Vox regresa a Vistalegre este fin de semana para el VIVA 24, su macroevento político de cada año, con el test de las elecciones europeas como obsesión. Apenas han pasado seis años desde el primer gran mitin en el coso de Carabanchel, pero parece una eternidad. Todo ha cambiado.
La formación fía su futuro inmediato al plano internacional y se aferra ahora a sus aliados de la ultraderecha para coger impulso y recuperar el foco perdido, con la necesidad de demostrar que no existe ninguna crisis y que no han tocado techo, tras el estancamiento de las últimas citas con las urnas. El partido liderado por Santiago Abascal ha puesto todos los huevos en la cesta del 9 de junio y no lo esconde.
La dirección hace tiempo que situó las europeas como una prioridad. Los resultados en Galicia, País Vasco y Cataluña, aunque son muy dispares, han multiplicado si cabe la importancia de la cita porque cunde la sensación de que la formación ha llegado a su límite electoral. La cúpula de Vox niega que el motor haya gripado en el trayecto a la Moncloa, pero la realidad es que el botín electoral no crece en ningún caso. En las elecciones catalanas del pasado 12 de mayo sumaron 30.000 nuevos votos, aunque esto no se ha traducido en más diputados y el PP está lanzado, multiplicando por cinco su representación en la comunidad.
El VIVA 24 se celebra este fin de semana tras el aplazamiento del pasado mes de septiembre, en plena marejada por la crisis interna que agitó el partido y en paralelo a las negociaciones para la formación del Gobierno. Vox argumentó entonces que no era el momento. Ahora sí.
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Europa Press
El macroevento será el gran acto de campaña antes de las europeas, donde Santiago Abascal estará arropado por sus aliados internacionales. En el mitin político del domingo, día grande de la cita, intervendrán el presidente de Argentina, Javier Milei; el ex primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki; la líder francesa de la Agrupación Nacional, Marine Le Pen; o el ministro israelí de lucha contra el antisemitismo, Amichai Chikli, entre otros. De forma telemática harán lo propio otros invitados como el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, o la presidenta de Italia, Giorgia Meloni.
La carga política es total. Vox, como es habitual en su discurso, señala a los "burócratas" de Bruselas y el "consenso progre" de la Agenda 2030, con el añadido en esta edición de la defensa de Israel en plena guerra en Oriente Medio. El partido, que presume de una situación privilegiada entre la nueva derecha internacional, confía en aprovechar el rebufo de sus compañeros en el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR).
El domingo, día grande del VIVA 24, contará con las intervenciones del presidente de Argentina, Javier Milei, y el ministro israelí Amichai Chikli
Las urgencias apuntan en varias direcciones. En primer lugar, por la lectura nacional del 9-J, que se presenta como un plebiscito sobre Pedro Sánchez y la oposición. Vox tiene la oportunidad de dejar atrás el fiasco de las generales, cuando perdieron 19 escaños, y frenar en seco la tendencia alcista del PP. Pero también en clave interna y por el riesgo de quedarse atrás en la ola de la ultraderecha. La delegación europea, encabezada por Jorge Buxadé, Hermann Terstch y Juan Carlos Girauta, compite con los populares y también con la candidatura antisistema de Alvise, que algunos sondeos ya prevén que podría quitarles hasta 200.000 sufragios.
Santiago Abascal ha puesto el foco en el PP y en los retos de Europa para dimensionar el peso de estas elecciones. "El Parlamento Europeo afronta un cambio histórico en el que, por primera vez, puede haber distintas mayorías y en el que grupos como el de conservadores y reformistas, en el que se integra Vox junto con otros grupos, pueden formar parte en la mayoría que gobierna la Unión Europea", dijo este viernes, durante la presentación de los candidatos, con dardos a la "derechita estafadora" y el "socialismo corrupto" por sus medidas y restricciones. La movilización de los abstencionistas es la gran baza para cumplir los objetivos.
Simbolismo de Vistalegre
Vistalegre, como en el caso de Podemos, no es un sitio cualquiera para Vox. La plaza de toros fue el escenario de su puesta de largo definitiva en octubre de 2018, con un mitin multitudinario que supuso un punto de inflexión en su trayectoria. Abascal y el núcleo fundacional del partido se presentaron sin nada que perder. Entonces eran una fuerza extraparlamentaria, con más ganas que otra cosa, sin presencia en las encuestas. Pero llenaron el recinto, con cerca de 10.000 personas, y un discurso hiperventilado e inédito en España contra la inmigración ilegal, las leyes de violencia de género, las autonomías o el independentismo.
Dos meses después llegaron los comicios en Andalucía, con su primer pelotazo en las urnas, y luego su fulgurante despegue en todo el país. Primero en las elecciones generales de abril de 2019 y en las autonómicas y municipales de ese año, pero sobre todo con los 52 diputados obtenidos en la repetición electoral de noviembre. Su techo hasta la fecha. Vox pasó en un año de la irrelevancia absoluta a condicionar al PP y sus gobiernos.
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En Bambú evitan hablar de la nostalgia por tiempos pasados, pero a nadie se le escapa el simbolismo de Vistalegre. La dirección no esconde la importancia de la cita y apela a otros episodios donde las encuestas y las sensaciones no estaban de su lado. "Nos han dado por muertos muchas veces, pero aquí seguimos", repiten en la formación.
Pero las comparaciones son odiosas y cualquier parecido entre el Vistalegre de 2018 y el Vistalegre de 2024 es pura casualidad. Ni en el fondo, ni en las formas. Vox lleva meses intentando aliviar la pesada digestión de su división interna. La cúpula intenta por todos los medios que la imagen de unidad de ese primer gran mitin se repita ahora, como arengaron durante la asamblea general del pasado 27 de enero, aunque los choques en la formación alejan esa escenificación.
Ponte la mascarilla antes de difundir bulos, Juan Luis, que estás más guapo. https://t.co/2abCi1FwT2
— Juan García-Gallardo (@juan_ggallardo) May 15, 2024
Esta misma semana la fractura quedó de nuevo al descubierto, con un cruce de reproches entre el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, y dos exdiputados en el Congreso, Juan Luis Steegman y Agustín Rosety Fernández de Castro, por una declaración de Gallardo que hablaba de una "distribución equitativa de la propiedad". Gasolina para la teoría de las dos corrientes en el partido. Macarena Olona, que desató el primer terremoto en Vox, se sumó a la conversación.
La gestión de las expectativas también es muy distinta ahora. Vox partía en 2018 de la nada y cualquier representación parlamentaria se daba prácticamente por buena. Casi seis años después el punto de partida es otro y un tropiezo en un terreno donde han volcado todas sus pretensiones abriría un nuevo frente, con aires de cambio de ciclo. Precisamente la corriente más crítica con la dirección actual ya alertó de la "deriva" del partido y de las posibles consecuencias. Las elecciones europeas serán el termómetro para calibrar si Santiago Abascal ha tocado techo.
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