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"No existe riesgo de apagón. Red Eléctrica garantiza el suministro". El pasado 9 de abril, la compañía semipública que opera el sistema eléctrico nacional hacía unas afirmaciones que han envejecido muy mal, muy rápido. España se quedaba a oscuras apenas 19 días después, dejando en evidencia que el mensaje era político y no técnico. Porque el peligro existía y se había advertido.
"El informe anual financiero de Red Eléctrica, realizado por Ernst & Young, reconoce el riesgo de apagones en España tras el cierre nuclear: mayor dificultad en la operación del sistema; reducción de potencia firme y capacidades de balance; y mayor riesgo de incidentes en la operación que puedan afectar al suministro. Esto conlleva posibles impactos en la reputación", le respondía a la empresa Alfredo García, supervisor en la central de Ascó (Tarragona) y conocido en redes por su faceta divulgadora como @OperadorNuclear.
"Mentir en redes sociales en respuesta a publicaciones de periodísticas tampoco parece beneficioso para la reputación de Red Eléctrica (cuyo principal accionista es el Estado con un 20%)", agregaba el ingeniero y autor del libro La energía nuclear salvará el mundo (Planeta).
La materialización de ese riesgo el lunes 28 de abril dejó a más 50 millones de personas sin electricidad en cuatro países, con al menos cinco fallecidos en España y al una primera estimación de 1.000 millones de euros en pérdidas para la economía nacional. Sería el momento apropiado para reflexionar, analizar qué ha sucedido, hacer autocrítica y plantear soluciones. Para dejar el espacio a los expertos y despolitizar el debate. Pero…
"Tenemos el sistema eléctrico mejor y más resiliente de Europa. No va a volver a pasar [...] aunque el riesgo cero no existe", aseguraba la presidenta de Redeia (Red Eléctrica), Beatriz Corredor, en su primera intervención pública 45 horas después del apagón en una entrevista con la Cadena Ser (en vez de en rueda de prensa con preguntas de todos los medios). La exministra de Vivienda socialista y licenciada en Derecho descartó dimitir de su cargo como máxima responsable del sistema eléctrico (por el que cobra unos 550.000 euros al año) al no tener "conciencia de que pudiera haber hecho algo mal".
"Relacionar el incidente del lunes con las renovables no es correcto", insistía Corredor en la misma entrevista en la que pedía esperar al resultado de la investigación antes de especular con las causas.
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Enrique Andrés PretelNo es una interpretación personal. Es la narrativa a coro del Gobierno, con el presidente Pedro Sánchez a la cabeza. "Los ciudadanos deben saber que durante esta crisis, las centrales nucleares, lejos de ser una solución, han sido un problema porque estaban apagadas y ha sido necesario desviar a ellas grandes cantidades de energía para mantener sus núcleos estables", aseguró el martes el mandatario socialista al hacer su valoración de la emergencia eléctrica. "La energía nuclear no fue más resiliente que el resto de las fuentes de energía".
¿Derecha atómica, izquierda renovable?Este cierre en banda automático y sin fisuras no responde a la coyuntura del momento, sino que es un acto reflejo político heredado. Uno que deja a España a merced de la ideología eléctrica del partido de turno ante un debate que va a ir ganando peso en los próximos años. Se espera que la demanda global de electricidad suba cada año, entre 2025 y 2027, el equivalente a lo que gasta Japón (coches eléctricos, centros de datos, inteligencia artificial).
"Por supuesto que el mix eléctrico está ideologizado", comenta Alfredo García (@OperadorNuclear) en conversación con El Confidencial. "Una de las premisas de las que parte el plan nacional de energía y clima para 2030 (PNIEC) es la de cerrar las centrales nucleares. La idea es la instalación masiva de renovables. Pero al mismo tiempo se va a mantener toda la potencia instalada de ciclos combinados de gas natural, pese a que esta tecnología genera un 60% de las emisiones del carbón. Es el equivalente a 26 reactores nucleares como los que tenemos en España, que son únicamente siete. Eso no se hace con criterios técnicos, sino políticos", agrega.
Pero, ¿qué pasó para que en España lo nuclear sea de derechas y lo renovable, de izquierdas? En nuestro caso, lo de siempre. La dictadura. Ocho de las diez centrales atómicas del país se comenzaron a construir bajo el gobierno de Franco (tres de ellas ya cerradas), vinculadas a los poderes económicos del régimen. En los 70, las críticas a su desarrollo de forma opaca –sin debate público, ni participación ciudadanía– se engranaron en el discurso democratizador de los partidos progresistas del momento y cristalizaron en un rechazo nuclear muy idiosincrático.
Esto coincidió con movimientos similares en otros países europeos, como Alemania, espoleados por la aparición del ecologismo político. La crisis del petróleo de los 70 hizo que se multiplicaran los proyectos nucleares; mientras que los grandes accidentes nucleares –especialmente el de Chernóbil (URSS, 1986)– hicieron que el debate ganara mucho peso mediático y político. Pero para entonces, el PSOE ya había aprobado en 1984 una moratoria que suspendía la construcción de nuevas centrales, con al menos tres proyectos cancelados.
Desde ese momento, no ha habido argumento técnico, científico o estratégico que haya variado el fiel atómico de la izquierda nacional. Tampoco lo va a hacer el gran apagón de 2025. Nadie en el Gobierno se plantea repensar el cierre de las centrales nucleares en España, que comienza este año y se ejecutará de forma progresiva hasta 2035.
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Ángel Villarino"Lo que hemos vivido con el apagón es un adelanto de 2030, cuando tengamos la mitad de las centrales nucleares cerradas. Pero muchos no lo quieren ver, pese a que expertos e ingenieros de toda especialidad han advertido de que se va a debilitar la garantía de suministro, subir los precios y las emisiones por pasar esto a ciclo combinado (gas). Incluso la Agencia Internacional de la Energía recomendó en 2021 replantear el cierre nuclear en España", avisa García.
