El último aguaducho de Madrid: el quiosco histórico donde saborear horchata, agua de cebada y limonada caseras

El último aguaducho de Madrid: el quiosco histórico donde saborear horchata, agua de cebada y limonada caseras

El mercado histórico junto a Madrid Río que triunfa para tapear y comer el fin de semanaEstos seis museos secretos de Madrid son gratis: dónde están y horarios de apertura

Con la llegada de la primavera, Madrid recupera uno de sus rincones más castizos y refrescantes: el quiosco de la calle Narváez 8, también conocido como el último aguaducho de la capital. Desde 1944, este pequeño puesto de bebidas ha sido fiel a una tradición que va mucho más allá de la venta ambulante: representa el sabor del verano madrileño con horchata natural, limonada casera y agua de cebada.

Cada año, entre abril y octubre, la caseta blanca y azul, situada en la acera semiesquina con la calle Jorge Juan, abre y comienza a despachar a los vecinos y clientes de toda la vida. Durante las tardes de calor, las colas no tardan en formarse y entre los habituales se encuentran rostros conocidos como Alaska y Mario, Leo Harlem, Nieves Herrero, Javier Bardem, Isabel Díaz Ayuso o José Luis Almeida, además de familias del barrio que han crecido con el sabor de estas bebidas artesanales.

Convertido en un símbolo vivo del Madrid más auténtico, el aguaducho no es solo un lugar para calmar la sed, sino una cápsula del tiempo que ha sobrevivido a la modernización del centro, a la industrialización de los refrescos y a la desaparición de más de 300 quioscos similares que llenaban las calles de la ciudad a comienzos del siglo XX. Hoy, este es el único que queda, y su historia merece ser contada.

Más de un siglo de historia familiar

Todo comenzó en 1910, cuando Francisco Guilabert y Francisca Segura llegaron desde la ciudad alicantina de Crevillente a Madrid buscando nuevas oportunidades. Eligieron un oficio muy típico en su tierra: el de horchateros. Su primer aguaducho lo montaron en la calle Cedaceros, y tras varios traslados (Plaza del Carmen, Plaza de las Cortes) lograron asentarse en 1944 en la actual ubicación de la calle Narváez. Desde entonces, cuatro generaciones han continuado con el negocio.

Miguel y Manolo, primo y tío de José Manuel respectivamente, haciendo horchata en el quiosco de la calle Narváez (Familia Guilabert)Miguel y Manolo, primo y tío de José Manuel respectivamente, haciendo horchata en el quiosco de la calle Narváez (Familia Guilabert) Miguel y Manolo, primo y tío de José Manuel respectivamente, haciendo horchata en el quiosco de la calle Narváez (Familia Guilabert)

El quiosco siempre ha sido atendido por miembros de la familia: desde los abuelos María y Manuel hasta sus hijos y nietos. Actualmente, José Manuel García López, bisnieto de los fundadores, es quien mantiene viva esta tradición, después de que su hermano Miguel se jubilase en 2023. José Manuel, que pasó su infancia ayudando a su madre entre garrafas y mostradores, gestiona hoy junto a un pequeño equipo este negocio estacional, que exige esfuerzo, constancia y mucho cariño por la herencia familiar. En 2021, José Manuel publicó un libro (Kiosko de Horchata: Familia Guilabert) con más de cien años de recuerdos y vivencias, reafirmando que el aguaducho no es solo un comercio, sino una memoria colectiva.

El secreto está en la receta

La horchata, el agua de cebada y la limonada que se sirven en el quiosco siguen una receta artesanal que apenas ha cambiado con el tiempo. Aunque ya no se elaboran sobre la acera como antaño, las bebidas se preparan en un pequeño almacén cumpliendo con los controles sanitarios actuales. La horchata se hace a base de chufa molida, mezclada con agua y azúcar, siguiendo los pasos tradicionales aprendidos de generación en generación.

La más castiza de las tres es el agua de cebada, muy popular en Madrid durante décadas. Su preparación arranca en invierno, cuando se tuesta la cebada, se cuece en agua, se deja macerar durante días y se endulza con azúcar de caña. A la hora de servirla, José Manuel suele añadirle un chorrito de limón granizado, lo que le da un toque cítrico y refrescante que recuerda a las verbenas de antaño.

Un futuro incierto sin relevo generacional

Pese al cariño que despierta, el aguaducho de la familia Guilabert no tiene garantizada su continuidad. José Manuel es el último horchatero de la saga y no hay, de momento, un heredero claro para recoger el testigo. Aunque su hija Nuria ha echado una mano algunos veranos, su dedicación no parece orientada a perpetuar el negocio familiar, aunque tienen incluso cuenta de Instagram​.

Regentado por la familia Guilabert, originaria de Crevillente (Alicante), el último aguaducho de Madrid celebra este 2025 su temporada 81

Tras la jubilación de Miguel y con José Manuel acercándose a la edad de retiro, el quiosco podría cerrar para siempre dentro de unos años. Un cierre que no solo supondría la desaparición de un puesto de bebidas, sino la pérdida de un trocito de la historia madrileña que cada verano ayuda a calmar la sed con sabor a tradición.



    Publicar un comentario

    Artículo Anterior Artículo Siguiente

    Formulario de contacto