Juanma Moreno, Manzanita, siete portales y 500 vecinos… el "encargado" de Málaga se jubila

Juanma Moreno, Manzanita, siete portales y 500 vecinos… el

Niños, muchos niños, más niños. Una chiquillería imparable. De todas las edades corriendo, saltando, jugando. Eran 100 niños entre 3 y 15 años.

¿Pero esto qué es? ¿Dónde he venido a trabajar? ¡Si esto parece un colegio!

Paco Martos recuerda con detalle aquel 1 de octubre de 1986, el primer día que empezó su tarea en el edificio Arcadia. Él pensaba que habría niños, pero no tantos. ¿Y yo qué hago ahora?, se preguntó. La zona de recreo de Arcadia, de gris limón, se divide en tres partes que Paco organizó según las edades de los menores. Un gran patio central, con desniveles, donde en algún verano loco, de hormonas indomables, se jugó al beisbol con raquetas de tenis de madera y con las cuerdas sin tensar. En el patio techado las niñas jugaban al elástico o al hula hoop, y en el de atrás había varios partidos de fútbol a la vez, se practicaban tiros imposibles en canastas de baloncesto sin red y colgadas en una pared y algunos jugaban a las canicas o a las chapas imaginando a sus ídolos de la Vuelta Ciclista.

Paco, de 64 años (cumple 65 en febrero), se jubiló el pasado viernes tras 38 temporadas trabajando de conserje en Arcadia y 43 cotizados en total, uno de los edificios más emblemáticos del centro moderno de Málaga que posee una extensión de zonas comunes de 1.000 metros cuadrados. Son 160 viviendas y viven unos 500 vecinos —siete portales de diez plantas cada uno con muchas oficinas convertidas en pisos—, en este edificio ubicado en la calle Ingeniero de la Torre Acosta, frente al Puente de las Américas. De terrazas semicirculares y fachada de color arena verdoso, está situado entre las populares zonas de Haza de Cuevas y Las Chapas y las construcciones de sobresaliente arquitectura contemporánea de la Prolongación de la Alameda.

Edificio Arcadia. (A. R.)Edificio Arcadia. (A. R.) Edificio Arcadia. (A. R.)

Los padres eran muy jóvenes, de 30 años de media. Los primeros vecinos llegaron a finales del invierno de 1982 en una zona con algunos descampados. Había niños y niñas que saltaban alambradas rotas, muros y se subían a azoteas prohibidas para recoger balones perdidos, juegos de pilla-pilla y de escondite, de proyección de películas en Súper 8 de ‘Tom y Jerry’, ‘Billy el niño’ y ‘El gordo y el flaco’ para todo el vecindario en la época en la que el artista Manzanita, el de la canción ‘Y un ramito de violetas’, tenía su piso en Arcadia y que luego vendió.

Paco arrancó su labor en el edificio con 25 años. Había sido empleado eventual, por temporadas, en el almacén de carga y descarga de camiones de la fábrica de Cervezas San Miguel en Málaga y aspiraba a ser el conserje. Para los más seriófilos sería una suerte de “el encargado”, como se dice en Argentina y en España ya se conoce este nombre gracias a la magnífica interpretación de Guillermo Francella del conserje Eliseo Basurto en la ficción del mismo nombre. La comparación de Paco con Eliseo es utópica, nada que ver la serie argentina con la realidad malagueña, pero sí es verdad que ambos coinciden en su amplísimo conocimiento de los vecinos: Paco guarda tesoros de información de su “familia”, como él llama a los habitantes del planeta Arcadia.

Lucía Franco

Envió el currículo en 1985 y tardó un año en incorporarse. Juan Moreno y María Bonilla, los padres de Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, compraron un piso en Arcadia y regentaban una droguería-perfumería en el primer local nada más salir a la derecha del portal principal. En la trastienda, Lola, su hermana mayor, impartía clases de baile a las niñas del edificio, entre ellas a su hermana pequeña, Cristina. Juan era el hombre tranquilo, pausado, reflexivo; María, la relaciones públicas, muy viva y siempre dispuesta para la charla mucho más allá del saludo y del buenos días, buenas tardes. Cuando Juanma Moreno empezaba a acumular cargos de representación estudiantil y político, Juan le decía a Paco:

—Este niño lo coge todo. Este niño va para político.

