En un contexto de creciente preocupación por el cambio climático, las ciudades se esfuerzan por adaptarse y ofrecer soluciones que protejan a sus ciudadanos. Barcelona, con una población superior a los 1,6 millones de habitantes, está tomando medidas para intentar combatir los efectos de un fenómeno que, a la vista está, no va a parar. Los árboles son los pulmones de las ciudades. No solo proporcionan sombra y fomentan la biodiversidad, también tienen otro tipo de funciones como la mejora de la calidad del aire, algo que Barcelona necesita encarecidamente, o la absorción de agua de lluvia. "Es realmente agradable pasear por la ciudad, la sombra se agradece para poder escapar del sol", relata Jane Nugent, una joven británica que se mudó a la capital catalana justo antes del verano.
Sin embargo, la llegada de Jaume Collboni a la alcaldía de Barcelona como un alcalde verde está plagada de muchas sombras, algunas heredadas de su predecesora en el cargo, Ada Colau, pero otras generadas por el nuevo equipo de gobierno. La principal sombra es la tala de decenas de pinos y palmeras en el icónico parque Joan Miró para facilitar las obras de una nueva línea de metro en la ciudad. Otra es la tala de las 708 palmeras datileras más altas de la ciudad, por un tema de seguridad, y, finalmente, la proliferación de alcorques vacíos (huecos para plantar árboles).
Según datos del Ayuntamiento de Barcelona, en la actualidad existen 3.400 alcorques vacíos debido a la muerte de los árboles, ya sea por enfermedad o falta de riego. La sequía que ha afectado a Cataluña durante los dos últimos años obligó a prohibir el riego de jardines y centenares de ejemplares murieron de sed.
Sin embargo, esa cifra de 3.400 alcorques vacíos podría no reflejar la mortandad real de árboles en Barcelona que, según algunas fuentes, es mucho mayor. De hecho, antes de la sequía, en octubre de 2022, el número de alcorques vacíos ascendía a 8.911, según datos municipales, y desde entonces las consecuencias derivadas de la escasez de agua ha seguido matando ejemplares. En concreto, según fuentes municipales, la cifra de árboles que han muerto por esta razón ronda los 2.000 ejemplares.
Un plan de choque insuficiente
Como respuesta a los alcorques vacíos y con el objetivo de recuperar la confianza de sus electores a través de políticas verdes, el Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado la plantación de 7.500 nuevos árboles hasta finales de 2025. Sin embargo, la cifra se queda muy corta si se compara con los 3.500 que plantará el municipio vecino de L’Hospitalet del Llobregat, que tiene una superficie de 12 kilómetros cuadrados, frente a los 102 kilómetros cuadrados de la capital.
En total, en la trama urbana de Barcelona, se calcula que hay alrededor de 250.000 árboles, una cifra considerable, aunque lejos de la requerida para cumplir todas las necesidades ambientales de una ciudad que en los últimos años se enfrenta a temperaturas extremas y episodios de sequía. Y precisamente este tipo de fenómenos han reabierto parte del debate de la deforestación de la ciudad.
El pasado mes de julio, el gobierno municipal avanzó que, si la sequía lo permitía, en octubre empezarán lo que llamaron “regeneración del verde”. El plan implica replantar 7.500 árboles y palmeras entre finales de 2024 y diciembre de 2025. El resto de vegetación, flores, arbustos y césped se alargará hasta abril de 2026.
El Ayuntamiento de Barcelona ha confirmado que por el momento “se ha hecho alguna plantación”, aunque el grueso de las actuaciones aún no tiene calendario previsto. Asimismo, desvían la atención al cielo y piden comprensión, puesto que la meteorología es un factor clave, que puede hacer tambalear dicho calendario. El equipo municipal no ha querido dar más detalles al respecto.
A pocos kilómetros, los vecinos socialistas de Collboni, el alcalde de L’Hospitalet de Llobregat, David Quirós, ya ha puesto en marcha una iniciativa histórica. 3.414 nuevos árboles repartidos por los barrios de la ciudad. 1.203 en calles y plazas, 2.137 para zonas verdes del municipio y 74 para equipamientos municipales. Con esta iniciativa, la ciudad más densa de Europa, con alrededor de 260.000 habitantes y 56.158 personas por kilómetro cuadrado, da un paso más para combatir los efectos del cambio climático. 81 especies diferentes que permitirán, según datos del propio consistorio, absorber hasta 262 toneladas más de CO₂ al año.
El gobierno de Quirós, que sustituye a la saliente Nuria Marín, afirmó que la cobertura vegetal de la localidad es una prioridad para el municipio y que el objetivo es conseguir un 20% de la cobertura arbórea en 2030. Actualmente, este porcentaje ronda el 12,1%.
