El Madrid de Masats más allá de una foto

El Madrid de Masats más allá de una foto

Ha muerto Ramón Masats en Madrid. Que no fue la ciudad donde nació, pero sí donde residió y donde concibió la imagen más popular de su repertorio: un sacerdote provisto de sotana se estira en una palomita para detener el disparo de un colega. ¿Gol o no gol?

Es en blanco y negro. La silueta del clérigo-portero proyecta una sombra en el campo de tierra en un descampado de la capital. La realizó Ramón Masats en 1959. Y la titulo 'Seminario'. Parece una fotografía espontánea, una captura accidental, pero resulta que el artista catalán pidió al sacerdote que repitiera la acrobacia hasta en dieciocho ocasiones.

El trance llamaba la atención en la estupenda exposición que se organizó en la Fundación Tabacalera a título de memorial preventivo. Estaba dedicada a la obra de Masats. Y a la campaña de promoción turística que le encargó el Gobierno del caudillo.

La foto más icónica de la trayectoria de Masats.La foto más icónica de la trayectoria de Masats. La foto más icónica de la trayectoria de Masats.

El propio Franco "inauguraba" el recorrido de la muestra. Lo hacía con una fotografía arriesgada y extraña, pues Masats se atrevió a retratar al generalísimo ocultándolo detrás de los micrófonos. Y abrumándolo con un fondo negro que describía implícitamente la sordidez del régimen. A Ramón Masats no se le contrató para esta clase de tareas, obviamente, pero no pudo sustraerse a la realidad ni a la crudeza de la España desarrollista.

La recorrió a bordo de un Seiscientos. Y prolongó la tarea diez años (1955-1965), más o menos como si el proyecto de propaganda original -Visit Spain- hubiera quedado subordinado a un propósito mayor que hilvanaba la estética, la antropología y la mirada compasiva.

Es la de Masats una España no necesariamente sórdida ni solanesca, pero sí deprimida y hasta deprimente. Lo demuestra la pobreza y desamparo del mundo rural. Lo transmiten los arrabales urbanitas de Madrid, poblados de cabras y de militares. Y lo acredita la feroz iconografía del nacional-catolicismo.

Europa Press

Nadie sonríe en la España en blanco y negro de Masats ni en los arrabales del foro. La excepción identificaba a unos agricultores que observaban la cámara como a un extraterrestre. Y unos niños agrupados en un pueblo de Castilla que destacan por los harapos y la suciedad. Masats tenía que narrar un Madrid y una España idealizadas.

Había sido reclutado para vender en el extranjero la originalidad de un país genuino y exótico, pero las obligaciones del trabajo y la remuneración del oficialismo no contradicen las licencias que se concedió el fotógrafo barcelonés.

La Fundación Tabacalera es un estupendo lugar para las exposiciones. De hecho, la estética de la antigua fábrica de tabacos propuso a Masats y a su obra un itinerario de galerías en penumbra que redundaba en la contextualización de un viaje en el tiempo. La España del No-Do, del transistor. De los curas y de los soldados. De las amas de casa y de los toreros.

"Nadie sonríe en la España en blanco y negro de Masats ni en los arrabales del foro"

Representaba a estos últimos una imagen de Antonio Ordóñez escupiendo agua en la plaza de Pamplona como referencia de otros muchos testimonios sanfermineros. Ninguno tan elocuente como un toro bravo a punto de derrumbarse. Tiene enterrado el estoque en el hoyo de las agujas, pero la espada y la cruceta asemejan a una especie de crucifijo. La oscuridad de la muerte contrasta con la luz de los tendidos. Y simbolizaba el contraste conceptual de toda la exposición.

Ya decía Chesterton que no existe un color más intenso que el negro. Y no existe mejor manera que exponerlo que el blanco, por mucho que la propaganda franquista quisiera trasladar en el extranjero y en ultramar los prodigios de un país entusiasta y colorido. Se trataba de fomentar el turismo como remedio a la depresión económica y como solución al aislamiento geopolítico.

De hecho, el cartel que aprobaron las autoridades franquistas, policromado como un retablo barroco, consistía en la imagen de una mujerona morena y sonriente cuyo abanico consolidaba el estereotipo folclórico y hasta racial: Visit Spain.

Ramón Masats cumplió con profesionalidad y oficio el encargo, pero también lo sobrepasó. E hizo de la campaña turística una suerte de viaje iniciático cuyas pruebas y documentos se reanimaron en Madrid a medida de una formidable experiencia iniciática.

Rubén Amón

Masats fue un artista mayor. Su obra ha trascendido la coyuntura. Y sus méritos merecen que se le reconozca la autoría a una fotografía que Pedro Almodóvar convirtió en la alegoría de La mala educación. Un cura con sotana se estira en una parada inverosímil.

La imagen se concibió en el Seminario Conciliar de Madrid. Y la publicó el diario Ya antes que ningún otro medio. Fue gol, las cosas como son. Lo confirmaron varias décadas después los protagonistas del acontecimiento. Tanto el portero, Lino Hernández, como el delantero, Mariano Enamorado.

El mediador del penalti, Ramón Masats, convirtió la foto, sin pretenderlo, en un icono universal. Por eso el archivo original se encuentra en la sede del MoMa neoyorquino. Y por la misma razón el fotógrafo se sorprendió a sí mismo cuando tuvo la oportunidad de revelarla. Porque fue una revelación: "Mucho mejor de lo que nunca hubiera pensado".



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