El mismo hombre que hoy observa las montañas desde la ventana de su vivienda estuvo al borde de la muerte. Nolberto Valeriano –un tipo risueño, sonriente y entusiasta– llegó a tener la saturación en sangre por debajo de 45. Pasó meses en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Gregorio Marañón de Madrid con un pronóstico reservado. Casi cuatro años después de la peor experiencia de su vida –para él y para su familia–, descansa en el interior de una casa amarilla de Horcajo de la Sierra. Valeriano perdió un pulmón a causa de la enfermedad y, por tanto, su capacidad para respirar es limitada.
Por ello, y tras más de 20 años viviendo en Vallecas, él y su mujer Patricia empezaron de cero en este pueblo de la sierra norte de Madrid. "Esto es calidad de vida. Los vecinos nos acogieron muy bien", reseña el hombre de 53 años. Él ha preferido no aparecer en las fotografías de este reportaje, pero Patricia Ávila accedió a poner cara al relato: "Fue un milagro, una salvación. Compramos la vivienda en ruinas [a la familia de profesores del pueblo] y hemos tardado dos años en construirla", sentencia. Esta es solo de una de las historias personales de los residentes que han duplicado la población del municipio. ¿Qué tiene este lugar para que haya un 60% más de vecinos que hace cinco años?
Hay un misterio en la sierra: la comarca donde todos son amigos, pero votan distinto
Andrea Farnós
El fenómeno se asemeja en gran parte de la región. Paradógicamente, mientras la España vaciada lucha a diario por combatir la despoblación, el Madrid rural crece a un ritmo acelerado. El padrón de las localidades de menos de 2.500 habitantes ha variado –entre 2018 y 2022– un total de un 8,5%. Las mismas variables aplicadas al resto de España se reducen a un minúsculo 0,2%. En aquellas de entre 2.500 y 5.000 residentes, la diferencia del porcentaje también es llamativa: las ciudades de Madrid han crecido un 6,5%; en cambio, la media del país apenas alcanza el 1,6%. Así, de forma sucesiva con el resto de tamaños. En otras palabras: da igual si una localidad madrileña es grande o pequeña; su crecimiento desde 2018 supera con creces al resto de comunidades. Los ciudadanos huyen del interior, pero la aglomeración urbana de Madrid expande sus tentáculos.
Y Horcajo de la Sierra, anteponiéndose al pasado, lidera el ranking. La que hoy se conoce como sierra norte fue, durante décadas, apodada como sierra pobre. Una zona dedicada a la ganadería donde apenas funcionada el sector servicios. Ahora, en un municipio de calles empedradas, vistas privilegiadas y aire fresco, el reto pasa más por encontrar la mejor forma de acoger a todo aquel que quiera trasladarse hasta él. El pueblo es el epicentro de la migración de quienes huyen de los edificios altos, solo superado en porcentaje por Robledillo. No obstante, en este, la población apenas supera los 100 habitantes. En el último año, el crecimiento de Horcajo ha sido de un 16%. En total, han pasado de 145 a 234 personas empadronadas.
"Estaba hasta las narices de Madrid". Habla José Antonio Fron, un profesor de matemáticas jubilado de 86 años. El octogenario es claro: no soportaba más vivir en la capital y se mudó el año pasado a Horcajo con su hijo. "El ruido, el tráfico, el calor…", dice enumerando las mil y una razones para abandonar su barrio de Fuencarral. Al llegar al pueblo, cumplió aquel sueño que antes no había podido hacer realidad: "Yo de toda la vida quería tener una huertecita", explica desde la terraza del único bar del municipio. Ha plantado berenjenas, tomates, pimientos, lechugas… y vive feliz. Las actividades ecológicas y rurales están en auge. "Gran parte de estos negocios de la sierra vinculados a lo agro y a la economía circular se relacionan con estos nuevos vecinos", explica el profesor en sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Pedro Uceda.
El teletrabajo no es para fontaneros
¿La realidad detrás del boom por lo rural? En tiempos de teletrabajo, muchos de los nuevos residentes del pueblo llegaron después de la pandemia. Otros, como el hijo de José Antonio, viaja a diario hasta Alcorcón para cumplir su jornada laboral. Y aunque el efecto llamada de los nómadas digitales explican parte del fenómeno, no es el único. "Pero como no van a venir, si los alquileres en Madrid están por 1.000 pavos", sentencia cabreado Ricardo Uceda [sí, se apellida igual que el profesor], nacido hace 76 años en el mismísimo Horcajo de la Sierra. "Tienen que aumentar las ayudas para convencer a más gente joven de venir. Porque si tienen que ir todos los días a Madrid [teniendo en cuenta el coste de la gasolina] y sin estación de tren, no van a querer venir", continúa.
