La borrasca Mónica supuso un ligero alivio para los pantanos andaluces. En la provincia de Málaga, una de las más afectadas por la sequía, el agua embalsada ha aumentado 12 hectómetros. Un alivio insuficiente si tenemos en cuenta que las reservas están en situación crítica.
Valle de Abdalajís, una localidad con unos 2.500 habitantes, es uno de los muchos pueblos que siguen mirando al cielo y cruzando los dedos para que siga lloviendo. Incluso aunque eso conlleve una Semana Santa deslucida. Las aguas caídas a principio de mes han nutrido las bolsas subterráneas de las que se abastecen, pero únicamente han permitido relajar un poco las restricciones aprobadas meses atrás.
Las 12 horas al día de corte de agua, ahora son nueve, informó la alcaldesa, Virginia Romero, que en distintas ocasiones ha pedido a la ciudadanía que haga un uso responsable del agua para no tener que regresar al escenario de hace tan solo tres semanas.
Este contemplaba la supresión del suministro entre las 12:00 y las 17:00 horas y de 22:00 a 7:00, así como la asistencia diaria de varios camiones cuba para que los vallesteros, como se conoce a los naturales de este municipio, pudiesen tener algo de agua en sus casas.
El día a día está siendo tan complicado, que hay vecinos para los que las precipitaciones que están chafando los desfiles procesionales de buena parte de la región, son una especie de bendición divina.
"Soy muy religiosa y pertenezco a una cofradía, pero preferiría que cayera el agua a cántaros y tener que cantarle al Señor en la iglesia", comenta a este periódico María Dolores Vergara, propietaria del hostal Vista a la Sierra, quien mantiene este deseo a pesar de que el mal tiempo implique anulaciones de reservas.
“Personalmente, elijo que llueva, porque a largo plazo son ganancias para mí”, explica la mujer, que relata la "incomodidad" de tener que pedir a sus huéspedes que "no desperdicien" un recurso que en el municipio es oro. "La mayoría se muestra comprensiva, pero otros ponen una carilla rara, como diciendo: ‘Yo vengo, pago y quiero tener toda el agua que necesite’. Hay de todo".
Los vecinos de Valle de Abdalajís dicen que, además de la sequía, tienen el problema de las obras el AVE, que "rompieron el acuífero"
A sus 74 años, María Dolores confiesa que "no he conocido una sequía como esta", pero también responsabiliza de la situación que vive su municipio al impacto que tuvieron las obras del AVE en las reservas hídricas. "El agua de nuestros acuíferos está saliendo por la boca del túnel —del tren de alta velocidad que hay en la zona—", por eso cree que "más de la mitad de los pozos están secos".
"Hicieron un destrozo en la sierra", añade Paco, del restaurante Los Atanores, que cuenta que "tres camiones al día arriman agua a los depósitos del pueblo" porque "rompieron el acuífero". "De eso hace casi 20 años".
Este vecino de Valle de Abdalajís, "de toda la vida", explica que en su negocio han contado con el apoyo de un aljibe "de la que tiramos durante los cortes", pero "en el pueblo lo están pasando mal”. "El agua de respeto que ha caído aquí en el último año será unos 50 litros" y los arroyos no han podido nutrirse.
Por eso Paco piensa que lo primordial ahora es que "caiga agua", aunque eso signifique que no haya desfiles procesionales. "Ojalá llueva un mes entero", espeta a modo de plegaria.
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