La lipoproteína (a) es un factor de riesgo muy relevante en el desarrollo de afecciones cardiovasculares, pese a que su medición suele ser escasa.
Son múltiples y conocidos los factores relacionados con el riesgo de sufrir afecciones cardiovasculares. Con los que la población general española está más familiarizada son la diabetes, el tabaquismo, la hipertensión arterial o la concentración elevada de colesterol.
No obstante, no es tan conocida la importancia de la lipoproteína (a) en el desarrollo de patologías como ictus, infartos cardíacos, aneurismas abdominales o enfermedades arteriales periféricas. La concentración elevada de lipoproteína (a) supone así un desconocido factor de riesgo para quien la padece. Las lipoproteínas son sustancias que transportan el colesterol en sangre y existen las de alta densidad (también llamadas colesterol HDL) y las de baja densidad (conocidas como colesterol LDL).
En cualquiera de los casos, se trata de “una partícula de LDL, o colesterol malo, que lleva adherida a su superficie una proteína denominada apo (a), que la convierte en una partícula mucho más aterogénica, es decir, convierte al colesterol malo en uno malísimo”, explica el director de la Unidad de Riesgo Vascular del centro médico-quirúrgico Olympia Quirónsalud, el Dr. José María Mostaza.
“Una partícula de lipoproteína (a) convierte al colesterol malo en uno malísimo”
Con la medición de los niveles de lipoproteína (a), la estimación del riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio o un accidente cerebral vascular isquémico “es más precisa”. El doctor Mostaza, junto con otros médicos destacados de la Sociedad Española de Arteriosclerosis y de la Sociedad Española de Medicina Interna, han publicado un documento en el que se recoge esta evidencia sobre la lipoproteína (a). En el mismo se indica cuándo debe ser medida en sangre, qué acciones deben acometerse si se encuentran valores elevados y el futuro sobre los medicamentos enfocados a reducir su concentración.
Graves riesgos
La lipoproteína (a) se encuentra elevada en aproximadamente un 20% de la población, es decir, una de cada 5 personas de la población la tiene aumentada. La concentración de lipoproteína (a) en sangre viene determinada genéticamente en un 80%, por lo que “identificar a una persona con una lipoproteína muy alta exige estudiar a otros miembros de la familia”, señala el especialista.
“Esta lipoproteína penetra en el interior de la pared de las arterias más fácilmente que el colesterol malo, produciendo un mayor daño de la arteria y facilitando que se obstruya con más facilidad”, detalla Mostaza. Pese al riesgo que supone la lipoproteína (a) y a la cantidad de estudios que la relacionan con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, el número de personas que mide su concentración es insuficiente.
“La lipoproteína (a) penetra y daña la pared de las arterias más fácilmente que el colesterol malo”
Al estar determinada genéticamente en un 80%, no sería necesario medirla en más de una ocasión en la vida: “Con una única vez es suficiente porque su concentración apenas es modificada por factores externos y se mantiene en unas cifras muy similares a lo largo de toda la vida”, indica el experto.
Sin embargo, sería obligatorio medirla en personas que hayan desarrollado alguna complicación vascular a edades tempranas, en personas con familiares que hayan padecido una enfermedad vascular prematura, en personas que tengan familiares con lipoproteína (a) elevada y en aquellas personas que hayan tenido una complicación vascular sin tener una carga importante de factores de riesgo clásicos.
Múltiples soluciones
Existen una gran cantidad de fármacos en investigación para reducir la lipoproteína (a). El doctor insiste en que se están llevando a cabo varios ensayos clínicos con medicamentos, “pero deben demostrar su utilidad antes de poder salir al mercado”. Mientras tanto, asegura el experto, “en los pacientes con la lipoproteína (a) elevada se pueden hacer muchas cosas”.
“En los pacientes con la lipoproteína elevada se pueden hacer muchas cosas”
Según Mostaza, se debe examinar el nivel de riesgo vascular global del paciente con ecuaciones que la incorporen: “En función de dicho riesgo y de la intensidad de la elevación de la lipoproteína, hay que establecer una estrategia de tratamiento que permita reducir el riesgo atribuible a esta nueva lipoproteína”.
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