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Desde su estudio en un antiguo garaje convertido en taller en la zona del antiguo Palacio de los Deportes, Javier de Juan (Madrid, 1958) sigue creando sin descanso, sumergido en una producción inabarcable que cruza formatos, lenguajes y décadas. Su lugar de trabajo es un fiel reflejo de la singularidad de todo aquello que brota de su cabeza: desbordante, lleno de ideas, bocetos, carteles, dibujos, esculturas y fotografías inventadas.
De formación arquitecto y por vocación dibujante, ilustrador, pintor, cartelista y diseñador. De Juan ha trazado durante más de cuatro décadas una línea personalísima que combina crítica, elegancia, sentido del humor y amor por Madrid. Su trazo es inmediato y reconocible. Como señala Julieta de Haro, comisaria de su exposición actual, "es un dibujo en movimiento, pero muy elegante". Esa figura humana que puebla su obra tiene una gestualidad única, una energía que conecta con el espectador desde la primera mirada.
Un trazo que define una época en la exposición Javier de Juan en el corazón de la ciudad, comisariada por De Haro y abierta hasta el 19 de octubre en el Museo Nacional de Artes Decorativas, y que recoge esa vastedad de registros y soportes. Pero, sobre todo, permite entender que para Javier de Juan no hay distinción entre el arte y el diseño. "Se enfrenta a un cartel igual que a una obra", afirma De Haro. Si necesita una tipografía, la dibuja; si busca un color, lo inventa. Todo parte de él, sin filtros ni terceros.
El recorrido comienza con una declaración de principios: una escultura en 3D, la primera de cuerpo entero que realiza, acompañada de audiovisuales de sus figuras actuales, casi cyborgs, reflejo del presente digital que habitamos. Después, los cuadernos de artista. "Ahí está todo", apunta De Haro. "Lo que está en los carteles, en los logos, en las camisetas, ya estaba en esos cuadernos".
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La exposición se despliega como una casa habitada por imágenes. Hay sillones y mesas con sus dibujos estampados, una instalación que evoca cómo su obra ha estado en muchas casas. En sus palabras: "El objetivo final era ser parte del espacio y del tiempo que nos ha tocado compartir". No se trataba solo de ser artista, sino de existir en la realidad colectiva.
Este Javier de Juan total, múltiple, pero con una coherencia férrea, es el que propone esta muestra. Un creador que lleva décadas dialogando con la ciudad desde todos los frentes: desde las portadas de revistas hasta los murales, desde los logotipos hasta los libros, desde el cartel hasta la novela gráfica digital. Un artista que sigue siendo contemporáneo, incluso cuando redescubre una obra que hizo a los dieciséis años y todavía funciona como si la hubiera hecho ayer.
Una exposición que lo contiene todo Javier de Juan en el corazón de la ciudad es una inmersión en un ecosistema visual único, estructurado por Julieta de Haro en torno a un principio claro: mostrar la coherencia creativa de un artista que ha hecho de todo sin dejar de ser siempre el mismo. "Cada cartel, cada logotipo, cada cómic, cada objeto... todo tiene su trazo, su ritmo, su mirada", señala la comisaria.
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El recorrido no es cronológico, sino sensorial. La columna vertebral de la muestra son los carteles: más de 150 en el archivo del artista, de los que se exponen 49, acompañados de sus dibujos originales. La sala central se plantea como un horror vacui que subraya la potencia y la cantidad de imágenes. Hay carteles de conciertos, de campañas públicas, de teatro, de cine, de exposiciones, desde los años ochenta hasta hoy. Algunos son tan actuales que podrían haber sido hechos hoy mismo. "Hay carteles no han envejecido nada, siguen siendo contemporáneos", afirma De Haro.
Más allá del diseño, están los cómics y las novelas gráficas. Desde Sic Transit, considerada una de las primeras novelas gráficas españolas, hasta su trabajo más reciente sobre inteligencia artificial, Tiempos raros. También se incluye Es el apocalipsis, una novela gráfica en formato web publicada durante la crisis económica. "De nuevo se adelanta a algo que luego se convierte en tendencia, sin saberlo", explica la comisaria.
