El Palacio de Comunicaciones, actual sede del Ayuntamiento de Madrid en Cibeles; el rascacielos del Edificio de Telefónica, en Gran Vía; la conocida como Casa de las Flores, también en la arteria central de la capital; y el hospital de Jornaleros de Maudes, actual sede de la Consejería de Vivienda, Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, son apenas cuatro ejemplos de la gran obra arquitectónica que Antonio Palacios dejó tras de sí. Este 2024 se cumplen 150 años del nacimiento del urbanista que consiguió enraizar un estilo constructivista propio en el contexto de una ciudad urbanita que dejaba atrás la villa barroca para convertirse en la metrópoli moderna.
Nacido en Porriño (Vigo) en 1874 y fallecido en Madrid en 1945, la estela que Palacios dejó tras de sí se conmemora ahora de la mano del Ayuntamiento de Madrid y el Colegio Oficial de Arquitectos (COAM). Estas dos entidades, dada la efeméride, han preparado visitas guiadas a los principales edificios diseñados por el arquitecto gallego, itinerarios teatralizados, conferencias, conciertos, talleres infantiles y una gran exposición en CentroCentro, en Cibeles, en su conmemoración.
Sus construcciones, presentes en la memoria colectiva de madrileños y visitantes, siguen ostentando importantes instituciones en su interior. Es lo que sucede, por ejemplo, con el edificio del Banco Español del Río de la Plata, ahora sede del Instituto Cervantes, que casi está enfrentado al Círculo de Bellas Artes, en la calle Alcalá.
"La irrupción de Palacios realmente fue una sorpresa en el campo de la arquitectura. En la escuela era alguien de notable, pero no de las figuras más prometedoras, y en poco tiempo terminó ganando algunos concursos", relata Miguel Lasso de la Vega, director de la Fundación Arquitectura COAM. Pronto se asoció con un fiel compañero que le seguiría en algunas de sus emblemáticas edificaciones, Joaquín Otamendi, con quien ideó el Palacio de Comunicaciones.
Su gran obra
Según el experto, se trata de un palacio que "no se puede adscribir a ningún estilo arquitectónico claro, sino que se engloba dentro de ese eclecticismo dominante a principios del siglo XX". Los dos arquitectos fueron capaces no solamente de mezclar una serie de estilos y crear así un lenguaje propio, sino que también incorporaron el hierro como elemento diferencial y simbólico, así como el pavés en sus pasarelas.
La mezcla de materiales tradicionales y contemporáneos confirió una novedad apenas vista en la época. "Hablamos de un lenguaje con referencias clasicistas junto a otras historicistas, incluso medievales", aclara Lasso de la Vega. En otras palabras: la libertad expresiva protagonizó los numerosos proyectos que realizó en la capital.
El Palacio de Comunicaciones puede considerarse su obra clave, pero ni muchos menos el culmen de su carrera. “Sorprende que unos arquitectos tan jóvenes fueran capaces de ejecutarlo, porque no siempre ocurre. Puedes tener la idea, pero a la hora de materializarla a veces falta solvencia y experiencia, y ellos las tuvieron”, comenta al respecto el integrante del COAM. Así pues, mientras esa obra larga en el tiempo se desarrollaba, sus carreras también maduraron.
"Lo decían tanto sus discípulos como la gente crítica con él, que era tozudo. Su objetivo era llevar hasta el final el primer boceto"
Para Lasso de la Vega, la característica más importante que define a Palacios fue su capacidad de integrar edificaciones monumentales en el contexto urbano. "Y eso teniendo en cuenta que era un tipo con ideas muy fijas. Lo decían tanto sus discípulos como la gente crítica con él, que era tozudo. Su objetivo era llevar hasta el final el primer boceto", añade. El tiempo parece no haber quitado la razón al prestigioso arquitecto ahora homenajeado, quien siempre tuvo en cuenta el lugar en el que se ubicarían tan magnas obras para erigirlas.
Por su parte, el decano de la entidad colegiada, Sigfrido Herráez, define a Palacios como "un grande de la arquitectura y del urbanismo, cuya belleza de lo que creaba es digna de un maestro". Desde su punto de vista, las obras del gallego "rozan lo escultórico". Y añade: "Es un maestro que ha dejado a la arquitectura moderna muy posterior a él, muchas pistas, muchos datos de lo que se debe y no se debe hacer en esta disciplina. Su legado ha tenido influencia después para muchos arquitectos que lo hemos estudiado y visitamos sus obras".