—Te digo que tiene madera, se le ve — contestaba el conserje.

Cuando lideró las Nuevas Generaciones de Málaga antes de tomar las riendas de las NNGG de toda España, Paco le dijo a Juan: “No te digo yo, este se nos pone de presidente”. La profecía del conserje de Arcadia se cumplió.

El padre de Juanma Moreno falleció en enero de 2014. En la Iglesia de Santa María de la Amargura, frente al Colegio Pablo Ruiz Picasso, se concentraron una fría noche, era viernes, vecinos de Arcadia de aquel momento e históricos de la década de los ochenta. “Fue un día muy triste para mí. Juan era un gran amigo”.

Carlos Rocha. Sevilla

Con el padre de Juanma Moreno compartió Paco momentos muy cómplices, algunos tan duros como la tarde del 15 julio del año 2000 cuando ETA asesinó al concejal José María Martín Carpena, a escasos tres minutos a pie de Arcadia. Temeroso de que en el edificio viviera alguien próximo a la banda terrorista, Juan le animó a Paco a conocer con exactitud quiénes eran los alquilados, saber de dónde venían y qué hacían en Málaga. Un servicio de investigación rudimentario, de aficionados, pero bien efectivo. A los que no sabían quiénes eran o cómo se llamaban —algo raro en él, que no se le escapan los nombres — les preguntaba dónde vivían. El asunto era descartar alguien próximo a ETA.

“Paco ha sido para mi generación una especie de hermano mayor o padre. Es didáctico y tiene un gran instinto protector. Conserva la cultura popular de su pueblo, del interior de Málaga. Proyecta dulzura, compasión, cariño, y siempre es amable, con una sonrisa y predisposición positiva, que eso es algo de agradecer”, señala a El Confidencial el presidente de la Junta de Andalucía.

Juanma Moreno llegó a Arcadia con sus padres cuando tenía 13 años. “Entonces ya había verdaderas pandillas y a mí me sirvió mucho para socializar”. Allí, en el patio de atrás, se empezó a aficionar al baloncesto practicando en la canasta. En política el edificio agrupó a jóvenes cachorros ‘populares’. "Incluso se llegó a hablar de los ‘arcadianos’ como vecinos como Mariví Romero o Fran Oblaré", dice Moreno a este diario. Ambos son íntimos amigos de Moreno y tuvieron luego y mantienen puestos de responsabilidad en el PP local y luego andaluz.

Paco Martos. (A. R.)Paco Martos. (A. R.) Paco Martos. (A. R.)

El presidente de la Junta actuó en la Noche de San Juan de 1987 con su grupo ‘Parálisis psíquico’ en el patio de Arcadia, en la verbena de arranque del verano que organizaban los vecinos. Moreno era el vocalista del grupo e interpretó canciones de Loquillo como el ‘Cadillac solitario’.

El conserje se anima con la conversación. Quiere contar una cosa. Como en cualquier gran edificio, ha pasado de todo. Hace algún tiempo, durante apenas unos meses, en una vivienda hubo algo parecido a una casa de citas. Y también hace años un vecino estaba implicado en la droga. La pareja que se dedicaba al trapicheo tenía la habitación alquilada a un chico. Un día, al entrar al garaje, se le cayeron las llaves. Al agacharse, Paco observó que llevaba una pistola. Tomó el número de matrícula del coche y llamó a la Policía. Un amigo suyo de la policía le había avisado: “Si ves algo raro, sea lo que sea, llama”. Y así hizo el conserje. “He visto una cosa extraña”, advirtió. Esa pistola.