Esta es otra de las claves. Pero antes de entrar en materia, cabe reseñar que una de las plazas más características de Horcajo de la Sierra se llama Pedro Uceda, igual que el profesor de sociología de la Complutense: "¿En serio? Ya es casualidad, pero no, no tengo ninguna relación con el municipio", relata el experto, asombrado, a este periódico. Al final, resultó que el Pedro Uceda de Horcajo era un conocido regante de la localidad al que el municipio hizo honor. Continuemos.
"El transporte público es fundamental para el desarrollo de esta zona", prosigue nuestro Pedro Uceda, el sociólogo. Sin una buena conexión a la gran manzana, es complejo convencer a los usuarios a que se muden a dos horas de su puesto de trabajo como el hijo de José Antonio. Porque no, no todo es teletrabajo. "Este concepto es para una clase privilegiada. Las clases más bajas con otro tipo de empleo - como un fontanero de Getafe-, no va a la sierra". Si la población trabajadora se ve obligada a abandonar la ciudad, la tendencia es justo en la otra dirección: "Estas personas se mueven a las ciudades de la periferia sur", concluye Uceda.
Natalia fue una de las que, gracias a un concurso del ayuntamiento, consiguió una vivienda en el pueblo. El trato era el siguiente: para acceder a dicha casa –¡las antiguas escuelas del municipio! – debía regentar el bar. Y así lo hace desde 2018. El negocio estuvo cerrado un tiempo y fue su llegada la que impulsó el ahora ágora municipal. Natalia, originaria de Bulgaria, abandonó su puesto de auxiliar de enfermería para empezar de cero. No obstante, y para cubrir los apuros de última hora de los vecinos, su local cuenta con productos básicos como harina, sal y aceite. "Es muy divertido, me acogieron genial. Y hay bastante gente joven", reseña la auxiliar convertida en hostelera. El caso de esta mujer evidencia que la estrategia funciona.
Además, la línea de ayudas al mundo rural es una de las iniciativas de la consejería de Presidencia de la Comunidad de Madrid. El programa Pueblos con Vida, destinado a los municipios de menos de 2.500 habitantes, persigue cuatro objetivos: fijar población y atraer nuevos vecinos, impulsar el desarrollo económico y el turismo, contribuir al reequilibrio territorial y dotar a los municipios de servicios básicos.
Por el momento, como explicó el consejero Miguel Ángel García el pasado lunes, se han llevado a cabo 206 actuaciones para mejorar pavimentos y asfaltados y 100 para instalaciones deportivas. Además, desde el ejecutivo regional ponen sobre la mesa la necesidad de ampliar la cobertura de plazas públicas: "El 55% de las plazas reservadas para secretarios o interventores están vacantes", explicó García. Horcajo también recibió una subvención de 126.000€ de la consejería de Economía para "la activación profesional destinada a revertir el despoblamiento de los municipios rurales". De hecho, el Consejo de Gobierno está a punto de aprobar un paquete de desgravaciones fiscales para las personas que quieran adquirir una vivienda en municipios pequeños. Hace un par de años, la Agencia de Vivienda Social (AVS) también apostó por implementar viviendas de alquileres asequibles.
La sierra ya estuvo de moda
Tampoco es la primera vez que la sierra se pone de moda. Aunque la zona perdió población durante el éxodo rural de mediados del siglo pasado, en la segunda mitad de los años noventa comenzó a popularizarse. El investigador Luis Abad explicó en su tesis doctoral que "el crecimiento demográfico reciente de la sierra se explican por las transformaciones de la ciudad de Madrid y de su entorno metropolitano" a finales del siglo XX. "La explosión residencial iniciada en ese momento, al calor de la burbuja inmobiliaria y del crecimiento económico, favoreció el desbordamiento de la ciudad central hacia sus periferias más alejadas, a través de los grandes corredores viarios de comunicación".
Nacho, un chaval de 33 años del pueblo, reconoce que este auge ha provocado una subida tremenda del precio del suelo. "Antes aquí alquilabas por 350 euros; ahora puede subir hasta 800", explica. La vivienda más barata que localizó este periódico en Idealista fue de 425€; la más cara, 4.500 euros al mes. El elefante en la habitación del precio de los arrendamientos continúa dando vueltas. Madrid colapsa y expande el conflicto a sus áreas metropolitanas aledañas a causa de la gentrificación. La solución es complicada.
"Bueno, yo me voy a dormir un rato", sentencia José Antonio a las 13:52.
{getToc} $title={Tabla de Contenidos}