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El Rayo Vallecano está a un paso de jugar competiciones europeas la próxima temporada. Un fenómeno que solo ha sucedido una vez en sus cien años de historia y que tuvo más que ver con los despachos de la UEFA que con los méritos futbolísticos. A los franjirros les basta con ganar a un Mallorca que no se juega nada, en el estadio de Vallecas, para consumar un cierre de centenario con el que ningún aficionado se atrevió a soñar.
Sin embargo, el artífice del éxito, el hombre que ha guiado al club desde la ruina hasta el momento actual, con las cuentas saneadas y la perspectiva internacional, es también la persona más odiada del barrio. Y no hablamos de cualquier cosa: el barrio son dos distritos, con más población que ciudades importantes como Alicante o Valladolid.
El caso de Raúl Martín Presa, presidente del Rayo Vallecano y máximo accionista, no tiene parangón en el fútbol profesional. Cuesta encontrar un ejemplo de un dirigente al que el éxito deportivo no le haya servido para granjearse una sola amistad. Aficionados, empleados del club, jugadores y cargos del ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, propietaria del estadio, tuercen el gesto al escuchar su nombre. Es un hombre solo en mitad de la fiesta.
El enfrentamiento con la afición se remonta casi al primer día, cuando se hizo con el club de manos de la familia Ruiz Mateos aportando al menos de 900 euros. La cuestión pasaba, como en tantos otros casos del fútbol español, en asumir la deuda con Hacienda y con los jugadores que había ido acumulando la familia jerezana en silencio. No es que no hubiera ofertas por el Rayo: para 2012, el año en el que Martín Presa tomó el control, ya se barruntaba un cambio en el reparto de los ingresos por televisión del fútbol profesional, que cristalizaría tres años después en un decreto ley que dispararía el cash flow de los equipos más modestos.
Martín Presa no era un gran empresario ni un vecino del barrio, ni siquiera un aficionado del Rayo Vallecano. De ahí que una gran parte de la afición, ante la opacidad del proceso de venta, le calificaran de testaferro de la familia Ruiz-Mateos. Aún hoy perviven decenas de pintadas en el estadio con acusaciones contra el presidente que hace tiempo Presa dejó de intentar borrar. Lo poco que se sabe de su vida es por la proyección psicológica que le brota frente a los micrófonos: en pocas ocasiones deja de recordar a su padre, un empresario del que heredó el negocio familiar, una imprenta que alcanzó su cénit en los años 80. Falleció por el covid y, desde entonces, en el fondo norte del Rayo luce una enorme lona negra que dice: "Siempre en nuestro recuerdo". Va para cinco años y se ha convertido en uno de los poquísimos recuerdos públicos que quedan del confinamiento. Una lona que a punto estuvo de derribar el muro que la sostiene hace dos semanas. Tuvieron que intervenir los bomberos y el partido contra el Getafe estuvo a un paso de ser suspendido por el peligro que suponía para futbolistas y aficionados.
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Desde entonces, el desencuentro con la masa social no ha parado de crecer. La grada le pide, al unísono y en cada partido, que venda el club, a lo que Presa responde con todo tipo de artimañas, como impedir que los Bukaneros, los ultras del Rayo, introduzcan sus pancartas en el estadio, o invitando a políticos de ultraderecha que encienden los ánimos del barrio obrero por excelencia, donde Vox no alcanza el 7% del voto.
La situación es tal que Martín Presa hace años que no pasea por Vallecas. Llega en coche hasta dentro del estadio y al final del partido lo abandona, sin cruzarse con nadie. "Ojalá encontrármelo de frente, no sabes las ganas que tengo", lamenta Enrique, un aficionado a las puertas del estadio. Enrique, junto a otras 300 personas, ha pasado la noche haciendo cola para conseguir las entradas del partido de hoy. El Rayo Vallecano es el único club del fútbol profesional, probablemente de toda Europa, que no vende sus localidades online. Es una petición expresa del presidente, que lo justifica como una medida para evitar la reventa. Los aficionados sospechan, no sin razón, que es una medida más del hostigamiento al que llevan siendo sometidos más de una década. Créanme que durante una noche tirado en la acera se puede acumular mucho rencor.
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Pero la afición no es el único enemigo que se ha granjeado durante estos años. Distintos empleados y directivos del club consultados por este periódico, coinciden en que no es posible negociar con el presidente. En ocasiones, ni siquiera obtener una respuesta lógica. Al respecto, hay episodios para escribir un libro; el último, esta misma semana. Ante la tardanza en informar cuándo se iban a abrir las taquillas para el partido más importante en la historia del Rayo, el que se juega esta noche, cientos de aficionados se pusieron a hacer cola el miércoles de madrugada por si empezaba la venta sin previo aviso, como ha sucedido en más de una ocasión. A media mañana, cuando veían que no se abrían las puertas, comenzaron a llamar e increpar a empleados del club, que se dirigieron al presidente en busca de una solución. "El presidente sabía que no se iban a abrir las taquillas, pero no solo no ha dicho nada, sino que nos prohíbe a los empleados comunicar a la afición. La gente estaba cansada y enfadada, buscando una respuesta, y ha podido haber algún incidente", relatan fuentes del club. "Le da absolutamente igual".
