La película de Josh Hartnett se levanta sobre una premisa muy ingeniosa, que le permite al director de 'El sexto sentido' regodearse en un divertidísimo ejercicio de suspense.
[Con la llegada de 'La trampa' al catálogo de Max en streaming, donde ha encontrado una nueva veta de espectadores, recuperamos este artículo publicado en su momento de estreno en cines]
Han transcurrido 25 años del estreno de El sexto sentido, y su recepción sin duda ha caído sobre la carrera de M. Night Shyamalan como una losa. Es decir, desde luego que este thriller fantasmagórico con Haley Joel Osment y Bruce Willis fue un éxito absoluto, capaz de situar al director indoestadounidense a la vanguardia de Hollywood.
Pero también asentó una serie de expectativas de cara a su cine con las que a veces Shyamalan no se ha debido sentir incómodo. Estamos hablando, claro, de asumir que cualquiera de sus películas posteriores tendrá un final sorpresa, un giro que cambie enteramente la forma de leer la historia previa.
Es algo que más o menos volvió a ocurrir en El protegido y El bosque, pero por lo general (y Shyamalan ya lleva bastantes películas a sus espaldas) se ha quedado como un vicio del pasado, debido a que la fama de El sexto sentido no deja de aumentar con los años.
Igualmente, La trampa parecía un buen momento para retomar esta senda: la premisa del último film de Shyamalan es demasiado jugosa, y el primer tráiler ya funcionaba en sí mismo como una historia con un giro demoledor. La trampa nos sitúa en un concierto de Lady Raven (Saleka, hija del propio Shyamalan) al que ha acudido un tal Cooper con su hija Riley,
Ambos están interpretados por Josh Hartnett y Ariel Donoghue. Y resulta, como no tardamos en descubrir (así que esto no es propiamente un giro), que Cooper es un asesino en serie buscado por la policía, apodado el Carnicero. No solo eso, sino que todo el concierto de Lady Raven es una tapadera de las autoridades para atraparlo: de algún modo los policías se enteraron que el Carnicero iba a asistir al concierto de Lady Raven, así que han llenado el lugar de vigilancia para que este, sea quien sea, no pueda salir sin ser identificado. La mayor parte del metraje de La trampa está dedicada a Cooper intentando escapar.
De forma que la historia no depende tanto de un giro final como de la propia potencia de la premisa, que le permite marcarse un ejercicio de suspense extremadamente divertido. Aún así, y aquí quizá habría que esclarecer si hay giro o no hay giro, la trama de La trampa no se limita a ese concierto.
Hay un momento en que Cooper consigue finalmente escapar, gracias a colarse en el camerino de la misma Lady Raven y de chantajearla con que, si no le ayuda a escapar, asesinará a una nueva víctima que tiene encerrada en un lugar desconocido. Con lo que a Lady Raven no le queda otra que montar a Cooper y a su hija (en la inopia con respecto a la verdadera ocupación de su padre) en su limusina personal.
Después de la trampa
Cuando parece que Cooper va a salirse con la suya, Lady Raven muestra más valentía e ingenio de lo que parecía y, tras una tensa visita a la casa de su familia, logra tanto que el rehén sea liberado como que la policía acuda a su encuentro. De forma que los policías localizan e identifican a Cooper, y llegan a arrestarle. Pero ahí no termina la historia, pues comienzan los minutos más dramáticos de La trampa.
Cooper vuelve a escapar y se presenta en su casa por la noche. Su mujer, Rachel (Alison Pill), se le encuentra en la cocina y mantienen una tensa conversación. La trampa, más allá de su aire festivo, no deja de ser un thriller psicológico sobre cómo un psicópata ha logrado hacerse pasar por una persona normal: no porque sea alguien manipulador o inhumano, sino porque una parte de su carácter le ha llevado a vivir esa doble vida. Durante esa conversación con Rachel asistimos, entonces, a lo más parecido a un giro final que tiene La trampa: la policía supo que el Carnicero iba a estar en el concierto… por culpa de Rachel.
Rachel llevaba tiempo suspicaz por el tiempo que Cooper pasaba fuera de casa, y empezó a temer que este tuviera una aventura con otra mujer. Le empezó a seguir, y a fijarse en cosas más extrañas que una infidelidad: por ejemplo su paso por varias viviendas desconocidas, o su olor a material de limpieza de hospital. Toda esta inquietud le llevó a coger el resguardo de las entradas de Lady Raven de Cooper y su hija, para colocarlo en una de esas casas. Así que la policía pudo encontrarlo, e imaginar que el Carnicero acudiría al evento.
La trampa concluye entonces de forma trágica, con el palpable dolor de Cooper por haber sido descubierto (¿y traicionado?) por su familia. La policía vuelve a encerrarle en un furgón, pero eso no es todo: Cooper se las ha apañado para manipular sus esposas, y liberarse de e... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}