La Policía llegó a Arcadia y examinó la matrícula del vehículo. Al rato le dijeron: “Paco, no digas nada. Es un infiltrado de la Guardia Civil que estaba durmiendo con ellos”. El sospechoso cada vez que pasaba por la portería de Paco sonreía, un guiño. Al poco tiempo, detuvieron a la pareja y de ellos nunca más se supo.

Como en cualquier gran edificio, ha pasado de todo. Hace tiempo, durante unos meses, en una vivienda hubo algo parecido a una casa de citas

“Lo pasé muy mal con el loco”, dice Paco, casi con un gesto temeroso que aparece en su rostro, algo agobiado mientras pasea estos recuerdos. “El loco” intentó apuñalar al conserje varias veces. “El loco” rompía cosas, no solo de su casa, sino de la comunidad, como las jardineras, daba portazos, y tenía “unas compañías malísimas”. Tenía esquizofrenia y “al primero que pillaba nada más salir de su casa era a mí”.

Paco le denunció dos veces a la policía, pero “el loco” seguía a lo suyo. Un día, sobre el mediodía, estaba Paco repartiendo las cartas a los buzones e hizo como si pasara de largo para su casa, pero se ocultó en una columna. Tenía escondido un punzón para pincharle. Lo que no sabía es que Paco tenía un destornillador metido en la cintura porque ya no se fiaba del temible vecino. Cuando se fue directo para Paco, el conserje le cogió de la cabeza y arrastró a “el loco” hasta la panadería de Carmen, que estaba donde había estado antes la droguería del padre de Juanma Moreno.

En la panadería, Paco amenazó con meterle la cabeza en el horno. “Se acabó el problema. Ya no se metió más conmigo”, dice. Ahora, “el loco” está recuperado de su enfermedad. Es celador en un hospital público de referencia. Y de vez cuando va a Arcadia y se funde en un abrazo con Paco. “Ay, lo mal que te lo hice pasar”, reconoce con pena el exloco.

Paco Martos se va, pero en realidad seguirá en Arcadia porque el sucesor es su hijo

Paco Martos se va, ya se ha ido de modo oficial, pero en realidad seguirá en Arcadia porque el sucesor es su hijo. Se llama Carlos. Tiene 34 años y hace poco más de un mes, tras anunciarle su padre que se jubilaba, Paco le preguntó si no había pensado que su trabajo sería un buen empleo para él.

Ahora faltaba plantear la propuesta al administrador y luego al vecindario. Había otro cuatro candidatos para el puesto y Carlos Martos ganó por abrumadora mayoría. Al final de la votación, Paco apareció por la sala de la Mezquita, el edificio que está al lado de Arcadia y que se inauguró hace un cuarto de siglo, y donde se celebraba la asamblea, para agradecer los votos y decir, con nervio, con la voz trémula: “Sois mi segunda familia”. La mujer de Paco ha trabajado muchos años en una empresa del sector de la limpieza y Paula, su hija, de 40 años, es periodista de formación y trabaja en el departamento de Recursos Humanos de una empresa.

Carlos, al igual que lo ha hecho su padre durante casi cuatro décadas, empezará el trabajo a las ocho y media de la mañana revisando los ascensores por si hay alguien atrapado o existe una avería. Examina 15 ascensores (son dos por portal, más el que da acceso desde el patio al garaje). Ahora se estropean muy poco, pero al principio fallaban casi a diario. La mayoría de las averías se debe a su mal uso, sobre todo, por dejar las puertas abiertas. También porque cuando entran los carritos de bebé en el habitáculo golpean la célula del ascensor que detectan un obstáculo y no se cierra la puerta.

Paco Martos y su sucesor, su hijo Carlos. (A. R.)Paco Martos y su sucesor, su hijo Carlos. (A. R.) Paco Martos y su sucesor, su hijo Carlos. (A. R.)

Tras examinar los ascensores, llega el turno de los motores de agua. Hay que comprobar que tengan la presión de agua suficiente. La máxima es de siete kilos por centímetro cuadrado y la mínima es de cuatro y medio. El sistema va por calderines, mitad agua y mitad aire. Paco los revisa a diario.

