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He aquí una historia de terror profundo. De terror y violencia a diario para Marisol, la víctima. Y de injusticia, porque su presunto asesino -ya condenado por maltrato y lesiones- debía ingresar en la cárcel por las condenas consecutivas acumuladas. La historia terminó hace cuatro días con el hallazgo de dos cuerpos calcinados en un coche en una zona boscosa de Caneda, en Campo Lameiro, el interior de la provincia de Pontevedra, pero comenzó varios años antes.
Fueron unos caminantes que recorrían las rutas de petroglifos de la zona los que dieron con el armazón blanquecino de un turismo consumido por las llamas la mañana del sábado 31. Estaba en un lugar apartado, una pista forestal sin salida y de difícil acceso. En el interior, el cadáver completamente consumido por el fuego de una mujer en el asiento del copiloto y otro, a medio quemar, de un varón, tendido en el exterior.
Investigan si el caso de los dos cuerpos calcinados en Pontevedra es un crimen machista
EFECorresponden -presumiblemente- a una pareja de Moraña, un municipio a pocos kilómetros a los que se les había perdido la pista hacía unos días con mal pronóstico. Formalmente, no están identificados a la espera de las pruebas de ADN en los restos óseos -señalan desde la Delegación del Gobierno de Pontevedra- pero para los investigadores del equipo de delitos contra las personas de la Guardia Civil de Pontevedra ya quedan pocas dudas de que fue un asesinato machista.
¿Tenía el asesino la intención de matarse? Seguramente no, presumen fuentes próximas al caso. Creen que trató de huir, pero el fuego le alcanzó por un lateral por donde también corrieron las llamas y yacía en el terraplén fuera del vehículo.
"Era malísimo. Malo, malo"Él, Ramón G.S, era un hombre “malísimo, pero malo, malo”. Así lo describen, y repiten una y otra vez, en Moraña, donde también temen a su hermano, que este lunes arremetió contra un equipo de televisión, un policía local y contra el propio alcalde de la localidad.
Ella, Marisol, su víctima, era un caso registrado como de riesgo alto en el Sistema VioGén. Contaba con una orden de protección en vigor que de nada le sirvió y su historia era conocida entre los profesionales sanitarios de la zona que ya la habían asistido en palizas e incidentes sucesivos. Era natural de Caldas de Reis (Pontevedra). Tenía 49 años y cinco hijos -de 12 a 25 años- de otra pareja que falleció. Vivió con su familia hasta que cayó en las redes de su verdugo, con el que convivía desde hacía más de un lustro -o más- según relataron sus conocidos, y que la fue aislando del mundo, también de sus hijos y progenitores, hasta anularla.
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Amoratada y sumisa, arrastrando fracturas óseas. El cuerpo machacado por palizas brutales que no cesaron. El hombre terminó por arrastrarla a vivir a un paraje apartado donde ya ningún vecino podía oír sus gritos.
El agresor, pendiente de cárcelLas condenas firmes que el agresor -con antecedentes por maltrato a su exmujer y otros hechos delictivos- fue acumulando desde 2019 en adelante (21 meses y 10 meses) no lo refrenaron y ambos continuaron conviviendo.
La última sentencia fue el pasado 19 de marzo. La Audiencia Provincial de Pontevedra lo condenó a once meses por lesiones tras una agresión el 7 de noviembre del 2021 en un lavadero de coches en Cuntis.
“La golpeó en la cara con la manguera con la que estaba lavando el coche. Siguió una fuerte discusión en el interior del domicilio que compartían y la golpeó por todo el cuerpo hasta que un vecino alertó a la Guardia Civil”, expone la sentencia. La mujer llegó al hospital con varios huesos rotos, pero "se negó a denunciar y renunció a cualquier tipo de indemnización", añade. Él tenía prohibido acercarse a ella a menos de 200 metros o comunicarse durante dos años.
A las fuerzas de seguridad les llamó la atención el hecho de que los habían interceptado juntos unos días antes en un control de Tráfico en Bóveda (Lugo), a dos horas de su casa. Les dieron el alto porque la familia de Marisol ya había denunciado su desaparición y temían por su vida. Él durmió en el calabozo y ella fue derivada a un hostal, pero no dijo ni una palabra. Al día siguiente, se marcharon juntos y el 31 de mayo encontraron su final. "No se pudo separar de él. Qué vida tan dura con un final anunciado", lamentaron desde la Plataforma feminista galega.