Costaleros de Sevilla: el esfuerzo invisible que sostiene sobre sus hombros la Semana Santa

Costaleros de Sevilla: el esfuerzo invisible que sostiene sobre sus hombros la Semana Santa

En la Semana Santa de Sevilla todo parece estar a la vista: las imágenes majestuosas, el incienso, las marchas procesionales, los aplausos y la emoción en los rostros. Pero hay una parte que permanece oculta: el trabajo de los costaleros, los hombres que, bajo el paso, cargan literalmente con la Semana Santa sobre sus hombros. El mundo que se esconde bajo los pasos es reservado y especial, un universo humano que se mueve entre el silencio, la hermandad y el sacrificio compartido.

Iván Campos, sevillano y padre de familia, es costalero desde hace 25 años. Este abril cumple un cuarto de siglo bajo el paso. “Cuando llega la Semana Santa, mi cuerpo lo sabe. Ya estamos viendo los pasos en la tele, comiendo torrijas o garbanzos con langostinos, y mi cabeza ya está en la calle”, explica.

Junto a la de los costaleros, la figura del capataz es una de las más determinantes en la estructura invisible de la Semana Santa. Antonio Hierro lo sabe bien. Hijo de uno de aquellos costaleros profesionales que trabajaban en la legendaria cuadrilla de los Ariza —cuando cargar un paso era un oficio remunerado y no un acto de fe—, Hierro ha heredado un legado que no solo ha respetado, sino que ha elevado.

Iván Campos con los hermanos costaleros de la hermandad de 'Los Negritos'. (Cedida)Iván Campos con los hermanos costaleros de la hermandad de 'Los Negritos'. (Cedida) Iván Campos con los hermanos costaleros de la hermandad de 'Los Negritos'. (Cedida)

Desde hace más de cuarenta años, saca el Cristo de las Tres Caídas de la Hermandad de San Isidoro y, cada Jueves Santo, el imponente Cristo de la Fundación de los Negritos. Ha estado abajo, lo conoce desde dentro, pero hoy dirige desde fuera, marcando el ritmo, seleccionando a los hombres y sosteniendo, en silencio, la dignidad del oficio.

Antes de que un paso toque la calle, todo comienza con la igualá. Es el primer encuentro, el primer filtro. Se ajustan fajas, se miden alturas y se alinean voluntades. En este acto, a medio camino entre ensayo y ceremonia, el capataz evalúa qué hombres están preparados y cuáles no.

“Si alguien no está en condiciones, hay que decirle que no. No puede haber fisuras”, explica Hierro. El capataz lo tiene claro: su misión no es solo marcar el ritmo o dirigir la cuadrilla, sino garantizar que todos estén física y mentalmente a la altura. “Aquí no vale con querer. Hay que estar bien, respetar el sitio del compañero. Si uno ocupa el hueco de uno y medio, perjudica al de al lado. Y eso puede acabar en lesión”, subraya. Además, la carga no es menor.

Dinero cobrado por la cofradía Semana Santa 1960. (Mariano López)Dinero cobrado por la cofradía Semana Santa 1960. (Mariano López) Dinero cobrado por la cofradía Semana Santa 1960. (Mariano López)

Cada costalero soporta unos 58 kilos, en función del paso. En los que tienen la cruz que baja hasta el suelo, el número de costaleros es de 29. En los que no, sube a 30. Pero hay pasos más grandes, con estructuras más pesadas, que pueden llegar a movilizar entre 50 y 60 hombres.

Campos hace también una distinción clave entre los estilos de los pasos: “Hay pasos que se hacen con baile, con ese andar acompasado y estético que busca el aplauso. Y hay otros, como los de silencio, donde lo que prima es el recogimiento absoluto. En ambos, el esfuerzo es el mismo, pero la vivencia cambia mucho”, apunta. Una coreografía exacta, silenciosa y medida al milímetro.

