Un bonachón y sereno perro de la raza basset hound recibe a la clientela en Basset & Van Bommel. Es uno de los divertidos guiños que esta sastrería, que se inauguró hace escasos meses, tiene con la clientela. El lugar, una antigua imprenta, se sitúa en la calle Covarrubias, a pocos metros de la poblada plaza de Alonso Martínez.
Cuando se traspasa la puerta, y se bajan los pocos escalones que uno se encuentra, lo que se divisa es un moderno y cuidado atelier de tonos oscuros. Las telas, los tejidos, los figurines y la mesa llena de papeles, con el delicado dibujo del armazón de chaquetas, camisas y vestidos, llaman de primeras la atención. Luego está el mueble bar, con botellas ignotas de whisky y una esmerada selección de mezcales, traídos de México por uno de sus socios fundadores.
El local es un paraíso para todo aquel que disfrute con el noble arte de tomar medidas y crear estilizadas figuras. A ello se añade la profunda y directa relación que tienen con marcas tan importantes como Scabal, Loro Piana, Elpon o Dormeuil, casas de telas cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, y que aportan un exuberante muestrario con el que trabaja Carmelina de Noia, la patronista italiana que toma las medidas.
Carmelina la patronista
La historia de esta singular sastra es relevante, porque sus inicios están ligados al equipo de Valentino, hace dos décadas. "Recuerdo que en aquel momento me impactaba que todo fuera a mano y sobre maniquíes", apunta Carmelina, que previamente se formó durante un lustro en la escuela de Brindisi, en Puglia. Sus ídolos eran Balmain, Dior y Chanel: "Era impresionante el trabajo porque no se usaban máquinas de coser y si las había, eran dos y eran de pedal, por ejemplo. Era todo un trabajo muy artesanal".
Toda aquella formación, en Roma, en la más alta costura que existía, era de una pureza que es llamativa si se ve con los ojos de hoy en día. "Era alta costura pura y todo modelado en los maniquíes, sobre todo para la pasarela", dice De Noia, que también trabajó por esos años con Cavalli y Blumarine. "También hacíamos encargos para clientas, como por ejemplo la Reina Sofía, y teníamos un maniquí con el cuerpo de ella. Porque los maniquíes se pueden preparar con el cuerpo de la gente. Era impresionante, era como tener a la persona presente. Eran unas medias muy precisas, al milímetro".
Esta italiana, oriunda de Basilicata, al sur de Italia, se especializa en tejidos finos y delicados, como es el caso de las gasas, donde se emplean unas agujas de un grosor extremadamente fino. "Los tejidos volaban. Lo tenías que coser y tenía que parecer que no estaba ni tocado. Era mágico", señala.
De David Delfin a Pronovias
Tras aquella experiencia, Carmelina vuela a España: "Lo hice por afinar mi currículum en el extranjero. Mi idea era volver. Pero en seguida entré a trabajar con Jesús del Pozo, para apoyar en la pasarela con los modelos. Y luego pasé a David Delfín".
Las vivencias de Carmelina se amontonan. Su relación con David Delfín comenzó cuando el madrileño más empezaba a despuntar. "De hecho, yo entré justo después de aquella pasarela tan famosa y que llamó tanto la atención", apunta sobre un desfile que fue sonado, con modelos encapuchadas y con sogas al cuello: "Realmente fue un malentendido, porque la gente pensaba que las modelos iban con un burka y en verdad se inspiraba en los cuadros de Magritte".
Carmelina fue la directora de la tienda que David Delfín tenía en Jorge Juan, se encargaba de hacer que aquellos vestidos que las modelos lucían en las pasarelas: "Era muy llamativa, pero luego había que adaptar todo. Yo cogía los arreglos a medida, los ajustes de la gente y al final se acabó vendiendo muy bien porque sabíamos ajustar. Todo venía con un tallaje estándar, y nosotras debíamos de adecuarlo a la figura de la persona que lo compraba".
Ese año y medio que estuvo con el modisto, también se encargó de gestionar el taller y de hacer muchas de las producciones que Delfin ideaba. Tras aquello, Carmelina creará su propia marca, Qüeen, con diéresis, en Chueca. "La verdad que iba bastante bien y es en ese momento también cuando empiezo a trabajar en el mundo de las novias". De ahí Carmelina viaja a Barcelona y comienza una nueva andadura. Esta vez en el atelier de Pronovias. Su amplia formación, sus impresionantes referencias y el sólido trabajo que desempeñaba con las telas más finas, le abrió aquel mundo. Allí pasará ocho años.
Chaquetas a medida
"Y ahora, por fin, en Madrid, con un proyecto muy ilusionante", desvela de este Basset & Van Bommel. Una sastrería que, aunque trabaja para hombres, tiene una importante cartera de mujeres. "La mayoría son personas que pueden comprarse marcas famosas, pero no se conforman con tener algo que no le encaje perfectamente en su cuerpo. Entonces lo que valoran es que sea a medida, que sea exclusivo solo para ellos y que puedan elegir el tejido, el color y todo".
Esas mujeres le dicen que sin duda pueden comprar cualquier vestido o chaqueta en Max Mara, pero que el patrón no les encaja y van incómodas. "Ahora mismo estoy viendo una americana de mujer y lleva muchos más costadillos, más cortes respecto al caballero. Tiene una diferencia entre pecho y cintura bastante más exagerada que la del hombre. Me dedico a preparar en el patrón bien las medidas para luego en el tejido, queden bien ajustadas, con las holguras correctas". Su método de patronaje, además, es proporcional. "Es medir a la clienta y automáticamente sale el patrón. Realmente no me hace falta hacer demasiados naturales porque tengo ya las medidas del cuerpo en el papel, entonces es simplemente probarlo, hacer pequeños ajustes de milímetros y la verdad que sale todo redondo", indica de vestidos que pueden costar 800 euros o trajes de tres piezas por 3.300 euros.
El otro gran punto a favor son las marcas con las que han conectado. "Son las mejor posicionadas en el mercado ahora mismo en cuanto a calidad y contamos con todos los muestrarios de tejidos según la temporalidad, si es verano o invierno. Todo va cambiando mucho, también las tonalidades, los colores son siempre los últimos, a la moda, las últimas tendencias", revela de un muestrario donde se amontonan más de ocho mil muestras de tejido: "Al final es muy sencillo, es gente que no va buscando marcas para presumir, va buscando calidad, exclusividad y que pueda elegir todo".
Slow fashion
En una era en la que el fast fashion se impone con más fuerza como parte de la "cultura de lo efímero" en la que vivimos inmersos, Basset & Van Bommel propone una ruptura: recuperar el sistema tradicional de sastrería artesanal. "Nuestro equipo profesional de sastres elabora cada traje desde cero, iniciando el proceso con el trazado del patrón sobre el papel", señala uno de los socios, que prefiere no revelar su nombre.
"A continuación, se lleva a cabo el corte de la tela, un delicado proceso para el cual un sastre se prepara durante al menos cinco años de constante aprendizaje. El proceso de confección se realiza de forma completamente artesanal. Tras varias semanas de trabajo y al menos tres pruebas con nuestros clientes, se concluye un proceso delicado y minucioso, elaborado por profesionales que han dedicado su vida a formarse en el arte sartorial, y cuyo resultado habla por sí mismo", concluye de este gran lujo que es poder confeccionarse ropa a medida. Un lujo bello y sostenible.
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