En Palamós se encuentra la Platja de la Fosca, un lugar con una gran roca que divide el espacio en dos.
La Costa Brava, con sus paisajes impresionantes, sus pueblos con encanto y su rica historia, es un destino ideal para disfrutar de unas vacaciones inolvidables. Desde Palamós hasta Cadaqués, pasando por Tossa de Mar y Begur, encontrarás una gran variedad de playas, calas, rincones escondidos y lugares de interés que te enamorarán.
Concretamente en Palamós, una de sus villas más emblemáticas, se encuentra la Platja de la Fosca, un lugar de belleza singular que guarda una fascinante historia que explica la formación de la roca Fosca que la divide en dos: la leyenda de la diosa Pyrene y su refugio en este paraíso terrenal.
Una diosa "en busca de refugio"
La leyenda, recogida en la revista Marinada de Palamós y publicada en 1922, cuenta que Pyrene, hija del dios Helios y la ninfa Rea, se vio obligada a huir de su tierra natal tras ser perseguida por Gerión, un monstruoso gigante de tres cabezas. Al emprender un viaje por el litoral catalán, Pyrene buscó un lugar seguro donde esconderse y esperar el regreso de su amado Heracles.
Pyrene paseó por las doradas arenas de Roses, la pintoresca cala de Aiguablava en Begur, pero ninguna la cautivó como la Platja de la Fosca en Palamós. La fina arena dorada que la rodea, sus aguas turquesas y su entorno natural la convirtieron en el refugio perfecto.
Por ello, con la ayuda de sus sirvientes, Pyrene mandó construir un majestuoso palacio en la punta de Sant Esteve de Palamós, un lugar privilegiado entre el mar y la tierra. Rodeado de exuberantes jardines con fuentes y estanques, el palacio se convirtió en su oasis de paz y belleza.
El "macabro" despecho del vecino
Con el paso de las semanas la belleza y la dulzura de Pyrene no pasaron desapercibidas y el señor de un castillo cercano la llenó de regalos y súplicas para conquistarla. Sin embargo, Pyrene, fiel a su amor por Heracles, rechazó todas sus propuestas por lo que, el vecino, enfurecido por el desamor, urdió un plan macabro.
En una noche de furia, ordenó incendiar el palacio de Pyrene y acabar con su vida. Las llamas devoraron el refugio de la diosa, dejando solo cenizas y una profunda tristeza en el corazón de la playa. A pesar del incendio, una parte del palacio resistió al fuego: una gran roca ennegrecida que se erguía como un testigo mudo de la tragedia. Con el paso del tiempo, la roca se convirtió en un símbolo de la resistencia de Pyrene, de su amor inquebrantable y de la crueldad del señor del castillo.
En la actualidad, la Roca Fosca sigue dividiendo y presidiendo la Platja de la Fosca como un recordatorio de la leyenda de Pyrene, del cruel despecho y del amor que nunca se rindió. Los palamosinos defienden la playa como un lugar donde la belleza de la naturaleza se mezcla con la historia, creando un ambiente mágico.
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