Entre los balcones de las casas de Ainhoa y de Nacho hay exactamente 65 metros. Es lo que miden los doce carriles de la M-30 que los separan, que en realidad son un mundo. Porque, aunque Ainhoa (abogada) y Nacho (ejecutivo en una aseguradora) tienen unos ingresos parecidos y viven en la misma calle, Valderribas, ella pertenece a Puente de Vallecas, el segundo distrito más pobre de la ciudad, y él a Retiro, siempre en el podio de los potentados de Madrid.
"Te diré que cada mañana me tomo el café mirando a las casas del otro lado, pero todavía no he cruzado. No es por nada, solo que no veo qué puede haber en Vallecas que no tenga en el barrio", dice Nacho a este periódico. Alquiló la casa, junto a su pareja, por 1.400 euros en 2018; ahora vive con el miedo de que la renovación del contrato venga con una fuerte subida. Al otro lado, Ainhoa paga 780 euros por un piso similar... solo por dentro. "Una cosa es la casa y otra la zona. ¿El del otro lado tiene esto?", dice Ainhoa, señalando a varias personas sintecho que se arremolinan en bancos bajo su balcón. "¿Sabes que en este parque, que está completamente olvidado de la mano de Dios, hay una plaga de conejos? A veces se juntan ratas y conejos, se dedican a perseguirse. Hace años que no puedo soltar a mi perro cuando lo bajo, porque ve un animalillo de estos y echa a correr detrás. Aquí los problemas no se arreglan", lamenta. No obstante, también teme a una subida del alquiler inmediata.
Para crecer, las ciudades necesitan muchas cosas, pero sobre todo ladrillos y cemento. Durante la primera mitad del siglo XX, gran parte de los materiales que consumía Madrid llegaban a través de este vector. "El camino de Valderribas, o la calle Valderribas, según la parte de la que hables, es originalmente el camino que unía Madrid con el pueblo de Rivas del Jarama, hoy Rivas-Vaciamadrid", explica Valentín González, un ex policía que enamorado de su distrito, Vicálvaro, donde incluso ha montado un museo histórico. "A partir de 1925 el camino tomó mucha importancia, porque por ahí llegaban los cargamentos de ladrillos y cemento de la cementera Valderribas que iban a la estación de Atocha y a la Puerta de Alcalá, que era una de las puertas que daban acceso a la ciudad".
Es difícil ubicar en el tiempo la creación del camino de Valderribas. Los primeros rastros documentales datan de comienzos del XIX, cuando algunos documentos hablan, aun de refilón, de los accesos de Vallecas. El más famoso, sin duda, es la novela La Busca (1904) de Pío Baroja, en la que tres de sus protagonistas recorren el camino de Valderribas en varias ocasiones para "hacer negocio" (delinquir) en el asentamiento de Doña Carlota, hoy barrio de Numancia en Puente de Vallecas. "Tanto el camino de Valderribas como el camino de Vallecas, hoy Avenida de Barcelona, tenían en común que tenían pasos para cruzar el Arroyo del Abroñigal, donde después se construiría la M-30", explica Javier Moral, vecino de Numancia y miembro de la asociación de vecinos.
Moral vivió la época en la que el camino de Valderribas no estaba segregado. "Todo lo que estaba al sur de la calle Doctor Esquerdo se consideraba Vallecas. Pacífico, la zona de Las Californias, era un área industrial que proveía de productos a las tiendas de Vallecas, especialmente a las del camino de Valderribas", recuerda Moral. "Sin embargo, en los 70 se construyó la M-30 y se nos aisló del resto de la ciudad. Hoy, es una calle que te cuenta la historia de Madrid, te habla de las diferencias que se pueden crear solo con la inversión municipal".
No hay una sola métrica en la que se parezcan los tramos de la calle. La parte de Retiro tiene el doble de renta que la de Vallecas, unos votan a la derecha y otros a la izquierda, al norte abundan los directores y gerentes, al sur los empleados en la restauración. Incluso en fútbol hay diferencias: Ainhoa es socia del Rayo Vallecano y Nacho visita el Bernabéu en cuanto tiene tiempo. "Vivimos a 60 metros, nos vemos las caras por la ventana, pero no votamos igual, ni comemos igual, ni vivimos igual", dice Ainhoa.