El mono no es el problemaTodavía no sabemos exactamente por qué sucedió el desplome eléctrico. Las primeras investigaciones de la propia Red Eléctrica apuntan a un "muy probable" fallo en una planta solar que, en un momento dado y por causas desconocidas, produjo menos de lo que estaba previsto. Esto fue seguido, segundos más tarde, de una "caída masiva" del sistema. En ese momento, la red operaba con renovables por encima del 75%, mientras varias centrales nucleares e hidroeléctricas estaban fuera de servicio o trabajaban por debajo de su capacidad por motivos económicos.
Pueden leer análisis bien documentados y ponderados aquí, aquí y aquí. Al sistema, dicen los expertos, le faltó inercia. Es decir, la potencia que aportan la energía nuclear, el gas y la hidráulica. Esto es clave para mantener los generadores en movimiento y ajustarse a a las fluctuaciones del voltaje, lo que dota de mayor estabilidad al conjunto de la red.
"Durante un siglo de alimentar nuestras redes eléctricas con combustibles fósiles, hemos aprendido muchas lecciones sobre por qué, cómo y cuándo suceden los apagones. Ahora necesitamos aprender nuevas lecciones cuando estos los ocasionan las energías verdes. Y el lunes (28 de abril), España y Portugal –y un trocito de Francia– sufrieron lo que podría llegar a ser conocido como el primer gran apagón de la era de las energías renovables", escribía Javier Blas, experto en energía de la agencia Bloomberg.
"Países como España incluso deberían considerar poner límites a cuánta energía solar es permitida como porcentaje del total de generación en un momento dado. Pero esto es un anatema entre los convencidos de las energías renovables", agregó.
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Manuel Ángel MéndezEl mayor apagón renovable sí, pero no el primero.
"La red se quedó con poca inercia debido a la alta penetración de sistemas de generación solar no síncronos, haciendo al sistema vulnerable". Así explicaba Ceylon Electricity Board, la eléctrica estatal de Sri Lanka, los sunny sunday blackouts (apagones de domingo soleado) de enero, una cascada de fallos eléctricos que tumbó la red nacional. En este caso sí identificaron el evento que alteró el sistema: un mono electrocutado.
También la solución en ausencia de una politización del problema: "mantener más generadores síncronos en operación mínima y operar turbinas de gas en modo condensador sincrónico seleccionadas en puntos clave para mejorar la estabilidad y voltaje de la red" (para lo que han pedido un crédito de 200 millones de dólares al Banco de Desarrollo Asiático).
El apagón ibérico es un aviso a navegantes. En todos los países donde las renovables han tenido un auge explosivo, como el caso de Australia con los paneles solares chinos ultrabaratos, los expertos advierten sobre las riesgos que conlleva el abrupto cambio de mix. Un reporte confidencial de la Agencia Internacional de la Energía sobre el futuro de la seguridad energética alertaba sobre "los desafíos sistémicos que emergerán de equilibrar las redes cada vez más dominadas por energías renovables" –cuya producción depende del clima– "con el retiro prematuro de la generación convencional sin los reemplazos adecuados".
Los molinos dan votos, los cables noMientras todo esto sucedía, el auge de la generación renovable no ha sido acompasado con la respectiva modernización y adaptación en las redes de transmisión, diseñadas para los sistemas clásicos de grandes turbinas. Es decir. En la transición verde, todo el foco de inversión y subvención se puso en la producción, mientras el sistema base (mucho menos atractivo electoralmente) se volvía obsoleto.
Además, la politización del sector también distorsionó los incentivos económicos y la percepción de costes energéticos. Si bien la energía renovables es más barata de producir, la administración ha dedicado más de 100.000 millones de euros en primas (subvenciones) en poco más de 20 años para implantarla por el territorio nacional. En paralelo, ha aumentado la presión fiscal sobre la energía nuclear para asfixiar su viabilidad económica. Y todo esto sin tener en cuentas consideraciones geopolíticas y estratégicas sobre el coste que debemos asumir por mantener el sistema lo más autónomo y confiable ante posibles shocks externos (como el del gas ruso).
"Estamos ante el trilema de la energía", explica Alfredo García. "Lograr un equilibrio con un sistema de baja emisiones y sostenible; que sea económicamente rentable y asequible para productores y consumidores, y que garantice el suministro. Eso se puede conseguir con sentido común y menos ideología".
Muchos en el sector sospechan de que el exceso de renovables en el sistema en el momento y días previos al apagón buscaba anotarse un tanto mediático. Los expertos insisten en que el celo por acelerar la transición energética sin que tengamos las tecnologías y medios necesarios para operar 100% con renovables (como baterías o bombas) y medidas de contigencia es irresponsable. Tanto como frenar el avance de las energías verdes de cualquier forma o manera, como hizo durante dos legislaturas el Partido Popular, movido por sus propios intereses políticos y económicos.
"El mundo no le dio la espalda a las plantas de combustibles y nucleares por el apagón masivo de Nueva York en 1977. Y no debería darle la espalda a la energía solar y eólica porque España y Portugal se quedaran sin luz unas horas. Pero deberíamos aprender que el diseño de la red, las políticas y el mapeo de riesgos todavía no están preparados para manejar demasiada energía de fuentes renovables", escribe Blas en Bloomberg. "Lamentablemente, los activistas verdes creen que esas preocupaciones no son más que intentos de retrasar la salida de los combustibles fósiles. En vez de eso, la industria de las renovables debería liderar el cambio con soluciones de ingeniería y de políticas públicas. Fracasar irá en contra de la propia transición ecológica".