Ahí dentro, cada uno vive la experiencia de forma distinta. Algunos rezan, otros se concentran en el silencio. Campos es de los que empujan, de los que dan voz. “A mí me gusta animar. Si alguien necesita unos segundos para ponerse el costal, yo estoy ahí, pongo mi hombro. Me gusta que todos vayamos juntos”, confiesa. La comunicación es mínima, pero poderosa. Un leve golpe, un roce, una respiración compartida: eso basta para entenderse.

Ensayo Semana Santa de Sevilla. (Mariano López)Ensayo Semana Santa de Sevilla. (Mariano López) Ensayo Semana Santa de Sevilla. (Mariano López)

Y la conexión que se crea durante esos días no se rompe cuando acaba la Semana Santa. Campos insiste en que “esto no es solo una semana al año”. Durante el resto del calendario, los costaleros organizan convivencias, comidas, encuentros. “Nos vemos fuera. Hacemos por mantener el contacto, por cuidarnos. Esto es una hermandad de verdad”.

El desahogo tras el esfuerzo. Cuando el paso se recoge, y la música calla, llega lo que muchos consideran el momento más auténtico. “Hay lágrimas, hay abrazos. Hay gente que se rompe. No por debilidad, sino por lo vivido”, dice Campos. Es el final de una jornada intensa, no solo en lo físico.

Las horas de entrega, el recuerdo de los que faltan, la fe sostenida en cada zancada… todo estalla en un solo gesto. A veces se ha rezado por un familiar enfermo, a veces se ha ofrecido la 'levantá' por alguien que ya no está. "Y cuando se baja el paso, se suelta también el alma", afirma.

Costaleros de la hermandad de 'Los Negritos' se fotografían con el obispo durante el transcurso de un paso en el Covid Costaleros de la hermandad de 'Los Negritos' se fotografían con el obispo durante el transcurso de un paso en el Covid Costaleros de la hermandad de 'Los Negritos' se fotografían con el obispo durante el transcurso de un paso en el Covid

La mayoría de costaleros son sevillanos. Campos calcula que alrededor del 90%. Pero también hay quienes vienen de fuera: de Málaga, de Galicia, de Bélgica, incluso. La llamada de la Semana Santa traspasa fronteras. “Pero la de Sevilla tiene algo especial. No se puede explicar. La gente quiere venir”, asegura.

Y bajo el paso no hay distinción social. Coinciden empresarios con repartidores, policías con parados, estudiantes con jubilados. “Yo por ejemplo soy repartidor, pero todos estamos aquí por lo mismo. Por Cristo. Por lo que llevamos arriba. Y ahí, todos somos iguales”, resume Campos. “La finalidad de todo esto es Él”, añade. “Lo primero es la fe. Lo demás, la forma física, la técnica, todo eso viene después”.

Emoción entre los costaleros tras finalizar un paso. (Mariano López)Emoción entre los costaleros tras finalizar un paso. (Mariano López) Emoción entre los costaleros tras finalizar un paso. (Mariano López)
La mirada de Mariano López Montes

Para entender cómo ha cambiado esta figura en las últimas décadas, hay que escuchar a quien ha estudiado su evolución de forma rigurosa. El médico y antropólogo Mariano López Montes ha sido costalero durante más de treinta años. Pero además, fue pregonero de la Semana Santa y autor de una tesis universitaria sobre el mundo del costalero, donde combinó su formación sanitaria con la antropológica.

“Antes, el costalero era asalariado. Se le pagaba por sacar los pasos. Hoy todos son hermanos. Lo que antes era un trabajo, ahora es una ofrenda”, explica. López Montes destaca que este cambio no solo ha dignificado la figura del costalero, sino que le ha dado un componente profundamente espiritual. “Bajo el paso, ya no se carga solo madera: se carga historia, comunidad, memoria y fe”.

Años 50 cofradía de la Candelaria. (Mariano López)Años 50 cofradía de la Candelaria. (Mariano López) Años 50 cofradía de la Candelaria. (Mariano López)

Ese tránsito de lo físico a lo espiritual, de lo laboral a lo devocional, resume perfectamente lo que significa hoy ser costalero en Sevilla. No es un rol. Es una forma de vivir la Semana Santa desde dentro. Desde lo más profundo. Desde donde nadie ve, pero todos sienten.



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