Como muestra, un botón. Algunos vecinos del Valderribas rico se quejaron hace dos años de las obras de remodelación (7,7 millones de euros) de la calle Doctor Esquerdo. Argumentaban que no necesitaban los carriles bici y que se generarían molestias innecesarias. Al otro lado de la M-30, las asociaciones vecinales llevan décadas implorando al ayuntamiento que se planten unos cuantos árboles en el descampado de la calle Canfranc... sin éxito, pese a que Martínez-Almeida lo prometió en su última campaña. "En ese solar hay muchos coches abandonados que llevan años... ¿tú crees que se podría hacer esto en un solar de Retiro? No se me ocurre mejor ejemplo de las diferencias entre un barrio rico y uno pobre", lamenta Javier Moral.
La cuestión urbanística
Parte de los problemas del Valderribas pobre surgen de la planificación urbana. "Hay que entender que Pacífico, como Guindalera o Prosperidad, son considerados desde el principio como los suburbios de Madrid. Eso implica que se planifican desde el ayuntamiento, con unos criterios de habitabilidad. Sin embargo, Vallecas es un pueblo independiente, con un desarrollo anárquico, que se anexiona a Madrid en 1950 cuando, por cierto, es más extenso que el propio término municipal de Madrid", detalla Manuel Valenzuela, catedrático de Geografía Humana en la Universidad Autónoma.
"No es justo pensar que Vallecas ha sido abandonado por las instituciones. El franquismo, sin ir más lejos, hizo varios intentos por poner orden en aquel viario, cuyas calles ni siquiera tenían nombre. ¿Te has fijado que muchas de las calles de esa zona tienen nombre de montes españoles? Es porque hubo que inventarlas sobre la marcha, porque allí se había construído sin ton ni son, con terratenientes que parcelaban y dejaban construir donde les diese la gana", continúa el catedrático. "Y tampoco podemos olvidar que hasta los años 60, cuando se construyó el ramal del Canal de Isabel II, no hubo agua en todas las casas del barrio".
La cuestión más acuciante es la gestión de basuras. "En Retiro hay aceras anchas y, sobre todo, urbanizaciones con conserjes que guardan la basura dentro hasta la noche, cuando sacan los cubos. Aquí no hay dinero para conserjes ni espacio en las aceras, por eso estamos así", lamenta Moral. En efecto, es difícil subir por el tramo pobre de Valderribas sin tropezar con bolsas abiertas de basura e incluso la presencia de algún roedor. Está tan normalizado que un par de turistas que acaban de salir de un Airbnb lanzan sus residuos a bulto, desperdigándose por la acera.
"Aquí también tenemos el problema de que muchas personas sin hogar abren las bolsas en busca de comida y lo dejan todo perdido. ¿Qué podemos hacer con esto? Yo creo que poco, lo único pedirle una vez más al ayuntamiento que duplique la frecuencia de recogida", continúa Moral.
El urbanismo influye incluso en la temperatura. Las callejuelas de Vallecas acumulan mucho más calor que las de Retiro, donde se registran hasta ocho grados menos de temperatura en verano. "El urbanismo lo marca casi todo, incluso facetas que no nos esperábamos, como vimos en la pandemia, donde la mortalidad en los barrios del sur de la M-30 fue mucho mayor que en el interior de la circunvalación", dice Antonio Giraldo, urbanista y concejal del PSOE en el ayuntamiento de Madrid. Su formación es una de las que apuestan por derribar el paso elevado de la M-30 a la altura de Vallecas, una obra con gran dificultad técnica que lleva un par de años sobre la mesa en busca de soluciones. "Había otras zonas donde había muchísima diferencia socioeconómica, como la de la calle Segovia y las de los vecinos de Caramuel, el Latina, pero se han ido suavizando con el soterramiento de la circunvalación, Madrid Río, a esa altura. Ahora mismo Vallecas es la gran frontera de la ciudad", explica.
¿Es el soterramiento de la M-30 la solución para reunificar Valderribas? "Desde luego que deshacer las brechas es siempre algo positivo, pero hay que hacerlo con cuidado. De hecho, hay muchos vecinos en Vallecas que ven la M-30 como un elemento de protección, lo que les salva de la especulación y una subida de precios que quizá no puedan permitirse. De modo que, si me preguntas, hay que soterrar la M-30 a la altura de Vallecas, acompañado de una serie de medidas que protejan a los ciudadanos", concluye el urbanista.
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