Esto también es maltrato por parte de la pareja (y pasa más de lo que crees)


         Esto también es maltrato por parte de la pareja (y pasa más de lo que crees)

Sola, sin móvil y sin cartera: así es la violencia que deriva de las discusiones en pequeños gestos y que puede pasar desapercibida.

Anoche, volviendo a casa, mi pareja me esperaba delante de la boca del metro. No estaba solo, una chica se encontraba hablando con él y me pidió que me acercara. Ella me contó que, después de una discusión con su novio, se había llevado su móvil y su cartera y la había dejado ahí, en la otra punta de Madrid un domingo a medianoche e incomunicada, con lo puesto.

Mientras esperábamos a su tía, a quien pudimos llamar por teléfono, para que viniera a recogerla, me senté a su lado. Podía reconocerme en esa chica de 21 años que se aguantaba las lágrimas porque era consciente de que había terminado en una situación de la que no sabe cómo salir sola. Y podía reconocerme en querer a quien me había dejado en la estacada.

Aunque emocionalmente estaba serena, según me iba contando cómo había sucedido todo, cuando se le rompía la voz en ciertas ocasiones o paraba su relato, podía apreciar el esfuerzo por no perder la calma. Una máscara de fortaleza que no es otra cosa más que el instinto de supervivencia de "tengo que llegar a casa", que paraliza de forma temporal las ganas de llorar.

Ella no se sentía mal por la pérdida de su teléfono, de su documento de identidad, del resto de sus pertenencias… Se sentía culpable por tener que 'molestar' a su familiar por la situación. Como si fuera su responsabilidad haber acabado ahí sola, pidiendo ayuda a un desconocido en una maniobra fruto de la desesperación.

No sé si el rato que compartimos apoyadas delante del metro sirvió para algo, pero aproveché, y aprovecho, para recordar que no tomó la decisión ni tuvo el control de lo sucedido. Que fue ese novio, 12 años mayor que ella, quien optó por irse sin mirar atrás, quien apagó el teléfono para que ella no pudiera localizarlo, quien, vez de irse a su casa, -porque ella sabía donde vivía-, decidió no regresar para que no tuviera forma de recuperar sus cosas.

'Valiente' pedazo de mierda.

Pero lo peor es cuando a los 21, a los 22 en mi caso (que fue cuando di con ese particular ejemplar de novio que te humilla, castiga y maltrata de las maneras más creativas y retorcidas posibles), no ves la maldad de esos actos, e incluso tiendes a justificarlos.

Cuando un hombre de 33 deja a una chiquilla de 21 en la otra punta de la ciudad, abandonada, incomunicada y expoliada, no hay amor que valga ni explicación posible. Hay un deseo de doblegarla y hacerle daño para que 'aprenda' la lección, para que la próxima vez que se plantee protestar, llevarle la contraria o establecer un límite, se someta para no afrontar las posibles consecuencias. A la vez, hay una despreocupación y falta de amor hasta el punto de que no le preocupa lo más mínimo lo que le pueda pasar a su pareja.

Porque la chica se encontró con mi novio, pero ¿y si es otro hombre que, con otras intenciones, se ofrece a acercarla en coche porque ya no hay transporte y luego se desviara de la ruta? ¿O le dijera que puede hacerle un hueco en su cama? ¿O le propusiera hacer un intercambio para darle algo de dinero y que así pueda volver a casa? ¿Cuál habría sido el desenlace?

Si buscas "agresión sexual" ahora mismo en Google, te salen casos de menos de 24 horas de antigüedad en diferentes puntos de España, con víctimas de todas las edades. Y si miras en la web de Feminicidio.net, el 13% de los asesinatos los cometen hombres sin ningún tipo de relación con la víctima. No soy exagerada, soy realista: cualquier cosa podría haber pasado esa noche.

Solo espero que después de nuestra conversación de ayer, recuerde que quienes realmente la quieren son quienes se cruzan Madrid para recogerla, quienes nada más verla, le dan un abrazo y le preguntan si están bien. Quienes celebran que vuelva a casa incluso después de haber estado un tiempo alejada, porque él se encargó de cercenar esos vínculos que -a la vista estuvo-, son irrompibles en momentos de peligro.

Y sobre todo que siga formándose ese criterio que le dice que no es de fiar un novio que actúa de esa manera. Que se merece alguien que la quiera y que esté ahí por y para ella. A mí también me costó verme así de perdida para entenderlo. Pero la forma de amor que se merece, que nos merecemos, es la que podía ejemplificar mi novio: que salió de la cama para ir a buscarme al metro y que no recorriera esos metros sola, y que al final se quedó hasta la una de la madrugada atendiendo primero a una desconocida y luego a su novia, a quien la historia le revolvió por dentro porque le trajo demasiados recuerdos y necesitó soltarlo.

A ella le deseo ese amor que cuida, escucha, sostiene y apoya por encima de sus necesidades cuando ve que la otra persona lo necesita. El amor que no te deja, el que te recoge.

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