Culucos: ¿mito o realidad?


         Culucos: ¿mito o realidad?

Culucos

Existe la creencia en algunos países de Sudamérica que para curar la irritabilidad de un niño recién nacido hay que sacarle los culucos.

Sí, has leído bien, los culucos y no los cólicos como yo también pensé la primera vez que una madre me hablo de ello en la consulta.

Y si ya ves la foto que ilustra esta publicación es probable que te hayas quedado de piedra, ya que no parece normal que un niño tan pequeño tenga esos puntos negros en la espalda.

Para poneros en contexto, me parece interesante que os relate esa primera vez que una madre me trajo a su bebé para contarme que ya le había sacado los culucos y que estaba mucho mejor.

Se trataba de un recién nacido de unas 2 o 3 semanas de vida que a juicio de la madre tenía una irritabilidad muy llamativa. El niño había nacido en España, pero sus padres eran de un pías de Centroamérica que no recuerdo exactamente.

Me contaba la madre que en su país, cuando un recién nacido lloraba más de lo que se considera normal, frotaban la espalda del bebe con leche materna hasta conseguir que esos puntos negros afloraran en su piel.

Os podéis imaginar mi sorpresa, ya que ni durante mis estudios de medicina ni durante los ya más de 15 años que ejerzo la pediatría, nadie me había hablado de ello.

Por fortuna, el niño estaba ya no estaba irritable y se curva de peso era adecuada, por lo que me imagino que al crío realmente no le pasaba nada.

Dada la sorpresa de lo que la madre me contaba, le pregunté que si había que hacer algo más y ella, muy tranquila me dijo que no, que los puntos negros se le acabarían cayendo solos al cabo del tiempo.

Pues bien, aunque no he encontrado nada en la literatura científica sobre esta práctica, parece que en los países más subdesarrollados de centro y Sudamérica existe la creencia que la irritabilidad de un niño de pocas semanas de vida, que en nuestro país podríamos achacar a los famosísimos cólicos del lactante, se debe a los pelos que este tiene en la espalda y que, para sanarle, hay que quitárselo.

Para ello frotan con leche materna la espalda del bebé de forma repetida hasta que el vello se pone grueso y duro, como clavos o espinas, que con el tiempo se acaba desprendiendo.

A mi modo de ver, lo que ocurre cunado frotan la espalda del bebe es que unos cabellos se enredan con otros y eso forma los puntos negros que podemos ver en la foto de arriba. No tengo pruebas, pero recuerdo en de mi época escolar como algunos amigos frotaban sus antebrazos con la palma de la mano y eso hacia que el pelo de dicha zona se quedara enredado, algo parecido a la foto de aquí abajo que me he hecho a mi mismo.

Se que os estaréis preguntado que, más allá de la anécdota, ¿para qué nos estará contando todo esto?

La pediatría, y me aventuraría a decir que el resto de los campos de la medicina, te expone en muchos casos como profesional a situaciones en las que la familia que te trae a un niño tiene tan arraigada una creencia que resulta imposible, por mucho que se lo expliques y la entierres en montones y montones de estudios extraídos de la ultima guía clínica más actualizada, decirles que eso que cuentan es un mito y que desde el punto de vista médico no tiene ningún sentido.

La experiencia me ha demostrado que es mejor hacer la vista gorda, siempre y cuando la vida del niño no corra peligro y realmente no se esté utilizando un tratamiento que no le sirve para nada, que enfrentarte a sus conocimientos, mejor dicho creencias, ya que es posible que te vean más como alguien distante y altivo y que pierdan la confianza en ti, que un profesional cercano que está allí para ayudarles.

Por poneros un ejemplo parecido, en España existe la creencia de que la tos nocturna mejora si cortas una cebolla y la dejas en la mesilla. A día de hoy no existe ningún estudio que haya demostrado que esto sea eficaz por lo que, al menos desde el punto de vista científico, no es algo que los médicos deberíamos recomendar.

Otra cosa es que si una madre o una abuela me lo comenta en la confianza de la consulta, pues haga la vista gorda, le diga que haga lo que quiera que mal va a hacer, pero que si ve que el niño empieza con dificultad respiratoria o se pone peor me lo traiga para que le vuelva a auscultar y dejemos la cebolla solo para el sofrito.

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