Sus grandes edificios
Así las cosas, quizá no consciente de ello, Palacios dejó unos hitos urbanos que a día de hoy han demostrado una polivalencia extraordinaria. De un hospital para pobres, a un edificio administrativo; de una sede bancaria, a la base del Instituto Cervantes. "A través de la propia arquitectura, siempre enfatizó el lugar en el que los colocaba", sintetiza Lasso de la Vega. Por lo tanto, afirmar que Palacios dio una renovada imagen a Madrid, una imagen de incipiente capital europea de principios del siglo pasado, no está alejado de la realidad.
El integrante del COAM también se para a analizar el Círculo de Bellas Artes, obra del arquitecto gallego y que, a día de hoy, todavía mantiene algunas de sus funciones originales. “Es un edificio excepcional, no tanto en su volumetría o planta sino en su sección. Unos pisos se van solapando con otros, interactuando de forma que crea espacios de dobles alturas a través de las comunicaciones por las escaleras”, describe.
Palacios, una vez más, acertó, pues el Círculo de Bellas Artes fue conferido para albergar una pista de hielo, piscina, restaurante, salas de baile y exposiciones, despachos y aulas. En definitiva, un enclave tan complejo como multifuncional en el que el eminente arquitecto consiguió incorporar diversos usos en el interior y, después, presentarlo al exterior con una también imponente cobertura.
La visión vanguardista de este arquitecto, asimismo, no siempre fue entendida. Concretamente, en el caso del Círculo de Bellas Artes, Palacios fue descalificado en la primera selección ya que su plano superaba la altura permitida. “Siempre quería hacerlo, y siempre se empeñaba, se enfrentaba con el Ayuntamiento, y lo conseguía”, expresa el miembro del Colegio. Finalmente, logró que el edificio sito en la Gran Vía fuera reconocido como de interés público, por lo que pudo desarrollar el proyecto.
Su legado en el Metro
Si uno quisiera, podría visitar Madrid de edificio en edificio ideado por Palacios, pero también su interior, literalmente. En este sentido, lo subterráneo tampoco le limitó. "Él fue el ideólogo de muchas estaciones históricas del Metro de Madrid. Es una obra brutal de ingeniería y muy bien resuelta en la que predominó su preocupación por la comodidad de la gente en espacios cerrados", enuncia el director de la Fundación COAM.
La elección de los materiales apaciguó la posible sensación de claustrofobia de una ciudadanía madrileña que comenzaba a meterse bajo tierra para ir de un lado a otro: "Por eso utiliza el azulejo blanco y abre lucernarios a través de los vestíbulos", puntualiza el experto. A día de hoy, cualquier usuario de Metro puede ver su impronta en la estación de Tirso de Molina, o en la histórica de Chamberí. Las edificaciones industriales tampoco se le resistieron, como la del propio Metro. "En este caso, es una nave industrial a la que otorga, a través del uso de determinados materiales y un exquisito cuidado en sus fachadas, la inserción urbana que tanto le caracterizaba", reitera Lasso de la Vega.
Un ocaso sin reconocimiento
El trascurso de los años y la llegada de nuevas maneras de construir dejaron algo relegado a Palacios. "Yo no diría que muere desprestigiado, pero sí que se le deja de reconocer cuando muere en 1945. Desde los años 20 y 30 se tenía otra idea de la arquitectura. En cambio, él decidió mantener su manera de hacer", prosigue el especialista. Palacios apenas fue un referente para las generaciones posteriores, pues el racionalismo de los años de posguerra le apartaron del punto de mira.
No fue hasta la década de los 80 cuando su figura volvió a renacer en un momento en que el mundo de la arquitectura y la sociedad madrileña giró la vista para apreciar la importancia de este arquitecto para la ciudad. De hecho, "la desaparición de algunas de sus obras se debe, posiblemente, a que apenas era reconocido en ese momento, algo que ahora sería impensable", concreta el integrante del COAM.
Efemérides como la celebración del 150 aniversario de su nacimiento, impulsadas por el Ayuntamiento de Madrid y el Colegio de Arquitectos, demuestran que, más allá de historiadores o expertos, realmente este patrimonio pertenece a la ciudadanía. "Así la gente puede valorarlo mucho mejor y, si el pueblo lo demandara, muchos edificios estarían mejor protegidos y no desaparecerían", concluye Lasso de la Vega.
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