Descuelgan el teléfono, admiten que saben poco del tema y da la sensación de que les gustaría saber menos todavía. En Belorado nadie esperaba estar a estas alturas de la semana en todos los periódicos y televisiones a cuenta de unas monjas "herejes". Hasta que empezó la semana, allí tenían como vecinas a unas clarisas al uso, como mandan los cánones, que vivían enclaustradas en el convento de Santa Clara y que cogieron algo de fama al elaborar unos delicados dulces. Pero el lunes todo cambió: las religiosas le echaron un pulso al Papa, rompieron con la Iglesia católica y asaltaron el primer puesto del orden del día en todas las conversaciones del lugar.
"Es la comidilla. Allá donde vayas, todo el mundo está hablando de las monjas", reconoce José Mari García, que quizá sea una de las personas más acostumbradas a tratar con los medios en esta pequeña localidad burgalesa de 1.798 habitantes. Hace unos años dio unas cuantas entrevistas porque, con el objetivo de frenar la sangría demográfica, pasó a liderar una concejalía contra la Despoblación en la Corporación Municipal. Ahora que ve al pueblo en todos los medios, socarrón, ironiza que a lo mejor no hay mal que por bien no venga.
Más serio, admite que allí nadie esperaba lo que ha pasado. También asegura que nunca antes había visto por allí ni al falso obispo al que ahora rinden pleitesía las religiosas ni a su secuaz. "Qué va, qué va", repite García. No se explica qué ha podido pasar para que las monjas de clausura estén en el centro de semejante episodio berlanguiano: "Yo no sé si se han acogido a estas ideas de verdad o qué ha pasado… No sé, no sé… Cuando lo piensen un poco van a ver de verdad dónde se están metiendo".
La polémica estalló cuando las monjas remitieron a las autoridades eclesiásticas un comunicado de 70 páginas para anunciar que rompían con la Iglesia católica y juraban fidelidad a Pablo de Rojas Sánchez-Franco. El falso obispo fue excomulgado en 2019 por sus vínculos con el prelado cismático vietnamita Ngo Dinh Thuc, líder de una corriente cristiana de corte preconciliar, a su vez con lazos con el Palmar de Troya.
El comunicado causó estupor en el Arzobispado de Burgos. Las monjas no solo acusaron al Vaticano y al papa Francisco de ser los artífices de un "caos doctrinal y moral", también señalaron a sus superiores por, supuestamente, haber bloqueado una operación inmobiliaria con el único fin de perjudicarlas. Las hermanas querían vender el convento de Derio para sufragar la compra del Monasterio de Orduña y, aunque tenían un acuerdo con las clarisas de Vitoria, propietarias de este último, no abonaron ningún pago.
Las monjas denunciaron que la negativa del Arzobispado a dar luz verde a la operación, extremo negado por la institución, era un modus operandi habitual para "desmontar comunidades de línea tradicional y quedarse con sus inmuebles para venderlos". Todas las acusaciones fueron desmentidas por Mario Iceta, arzobispo de Burgos y el obispo que en 2019, entonces destinado en Bilbao, excomulgó a Pablo de Rojas Sánchez-Franco.
El falso obispo, natural de Jaén y procedente de buena familia, es conocido en Bilbao por recorrer las calles del centro con la vestimenta característica de la Iglesia preconcilar. Ya en 2008, en una entrevista concedida a El Correo se declaró thucista y anunció la apertura de un gran templo en la capital vizcaína. Atendió al periódico en su amplísimo piso y la periodista se tuvo que cubrir la cabeza para poder entrevistarle. Sin ningún remilgo, Pablo de Rojas Sánchez-Franco cargó contra el Concilio Vaticano II, al que tachó de "herejía" y como hicieron las monjas en el comunicado del lunes, negó la legitimidad de todos los papas desde Juan XXIII.
"Seguramente estuvieron antes"
Álvaro Eguiluz es el alcalde de Belorado y, en conversación con El Confidencial, admite que es posible que tanto el falso obispo como José Ceacero -quien hace de portavoz de las religiosas y anteriormente fue un conocido barman en Bilbao- hayan estado con anterioridad a este lío en la localidad. "Seguramente hayan estado", remarca el primer edil quien, ante los cantos de sirena que hablan que las hermanas puedan estar siendo engañadas, sostiene que no las ve tan cándidas: "Con el trato que tengo con algunas de ellas no me parece que sea gente que se pueda alienar tan fácilmente como para caer en estas cosas".
Sin embargo, otra vecina, que tiene un negocio en una conocida calle del municipio, y que no quiere dar su nombre, es un poco más crítica. "Todo nos suena a chino y el pueblo está indignado", subraya, antes de dejar constancia de que nadie allí era consciente de lo que se estaba cociendo en el convento: "Eso sí, los que las conocían un poco más decían que últimamente estaban raras".
Un poco más allá, en la farmacia, una trabajadora admite al ser contactada que no dirá nada, puesto que de por medio hay un documento de confidencialidad. "Nosotros no podemos dar ninguna información porque es todo confidencial. Además, tampoco nos interesa", subraya la trabajadora de este establecimiento antes de, educadamente, colgar.
"A ver qué pasa"
El alcalde, igualmente, reseña que las clarisas nunca han acudido al consistorio a pedir ayuda, tampoco económica: "En cuestiones de ayudas financieras, directamente, no han venido nunca. Además del dinero que podían conseguir con sus actividades, creo que también han tenido algún benefactor, pero por parte del ayuntamiento no ha habido ayudas desde que llegamos en 2019. Y creo que antes tampoco".
Lo que más preocupa al primer edil, sin embargo, es qué va a pasar con las clarisas y el convento, que tenía una parte abierta al público en la que se celebraban misas que ahora permanece, valga la redundancia, clausurada. "Llevan aquí 600 años y son una parte importante del pueblo", remarca Eguiluz, que pone en valor, por ejemplo, que los dulces de las clarisas dieron fama al pueblo.
"A ver qué pasa…", suspira el alcalde, mientras otra vecina aprovecha la mezcla de sorpresa e indignación que se respira por allí para cobrarse una factura pendiente con las religiosas y redondear la particular escena que se vive esta semana en Belorado: "Por cierto, ahora que hablamos de los dulces y los chocolates… eran bien caros. Además, si un día ibas a echarles una mano, las monjas tampoco es que fueran muy generosas, no te creas".
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