La noche del 18 de junio, de madrugada y sin preverlo, las cosas se pusieron feas para Justin Timberlake. En los albores del verano el de Memphis, Tennessee, de 43 años, parecía haber encarrilado un curso escolar que se le había complicado. Un nuevo álbum y una gira trataban de ponerle su lugar. Pero entonces llegó una cena en el American Hotel de Sag Harbor —a un corto vuelo de helicóptero de Nueva York—, una noche con amigos y un supuesto Martini de más. Al ponerse al volante, todo se torció, literalmente. Timberlake iba haciendo eses por la calle cuando un joven policía le detuvo y le sancionó por conducir ebrio: no iba por el carril correcto, se saltó un stop y no quiso someterse a la prueba de alcoholemia.
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