El último “arboricidio” de Collboni
Junto al anuncio de los 7.500 árboles, la teniente de alcalde de Urbanismo, Movilidad y Vivienda de Barcelona, Laia Bonet, informó de la voluntad del ejecutivo de incrementar las hectáreas verdes en la capital catalana. Algo que choca directamente con la decisión del Ayuntamiento de talar cerca de un centenar de árboles en el Parque Joan Miró, en el Eixample Izquierdo. Uno de los pocos grandes espacios verdes que tiene la ciudad en el centro.
El consistorio decidió que este terreno era el idóneo para convertirse en el almacén de las obras de ampliación de la línea L8 de metro. En concreto, el espacio en el que antes había 118 árboles con más de 40 años de historia se convertirá en un pozo de acceso al túnel para efectuar la entrada y salida de los materiales.
Los vecinos han protagonizado diversas movilizaciones desde que se dio a conocer la noticia. Durante meses han hecho visible su protesta e incluso la han trasladado a las redes sociales bajo el lema “Un árbol pinta mucho”. 75 árboles que ahora ya no están. El Parque Joan Miró es un desierto preparado para acoger el almacén de una de las macro obras más relevantes de la ciudad condal en los últimos años. Durante la última década, Barcelona ha ido encadenando excavadoras, escombros y calles cortadas y los vecinos empiezan a estar al límite. “Cuando parece que todo va a acabar, aparece otra obra. Salen como setas”, explica Joel Q., un residente del Eixample Izquierda.
La asociación de vecinos del barrio en el que se encuentra este parque intentó argumentó ante el Ayuntamiento que el espacio era un refugio climático. Pero solo consiguieron que se redujese la cifra de árboles talados, que pasó de 118 a 75. Hace unos meses, antes del “arboricidio”, el portavoz de la asociación vecinal del Eixample Izquierda, Xavier Riu, reclamaba al Ayuntamiento que parase la actuación y empezase a guiarse por criterios de sostenibilidad. En su opinión, en una atmósfera de contaminación y altas temperaturas como la que existe en Barcelona, renunciar a un refugio climático como este era una "auténtica barbaridad". Tal era la desesperación, que los vecinos firmaron un manifiesto reclamando ayuda a la ministra socialista de Transición Ecológica, Teresa Ribera, para parar lo que consideran “un despropósito irremediable”. Pero no consiguieron nada.
La investigadora del Instituto de Ciencias Ambientales y Tecnología de la UAB, Amalia Calderon-Argelich, sostiene que es muy importante dejar que el árbol madure y crezca: “Es fácil decir que plantarán nuevos árboles, pero si son ejemplares muy jóvenes, tienen menos hojas y por ende dan menos sombra, pero además es que son más susceptibles a contraer enfermedades”. “Los árboles necesitan continuidad, no es algo que se pueda intercambiar, e ir poniendo y quitando de los sitios”, sentencia la investigadora.
Emblemas en peligro de extinción
Además del cambio climático, Barcelona se enfrenta a otra encrucijada. Esta vez relacionada con su identidad. Sus árboles más simbólicos y emblemáticos quizás no son los más aptos para esta “reforestación” urbana. El Ayuntamiento debe decidir si quiere mantener sus ejemplares más representativos, con todo lo que ello conlleva, o apostar por variedades adaptadas a las condiciones climáticas.
Cortar por lo sano: por qué casi toda España está podando mal los árboles urbanos
José Pichel
Los plataneros, sin ir más lejos, que están considerados emblema de la ciudad de Barcelona. Grandes troncos y hojas del tamaño de la palma de una mano que ofrecen una sombra muy agradable en los días de más calor. Pese a ello, dicen los investigadores, su reposición está en entredicho por la tendencia a tener problemas de plagas y por las alergias que provocan.
Algo parecido ocurre con las palmeras, que suponen el 5% del arbolado de la ciudad. Fruto de la Barcelona preolímpica, las washingtonianas, son todo un símbolo, presente en muchos de sus paseos, parques y plazas, que decoran lugares emblemáticos como la Avenida de la Barceloneta o el Parque de la Ciudadela.
La variedad, que forma parte del imaginario colectivo de los barceloneses, está en entredicho puesto que son propensas a las plagas y no aportan mucha sombra. Aunque fuentes cercanas al mantenimiento de parques y jardines aseguran que la conservación de este tipo de árboles es más económico que otras variedades, el Gobierno municipal ha tenido que replantearse su uso en la planificación urbanística de Barcelona.
Los expertos coinciden que de cara al futuro es importante que el consistorio apueste por variedades adaptadas a las condiciones mediterráneas de Barcelona: "Árboles que no necesiten mucha agua, que sean resistentes y que haya variedad".
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