Cada sala articula una parte de ese universo. Hay logotipos dibujados a mano, revistas, portadas de discos, obras aplicadas a objetos. Hay elegancia gráfica. "No hay una sola tipografía prestada en su obra. Todo lo crea él", subraya De Haro. En su conjunto, la exposición no separa el arte del diseño ni la alta cultura del objeto cotidiano. Propone una visión amplia, generosa, de lo que puede ser un artista.
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Abraham RiveraLa comunidad como forma de vida. Hablar de Javier de Juan es hablar de una generación. De una comunidad artística que en los años ochenta redefinió los vínculos entre arte, ciudad y contracultura. En esa escena, De Juan fue figura clave, junto a nombres como Ceesepe, Borja Casani, Alberto García-Alix, Sigfrido Martín Begué o Carlos Berlanga. Algunos ya no están, como recuerda Julieta: "De aquel grupo original, en el mundo de las artes plásticas, ya quedan pocos".
Esa comunidad no era solo una red de colaboración, era una forma de estar en el mundo. "La movida no se entiende sin un concepto de comunidad", afirma la comisaria. Y De Juan fue uno de sus grandes vertebradores. Participó activamente en revistas como El canto de la tripulación, donde compartía espacio con músicos, escritores y fotógrafos. "Hicieron un grabado, Pura vida, para financiar el primer número. Era arte para sostener un proyecto colectivo", señala.
En la exposición, hay una sala dedicada a ese espíritu compartido: objetos, camisetas, cazadoras, anillos diseñados como símbolos de grupo. Algunos vinculados a Los Gatos, un grupo de amigos moteros con seña de identidad propia. "La comunidad era muy creativa y muy vital", explica De Haro. "Emprendían aventuras juntos: publicaciones, viajes, arte."
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La dimensión editorial fue clave. De Juan trabajó con publicaciones como La Luna, Madrid me mata, Madriz, o incluso fanzines más marginales. "La revista Madriz surge entre todos, y muchos de sus diseños de portada nacen directamente de obras suyas", apunta la curadora. Ese híbrido entre obra artística y soporte de comunicación es otra constante en su carrera.
Lo gráfico como forma de militancia. Lo visual como lenguaje común. La exposición se encarga de narrar mucho más que una trayectoria individual. Y recuerda que, aunque muchas de esas revistas, sellos y artistas ya no estén, la herencia estética y ética permanece. "Había humor, armonía, complicidad. También había precariedad, pero sobre todo ganas de hacer cosas juntos", señala De Haro.
Madrid como escenario, materia y personaje. Ningún otro lugar podría contener mejor la obra de Javier de Juan que Madrid. La ciudad no solo ha sido su entorno vital: ha sido materia plástica, marco de referencia y personaje constante. Como señala Julieta de Haro, "las ciudades que pinta Javier tienen movimiento, están vivas, aunque no haya coches ni personas ni vegetación. Son ciudades emocionales, atravesadas por la subjetividad".
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Abraham RiveraEn sus representaciones urbanas, la arquitectura no es fondo, es protagonista. Lo que importa no es la fidelidad a la perspectiva, sino las "circulaciones", como él mismo las llama: recorridos mentales, trazos que marcan una relación afectiva con el espacio. Madrid aparece como un mapa afectivo, lleno de caminos abiertos.
La ciudad está presente en sus cómics, en sus murales, en los carteles que llenaron paredes públicas y privadas durante años. Está en las portadas de Madrid me mata, en los diseños para el Ayuntamiento, en las postales y camisetas que circularon entre generaciones. De Juan ha sido, en gran medida, cronista visual de los cambios de Madrid.
Incluso el propio museo parece aludir a esta relación. El Museo Nacional de Artes Decorativas se convierte en la casa ideal para este artista que ha habitado tantas casas a través de su obra. "Queríamos que se entendiera que Javier ha estado en la vida cotidiana de muchas personas", concluye De Haro. Un artista que ha conseguido conectar con lo inmediato, lo público y lo común.