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Hace unas semanas el periódico Clarín titulaba: "Ni Madrid ni Barcelona: cuál es la nueva meca de los argentinos que se van a vivir a España". Valencia, esa meca era Valencia. Y el diario explicaba que se había convertido en el destino que atrae a más inmigrantes albicelestes por una combinación de factores: "El valor de la propiedad, el clima y los servicios". Esas eran "algunas razones del boom".
Son el tipo de noticias que ya conforman un género periodístico en sí mismo, dedicado a encumbrar a ciudades recurrentes y a sellarlas como ciudades que están de moda, una cualidad que tiene como reverso que muchos de nuestros lugares acaben adictos al reconocimiento externo, que su autoestima dependa de ello.
Pero la nota de Clarín sí apuntaba en una buena dirección. Perceptivamente, Valencia vive con la sensación de que algunas de sus principales apuestas gastronómicas llevan rastro argentino. Desde terminales de empanadas y milanesas por doquier, pero también movimientos singulares: uno de los estrenos más flamantes de la temporada, Manãw, dedicado a la cocina Nikkei, lleva la firma de una pareja de argentinos; uno de los bares con más solera de la ciudad, Maipi, ha sido adquirido por otra dupla argentina; una de las cervecerías de estreno en la Gran Vía Marqués del Turia es argentina…
Carito Lourenço, junto a Germán Carrizo, capitanea Fierro, el restaurante con estrella Michelin en Russafa, y uno de los proyectos más sólidos de la cocina en Valencia. Además de su nueva enseña (Maipi) tienen Doña Petrona, con foco en la unión entre la cocina española y argentina. Fruto de un primer tiempo nómada en el que debían decidir dónde ubicarse, Carrizo y Lourenço analizaron varias ciudades para abrir Fierro: "Pensamos en Madrid, Barcelona, incluso México o Santiago de Chile"; recuerda ella. "Pero la verdad es que ya estábamos enamoramos de Valencia, llevábamos años aquí. Hace 10 años, cuando todo esto empezó, ya veíamos un gran potencial, pues comenzaban a gestarse un movimiento sociocultural muy interesantes en la ciudad. Volvía a mirar al mar y la huerta, y barrios tan ricos de cultura retomaban movimientos artísticos y gastronómicos. Queríamos contribuir a ese movimiento y parece que acertamos".
En el caso de Miguel Pisano y Mariana Mercuri -los argentinos detrás de Manãw, reubicados desde hace unas semanas junto al Palacio del Marqués de Dos Aguas- su llegada a la ciudad tuvo lugar en 2013, por contactos previos y desde Ibiza, con un factor esencial: "El coste de vida era asequible y, por tanto, todo apuntaba a que la calidad de vida era superior a la que podíamos tener en lugares como Madrid o Barcelona".
Ambas representan a generaciones ya distanciadas del corralito, pero en una dinámica constante de emigración que, para el caso valenciano, ha supuesto una conexión evidente precisamente por esa diferencia respecto a las dos principales urbes españolas. "Por un lado, por la característica nata del argentino del trabajo, el esfuerzo, el salir adelante y qué mejor manera de hacerlo que con la gastronomía propia, acercando un poquito a casa a aquellos que la tienen lejos e invitando a aquellos que no la conozcan a que se dejen llevar. Por otro lado, creo que la oportunidad de montar un negocio aquí tiene un coste más asequible, el presupuesto inicial es menor", explica Mercuri. Para Carito Lourenço tiene que ver con una confluencia, donde si "los argentinos llevamos la gastronomía en la sangre" y "Valencia está en auge" ha acabado dando como resultante que muchos argentinos lleguen a Valencia y abran cosas.
Esa dinámica permite incrementar las conexiones entre compatriotas. "Cada vez nos cruzamos más en el día a día, y muchos de ellos han sido asesorados por nosotros desde Tándem Gastronómico", introduce Lourenço, "en parte porque que un compatriota te ayude con los pasos que ya has transitado genera mucha confianza".
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Miguel Pisano junto a Mariana Mercuri. (Cedida/Manaw). Con más de una década en la ciudad en los dos casos, ambas tienen claro su diagnóstico sobre lo mejor y lo no tan bueno de ese trayecto empresarial Argentina-Valencia. En lo positivo, Mercuri valora que la ciudad "cuenta con buena materia prima, el buen clima predispone a la gente a disfrutar, hay turismo". Según Lourenço, "Valencia ha trabajado mucho para proyectar su atractivo gastronómico y promover el turismo vinculado a la alta cocina".
En la otra parte de la balanza, para Mercuri "Valencia cada vez tiene más oferta de franquicia, además de una mayoría social que sale los fines de semana, por lo que los locales han de facturar en dos días la mayor parte de su ingreso semanal". En opinión de Lourenço "uno de sus inconvenientes es la conectividad. Las conexiones con otros destinos importantes aún no están del todo optimizadas. Sería muy beneficioso contar con más vuelos directos y mejores horarios de llegada y salida".
Cuando un argentino les pide consejo en su desembarco, las principales enseñanzas que pueden transmitir de su experiencia tienen que ver con el conocimiento de la hostelería ("es importante que sean profesionales del sector, no es fácil tener un negocio, hay que saber controlar los costes muy bien desde los empleados a los proveedores, impuestos, retenciones…", cuenta Mercuri), con calibrar bien la apuesta "empezaría por un local más pequeño que grande, es más fácil de llenar", sigue) y con conocer bien ante quien se dirigen: "Es muy propio de los argentinos pensar que lo que hacemos es lo mejor y que a la gente le va a gustar porque a nosotros nos gusta. Mi consejo -explica Carito Lourenço- siempre es que estudien bien el entorno y su target, que creen algo auténtico y diferente a lo que ya existe. Es importante que el proyecto tenga una personalidad única y que transmita alma, y sobre todo por qué y para qué haces lo que haces".
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