En el afán por vivir nuevas experiencias, ha llegado una nueva y extraña tendencia a Madrid: pagar por ir a cenar a un piso con desconocidos. Esta nueva moda se ha tomado las redes sociales con vídeos de influencers que promocionan lo divertido que es conocer a gente nueva comiendo. La acogida ha sido tan buena que han inventado hasta una aplicación en donde la gente paga para que un algoritmo les empareje con extraños para cenar los miércoles en diferentes restaurantes de la capital.
Laura Ochoa, de 37 años, abre las puertas de su piso cada semana a seis desconocidos y les cocina lo que ella llama el menú Spanish Izakaya. Se trata de una comida basada en la cocina japonesa con toques de otras partes de Asia y España. "El menú cambia cada seis meses, dependiendo de los productos de temporada, pero siempre tiene la misma estructura", asegura.
Ochoa lleva un año y medio dando de cenar en su piso a extraños. Todo empezó en pandemia, cuando comenzó a cocinar mucho y a hacerlo de verdad, lo que la motivó para empezar a estudiar en la escuela de alta cocina Le Cordon Bleu. Al comienzo, solo iban sus amigos a comer gratis a su casa para probar sus preparaciones, pero un día se le ocurrió que podía cobrar por sus cenas. "Me encanta cocinar, pero sobre todo dar de comer. Me gusta ver cómo la gente disfruta comiendo lo que les he preparado", dice Ochoa.
Durante este tiempo ha disfrutado mucho de conocer tanta gente nueva. "Se crea un ambiente muy especial y las conversaciones son muy interesantes", afirma. Su reto más grande sigue siendo llenar la mesa. "Es difícil romper con la barrera de pensar en pagar 65 euros (bebida aparte) por comer en la casa de una chica de la que no se sabe quién es o cuál es su trayectoria", confiesa Ochoa.
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Marta de Orbe
En un futuro le encantaría que esta experiencia que ha creado en su casa se transforme en un trabajo como chef privado: "Me gustaría hacer pop ups y cocinar en diferentes restaurantes y wine bars haciendo colaboraciones".
La fotógrafa Carla Pino y el chef Emiliano Álvarez empezaron su proyecto, llamado Biga Clandestina, haciendo cenas secretas en su piso. La pizza y el gluten eran los protagonistas de las veladas a la luz de las velas. Fue tal su acogida que se volvieron tendencia en redes y acaban de abrir su propio local. "Llegamos a tener más de 200 personas en lista de espera para venir a comer a nuestro piso", asegura Pino.
En 2022 compraron un horno napolitano con la intención de hacer pizzas y crear contenido. "Emiliano quería hacer las pizzas que no podía en su trabajo y yo las fotos que no había tenido la oportunidad de realizar", recuerda. No tuvieron mucho éxito con la creación de contenido, pero sí con las pizzas. Las que sobraban se las regalaban a sus vecinos y amigos, y a todos les encantaban. No obstante, en ese momento no sabían cómo volver el proyecto un negocio rentable.
Un día Pino decidió montar una historia en Instagram preguntando quién se animaba a una cena clandestina de pizza. De 50 personas que lo vieron, 10 dijeron que sí. "Ahí llamé a ocho amigos y los convoqué. Solo tenían que traer su vino", cuenta. Desde ese momento, se pusieron manos a la obra y crearon un menú degustación de ocho tiempos para ocho personas.
"Gente desconocida empezó a interesarse por la experiencia. Una cena con desconocidos generaba muchísimo interés"
La acogida no pudo ser mejor. Desde hace un año han celebrado una cena cada 15 días gracias a sus redes sociales. "Gente desconocida empezó a interesarse por la experiencia. El hecho de tener una cena con desconocidos, además de pizza, generaba muchísimo interés", dice Pino.
El problema llegó cuando en abril la situación se descontroló. "Pasamos a tener muchas reservas y la lista de espera empezó a crecer. El proyecto nos estaba pidiendo una evolución importante", afirma. En ese momento decidieron volver sus cenas su trabajo de tiempo completo y abrir su primer local de Biga Clandestina. "Lo que comenzó como una idea muy loca terminó siendo un sueño hecho realidad en junio de este año", asegura Pino.
Por su mesa ha pasado todo tipo de personas, desde gente joven que viene en grupos hasta personas mayores que buscan cosas diferentes que hacer. “Muchos acaban de llegar a la ciudad y quieren conocer gente. Ha sido maravilloso conocer tanta gente diferente y ver lo mucho que todos podemos tener en común”, dice Pino.
37 cenas cada miércoles
La aplicación Timeleft aterrizó en enero en Madrid y lleva 37 cenas cada miércoles en la capital. Cuentan con 22.000 usuarios registrados y a cada cena asisten 300 personas de media que se reparten en distintas mesas. La app es muy sencilla de usar. Solo hay que descargarse la aplicación, rellenar un test de personalidad y el algoritmo se encarga de emparejar al usuario con desconocidos con los que en teoría sería agradable cenar. "Se apunta mucha gente que no conoce a nadie en la ciudad, se siente sola o busca pareja", asegura una portavoz de la app. Y aunque no es una app de ligar como puede ser Tinder o Bumble muchas veces ha funcionado para encontrar el amor. "Queremos enriquecer las conexiones humanas", aseguran. Este miércoles cenarán en diferentes restaurantes de Madrid 40 personas con otros desconocidos en mesas de seis.
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