable puede sentirse un poco excluida. Para quienes han hablado euskera toda la vida, no siempre es sencillo cambiar al castellano, y es fácil que quien no lo controla se pierda en la conversación”.
¿Una migración con futuro?Aunque muchos italianos son conscientes del extraordinario crecimiento de su comunidad en España, algunos dudan de la sostenibilidad de este flujo en el medio plazo.
El aumento del coste de vida está debilitando la imagen de España como un destino accesible a todos los bolsillos y muchos se ven obligados a marcharse. “El próximo agosto cumpliré tres años aquí. Es un país precioso y me encanta, pero no tengo intención de quedarme mucho más. En Mallorca es imposible ahorrar”, reconoce Veronica, azafata de vuelo de Padua.
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A esto se une la burocracia, que se ha convertido en una barrera significativa para muchos recién llegados. “Entras en un bucle entre el NIE, el número de teléfono, la cuenta bancaria y el empadronamiento, del que sin ayuda externa es bastante difícil salir. He tenido que ir a Ávila desde Madrid para poder hacerme el carné de identidad. En Barcelona incluso hay quien paga para comprar una cita”, explica Davide.
Pese a estos desafíos, Héctor Cebolla se muestra optimista sobre la continuidad del fenómeno. “Aunque el ritmo de crecimiento de este flujo pueda moderarse, los lazos personales, sociales y simbólicos entre España e Italia son lo suficientemente sólidos como para resistir vaivenes coyunturales”, afirma el investigador del CSIC.
La fuerte afinidad cultural, la facilidad para integrarse y la existencia de trayectorias compartidas –como matrimonios mixtos o experiencias educativas comunes– han generado una vinculación transnacional estable y duradera. “Lo verdaderamente sorprendente”, remata, “es que no haya más españoles viviendo en Italia”.