"El presidente sabía que no se iban a abrir las taquillas, pero no ha querido decir nada"
Tal es la distancia con los aficionados, a la postre sus clientes, que los actos del centenario del club han sido organizados, en exclusiva, por las peñas. No se ha cedido el estadio ni se ha financiado ninguna de las iniciativas desde el club, que se limitó a un organizar un partido de viejas glorias, entre semana y con cinco días de aviso. "Da una lástima tremenda, porque hay dinero en las arcas y se podrían haber hecho cientos de cosas con el barrio... pero nada, el presidente no ha mostrado el menor interés en siquiera reunirse con las peñas", informan desde el club de tapadillo, recordando siempre que cualquier frase en la prensa puede sentarle mal al presidente y costarles el trabajo.
El estadio del presidenteLa gestión de Martín Presa se basa en poner todo el dinero en el primer equipo y cortar el grifo de todo lo demás. Así, el Rayo Femenino, que principios de siglo fue uno de los principales equipos de Europa, fue despojado de toda financiación de un día para otro. "Un día se nos dijo que no había más dinero, para nada ni para nadie", recuerda Anita Blanco, histórica capitana del equipo, "y hasta hoy, que las chicas hacen lo que pueden en Tercera División".
La misma suerte corrió la ciudad deportiva del equipo, en la que solo se realiza un mínimo mantenimiento del campo donde entra el primer equipo. El resto de instalaciones van degradándose sin que nadie ponga coto, hasta el punto de que algunos jugadores han sufrido lesiones por encontrarse tornillos industriales o socavones en el césped.
Campus ExperienceEn un lugar único como la Ciudad Deportiva del Rayo Vallecano en el Ensanche de Vallecas."El lugar único" 👇👇👇 pic.twitter.com/LXla1ZIsFZ
— Alberto Leva (@007Leva) May 22, 2025
Pero sin duda el caballo de batalla de Martín Presa, y que le ha acabado enfrentando con las autoridades políticas y con LaLiga, es el estadio de Vallecas. Propiedad de la Comunidad de Madrid, el presidente ha ido poco a poco despreocupándose de su mantenimiento, pese a que el convienio establece que es labor del club conservarlo en buenas condiciones. Hoy, sus aficionados tienen que lidiar con goteras, asientos sucios, escaleras en voladizo sin barandilla o unos baños propios de la Bielorrusia soviética. Más de un político ha comentado en petit comité que no quiere volver a Vallecas por el asco que le provoca el estado del palco, forrado con un césped artificial que lleva años sin limparse.
No es solo una cuestión estética: este periódico publicó en exclusiva el resultado de la inspección técnica del ayuntamiento, que arrojaba un resultado desfavorable y advertía de los peligros que corría club metiendo a catorce mil personas en un inmueble semirruinoso. Grietas en el armazón, humedades, corrosión generalizada e incluso comida podrida en el restaurante que día regentó el histórico jugador Cota y que Presa clausuró sin siquiera retirar los alimentos. Este episodio marcó un punto de inflexión en las negociaciones entre la Comunidad de Madrid y Martín Presa. Hasta ese momento escuchaban con atención lo que el presidente proponía, que no es otra cosa que construir un nuevo estadio alejado del barrio, pero su cerrazón a la hora de solventar los problemas estructurales del edificio, aunque solo fuese de modo provisional, les convencieron de que el presidente no estaba comprometido con la seguridad de sus aficionados.
La inspección es brutal: así ha dejado morir su estadio el Rayo hasta poner en peligro al hincha
Alfredo PascualDe este modo, la Comunidad de Madrid ha comenzado una serie de reformas en el estadio que pasan por tapar las grietas, cambiar las puertas, cubrir los desconchones o reformar los aseos. Una inversión menor, de en torno a 2 millones de euros, que podría haber acometido el Rayo con los más de 20 millones que tiene en caja, si bien Martín Presa se niega en redondo a gastar un solo euro en un estadio, el de la Avenida de la Albufera, que es reivindicado en cada partido por los aficionados. "Es como si te pintan la casa gratis y ni les abres la puerta a los obreros", indican fuentes del ayuntamiento.
Martín Presa es un hombre solo. Los aficionados le detestan, los empleados le desprecian, los periodistas no le dan crédito y políticos y dirigentes de LaLiga le ven como un negociador desquiciado, incapaz de ver más allá de su personalísimo proyecto. Después de cada partido, Presa aprovecha los micrófonos de la televisión para pedir un nuevo estadio o quejarse del escaso apoyo institucional que recibe. Nadie le escucha.
Esta noche, aunque el Rayo pierda y no llegue a Europa, nada podrá frenar la fiesta de un barrio vacunado contra horrores. Cuando perder partidos es la tónica, el fracaso se convierte en una piedrecita del camino. Los bares se llenarán, sonarán las bocinas por la Avenida de la Albufera y habrá baño en la fuente de la Asamblea para celebrar un año sin duda memorable. El único que no podrá celebrar, pase lo que pase, será Martín Presa, que saldrá del barrio en su coche nada más terminar el partido.