La filantropía cívica, asignatura pendiente en España: ningún gran donante invierte en fortalecer la democracia

La filantropía cívica, asignatura pendiente en España: ningún gran donante invierte en fortalecer la democracia

La democracia española carece de mecenas. Ese es el diagnóstico que firma Javier Martín Cavanna en En busca del donante cívico: invertir en democracia, invertir en la verdad, el ensayo presentado esta semana por Fundación Haz. El documento radiografía la filantropía nacional y concluye que las élites económicas destinan su dinero a cultura, educación o acción social, pero dan la espalda a la transparencia institucional, la rendición de cuentas y la defensa de los medios de comunicación independientes.

Cifras que incomodan

De las treinta mayores fundaciones corporativas analizadas —de La Caixa a Telefónica, pasando por Santander o Repsol— ninguna destina un solo euro a reforzar la democracia y solo un 3% financia proyectos de transparencia y buen gobierno. Para las veinte principales fundaciones familiares —Botín, March, Del Pino o Puig, entre otras— el porcentaje de apoyo a la democracia también es del 0%.

Ninguna destina un solo euro a reforzar la democracia y solo un 3% financia proyectos de transparencia y buen gobierno

En cambio, las prioridades se concentran en parcelas más tradicionales: el 70% de las fundaciones empresariales invierte en educación y el 63% en arte y cultura, mientras que el 65% de las familiares se vuelca igualmente en formación académica.

El espejo estadounidense

La comparación con Estados Unidos es sangrante. Al otro lado del Atlántico, la financiación filantrópica “prodemocracia” ha crecido entre un 42% y un 61% desde 2017, hasta rozar los 3.000 millones de dólares anuales, según cita el informe. Aunque esa cifra apenas supone el 0,7% de todo el pastel filantrópico norteamericano, revela una tendencia ascendente frente al estancamiento español.

Los grandes donantes estadounidenses ―Omidyar, Knight, Google o Bloomberg, entre otros― inyectan recursos en organizaciones como la Sunlight Foundation para vigilar la transparencia gubernamental y combatir la desinformación.

Los obstáculos son la falta de conocimiento, el efecto "masa crítica", el déficit de métricas y la falta de instituciones independientes

En cuanto a los obstáculos que hay en España para su implementación, Cavanna identifica cuatro: la falta de conocimientos, ya que los potenciales donantes no saben qué iniciativas funcionan ni cómo medir su impacto; el efecto "masa crítica", refiriéndose a que a veces se tiene la sensación de que una aportación individual insuficiente paraliza la acción colectiva; el déficit de métricas compartidas para demostrar resultados a largo plazo; y la ausencia de instituciones independientes capaces de coordinar y auditar los esfuerzos conjuntos.

Como antídoto, el autor propone replicar modelos colaborativos de éxito —de la March of Dimes estadounidense al Observatorio de Medios impulsado en España por Fundación Haz y Ethosfera— y estandarizar indicadores de impacto al estilo del sistema IRIS+ usado en inversión de impacto.

“Hombres honestos y pobres ciudadanos”

El informe recurre a Alexis de Tocqueville para advertir del riesgo de “hombres honestos y pobres ciudadanos”: individuos volcados en su bienestar privado que renuncian a la vida pública y, con ella, a su propia libertad. “¿Quién está dispuesto a pagar para sostener los valores y principios de una sociedad democrática? La respuesta es que todos y ninguno en particular”, resume el texto.

"¿Quién está dispuesto a pagar para sostener los valores y principios de una sociedad democrática?"

El reto de un nuevo mecenazgo

En plena ola de polarización y desinformación, Fundación Haz reclama un “cambio cultural” entre las grandes fortunas españolas que vaya más allá del patrocinio artístico. “Invertir en democracia es invertir en la verdad”, sentencia Cavanna, parafraseando el título del ensayo. El espejo griego de la liturgia y el humanismo cívico florentino sirve de aviso: las élites que no sostienen la polis comprometen su propio futuro.

Mientras los filántropos españoles deciden si se suman o no, la sociedad civil —ONG, universidades y medios— seguirá intentando ensamblar una orquesta con muchos solistas sueltos. La partitura, de momento, espera batuta y patrocinio.



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