Una comida que salva vidas. Fuera de Carta es el restaurante de la escuela de la Asociación Norte Joven. En la entrada del recinto, dos jóvenes camareros reciben a los comensales, en su mayoría oficinistas y empresarios, a las 14.30. Es jueves y el menú del día consiste en una crema de calabacín, un arroz con setas y un cremoso yogur con frutos rojos que llevan toda la mañana preparando en la cocina de la planta baja del recinto. El almuerzo ha sido preparado por alumnos que reciben formación como ayudantes de cocina. Del servicio en la sala se han encargado los futuros camareros, también formados en la entidad. Todo funciona en perfecta sincronía. Los jóvenes aprendices van uniformados, con un delantal blanco que hace que los alumnos se metan en el papel. Con vistas a las Cuatro Torres (calle Ribadavia, 20), desde el barrio del Pilar se cocina mucho más que arroz. Se están creando sueños y la posibilidad de un futuro, algo que muchos antes de entrar a la cocina habían perdido.
Karamuco, de 20 años, llegó de Costa de Marfil hace poco más de dos años a Madrid. Los últimos meses los ha pasado en la escuela de cocina. El cocinero tiene memorizadas un montón de fechas, entre ellas, el tiempo que lleva legal en el país. “Me cambió la vida, salí huyendo de problemas familiares y ahora he encontrado lo que quiero hacer en la vida: cocinar”, asegura el joven chef con una sonrisa de oreja a oreja mientras termina de preparar la costilla para el arroz.
A su compañera Botaina, de 18 años, lo que más le gusta de la cocina es preparar los postres. “Una asistenta social me recomendó venir aquí y ya llevo dos años”, cuenta. Antes de llegar a la escuela, se había tenido que tomar un año sabático por problemas personales. “Gracias a haber encontrado un propósito como la cocina, he podido recuperar las riendas de mi vida”, cuenta orgullosa. Aunque confiesa que a ella lo que realmente le gustaría sería estudiar psicología. Lo que más valora Botaina es haber aprendido a trabajar en equipo y practicar el don de la compresión. “Aquí toda la comida la hacemos entre todos”, explica.
La Asociación Norte Joven nació en 1985 de la mano de personas voluntarias que querían ayudar a los chavales del poblado dirigido de Fuencarral-El Pardo que habían abandonado los estudios y contaban con pocas alternativas de futuro. “La propuesta de intervención que generaron incluía el aprendizaje de un oficio, formación para completar la escolarización básica y sesiones para la adquisición de habilidades sociolaborales”, asegura su directora. Casi cuatro décadas más tarde, han crecido mucho, pero el objetivo sigue siendo el mismo.
Norte Joven promueve el desarrollo personal y la integración sociolaboral de personas en situación de desventaja social, en especial jóvenes. Y lo hace a través de su formación, del acceso al empleo y de la sensibilización de la sociedad. Desde su fundación, Norte Joven ha beneficiado a más de 12.000 personas, según datos de la asociación, que tiene tres centros de enseñanza en la Comunidad de Madrid: Fuencarral, Villa de Vallecas y Alcobendas.
Desde Norte Joven se gestionan alianzas con restaurantes y empresas de hostelería para completar con prácticas profesionales la formación del alumnado, además de fomentar contratos de trabajo en un sector que demanda cada vez más profesionales. “Muchas empresas colaboran con nosotros para hacer sus eventos en nuestras instalaciones y así apoyar nuestra iniciativa, mientras que los empresarios cierran sus negocios”, asegura su portavoz.
Formación para la vida
Además de ofrecer clases de cocina, los jóvenes también pueden aprender carpintería, fontanería y electricidad. “Son oficios prácticos que les dan una salida laboral y un lugar en donde encontrar su vocación”, asegura su portavoz.
Triana, de 17 años, muestra orgulloso cómo él solo ha podido construir toda la instalación eléctrica de la cocina de una vivienda en nueve horas. “Me gusta mucho poder descubrir de lo que soy capaz”, dice. Al año, se gradúan 34 electricistas de Norte Joven.
“Nuestra primera labor es ayudar a reconstruir a las personas que llegan”, asegura la portavoz. Después de eso, el alumno puede escoger alguno de los programas, acabar además la educación de la ESO o hacer un FP. “Cada vez tenemos más alumnos extranjeros, por lo que hemos empezado a dar clases de español para ayudar a los jóvenes a aprender más rápido la lengua y que así se puedan integrar más fácil en la sociedad”, explica. La mayoría de los alumnos tienen entre 16 y 29 años.
Una vez superado el miedo, controlado el idioma, encontrada su vocación y concluidos sus estudios, están listos para empezar a disfrutar de todas las posibilidades que les ofrece una ciudad como Madrid.
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