Luego toca limpiar la entrada del edificio, el portal principal y el patio. Primero barrer, luego fregar y cada día hay que quitar las huellas de los cristales. Más tarde repartir las cartas y atender la paquetería, que se ha endiablado en los últimos años con las empresas de mensajería. Mientras tanto, atiende a los vecinos. Por eso para culminar las tareas de limpiar, fregar y estar pendiente de las cartas puede tardar una hora… o tres horas, en función de los propietarios que se bajan a la conserjería de Paco o le buscan por el patio para echar un rato con él.

Ejerzo de psicólogo”, admite en una mezcla de orgullo y resignación de que ese también es su trabajo. Porque hay muchas personas mayores que no tienen nada que hacer. Están solos y se quejan de que su hijo no va a verlo o que no les llega la pensión. Y luego los dolores. “Me duele aquí, me duele allí; me tienen que operar”. Son las frases que más le ‘lloran’ a Paco, que escucha y anima mientras saluda al vecino que llega de la calle o entra despistado al portal en búsqueda de alguien. Incluso hay quienes le cuentan cosas más íntimas: “Mira lo que me ha hecho mi marido. Paco, y qué voy a hacer yo sin ti”.

Lola García-Ajofrín

Paco también permitió que dos amantes se pudieran despedir sin verse. Ella le escribió a él, vecino de Arcadia, una carta de amor cuando él estaba en el lecho de muerte y en cuidados paliativos. Paco pidió permiso a la familia por si podía hablar con él, a solas, con la excusa de que quería despedirse. En realidad Paco era el mensajero de la amante del moribundo. Le entregó la carta y el hombre empezó a llorar al leer la carta. Luego le pidió a Paco que la rompiera delante de él. Se abrazaron y un día después murió el vecino. La amante supo que Paco había cumplido “la misión” y se abrazó también al conserje. Un intermediario de abrazos, confidencias y amor.

No solo mayores. Esos niños, que ahora son tan pocos (de 100 a apenas 10 en 38 años) por la caída de la natalidad y el envejecimiento de los propietarios de Arcadia, han llorado porque Paco se va. “Es que los he criado”, se enorgullece. Es más, hay algunos niños, relata, que en vez de decir mamá o papá dicen “Paco”. Recuerda el conserje a un niño autista que iba a un gabinete de psicología que había en el edificio. Se encaprichó con un lapicero que tenía en la conserjería. El niño se lo pidió y lo tenía en su mesita de noche. “Si yo no estaba en la entrada, el chiquillo no entraba. Me saludaba y me daba un beso”. El niño ya es mayor de edad y ha ido expresamente a verlo tras acabar su carrera universitaria.

“¡Hola, Mariano! Ahora voy para allá. Bueno, vale, ahora nos vemos”. Paco recibe continuas llamadas de móvil de vecinos que quieren tomarse una caña antes de irse. Son las 19 horas del 27 de diciembre y Paco Martos va a los contenedores a tirar la basura. Delante del árbol de Navidad saluda a los vecinos que le dicen: “¿Hoy es tu último día? Oficialmente sí, pero vendré el lunes y más días”. La gente sale abrigada del portal. “Paco, ¿cuándo era tu homenaje?”.

Paco regresa ahora a vivir a Ríogordo, donde nació. La última tarde de conserje, vio el imponente edificio Arcadia y dijo: “Pues me tengo que despedir de esto”. Tenía varios nudos circulando por su estómago en los días y horas finales. Sabía que el lunes 30 volvería al edificio para estar pendiente del primer día en solitario de su hijo, pero se acababa una etapa. “Yo le dejo ahora las llaves a mi hijo y ya vendré de visita”, dijo el viernes al salir del edificio. Ayer dejó a su hijo solo por la tarde. “Estoy haciendo el rodaje”. Todavía no se lo cree.



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