Es como un cierre de paréntesis. Como una vuelta a la vida real tras la tregua política decretada por Emmanuel Macron justo antes de los Juegos Olímpicos. Hace más de dos semanas, Francia inauguraba la cita deportiva con un gobierno en funciones y el paisaje político más fracturado que se recuerda. Las elecciones legislativas adelantadas por el presidente dieron la victoria a la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular el 7 de julio. Pero también dejaron al país en un limbo, con un Parlamento dividido en tres bloques y sin mayoría para gobernar. El entusiasmo y el sentimiento de unidad que dejaron los Juegos Olímpicos amenazan ahora con quedarse atrás. Las presiones crecen para que el Elíseo nombre a un primer ministro cuanto antes. Las próximas semanas serán decisivas.
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