Ya en el siglo III A.C., el brahmán hindú llamado Chanakia disertaba en sus escritos sobre cómo cualquier país vecino era, por definición, un potencial enemigo y describía con detalle qué estrategias y acciones tomar para restarles poder antes de que pudieran convertirse en una amenaza.
Ante un rival fuerte, propugnaba el pensador indio, es mejor evitar un ataque directo y optar, en cambio, por desacreditar a sus gobernantes y sembrar la alarma en el pueblo. Espías, asesinos, agitadores, propagadores de rumores o agentes para promover la corrupción.
En definitiva, cualquier operación que se pueda ejecutar sin dejar rastro y evitar así una escalada bélica contraproducente para tus intereses. Durante milenios, estas han sido las bases de la guerra híbrida. Ahora, la tecnología está cambiando las reglas del juego.
Los desafíos que plantean las nuevas tecnologías, las amenazas híbridas y la guerra multidominio fueron algunos de los ejes centrales del foro Desafíos en la Industria de la Defensa, organizado por El Confidencial en la ciudad de Córdoba y donde pudimos escuchar una amplia gama de análisis, datos y opiniones de expertos militares, industriales e institucionales. Fuimos con muchas expectativas y hemos vuelto con nuestros cuadernos de notas, los que todavía apuntamos a mano, a rebosar de información. Repasamos a continuación ahora algunas de las claves.
Amenazas híbridas
Si bien la esencia del conflicto híbrido y las operaciones en la zona gris son centenarias, fue en los años 90, durante las guerras de Chechenia y de Líbano cuando este tipo de acciones comienzan a ganar intensidad. Pero no es hasta 2006, con el conflicto entre Israel y Hezbolá, cuando se empieza hablar generalizadamente de guerra híbrida.
Como concepto, no es más que la unión de capacidades regulares e irregulares: acciones militares convencionales junto a actuaciones no militares, ambas en pos del mismo fin. Dicho de otra manera, conseguir objetivos militares utilizando no solo medios militares. Pero mientras muchos de los países de nuestro entorno llevan décadas preparándose para estos nuevos escenarios, España llegó más bien tarde y no sin dificultades.
"Las Fuerzas Armadas afrontaron esta amenaza con mucho más interés y esfuerzo que apoyo y medios", aseguró el general Fernando Alejandre, ex jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y asesor de RETI España. Prueba de ello es que apenas se hizo nada en ese terreno hasta que el almirante Fernando García Sánchez ocupó el cargo de JEMAD entre 2011 y 2017, siendo el antecesor del general Alejandre (2017-2020).
Es un desafío en el que hay que esperar todo tipo de acciones, convencionales e irregulares, "donde el principal apoyo del enemigo va a estar en el desarrollo tecnológico, la globalización y la polarización de nuestra sociedad", decía el ex-JEMAD.
La importancia de estas operaciones "híbridas" es tal que el general ruso Valeri Gerasimov, quien trabajó mucho en este campo creando doctrina al respecto, llegó a decir que las fuerzas armadas eran más eficaces cumpliendo sus objetivos con el mínimo empleo de fuerza militar.
Las operaciones secretas cibernéticas, campañas de desinformación masiva y tácticas de presión geopolítica pueden llegar a ser armas tan efectivas como las convencionales. No produce bajas, pero socavan la moral, generan dudas, dividen y allanan el camino hacia los objetivos militares. Al creciente desafío generado por esta evolución de la guerra híbrida se ha tenido que responder con una orgánica específica en los ejércitos para afrontar estos retos en el ciberespacio o en la seguridad de las comunicaciones.
Sin embargo, proseguía Alejandre, la sociedad española interpreta muy mal las amenazas, no las interioriza. Se piensa que, o bien en realidad no existen, o son tenues y lejanas. Esto deja carta blanca a nuestros rivales estratégicos para explotar nuestras propias debilidades, lo que es muy difícil de admitir por parte de la ciudadanía.
Como conclusión, el general Alejandre nos dejaba un mensaje preocupante: "En los próximos 15 o 20 años, en España nos enfrentaremos a algún tipo de amenaza híbrida que pondrá en peligro la seguridad de toda la sociedad. La única solución será afrontar esta cuestión desde una perspectiva nacional".
Ciberespacio y nuevas tecnologías
Afrontar estos nuevos desafíos requiere nuevos medios y métodos. Las mismas tecnologías convertidas en arma de ataque son las mismas con las que tratamos de defendernos. Pero, si bien la adaptación tecnológica esto puede tener sus dificultades, el teniente general José María Millán Martínez, jefe del CESTIC (Centro de Sistemas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) apuntaba que el auténtico desafío yace en el cambio cultural necesario para afrontar esta nueva situación.
Renovar equipos e incluso métodos de trabajo tiene su coste y dificultad, pero es factible. El cambio cultural implica hacer cambiar a las personas y eso, añadía, es muchas veces lo más difícil. "No sé qué es más difícil si meter una idea nueva en la cabeza de alguien o sacar una idea vieja".
El ciberespacio, reconocido por la OTAN desde 2016 como un "espacio de operaciones" —es decir, otro dominio de batalla— es de una complejidad tremenda y con la dificultad añadida de que evoluciona con gran rapidez. Aquí, explicaba el teniente coronel Francisco Marín Gutiérrez, del Mando Conjunto del Ciberespacio, hay tres factores fundamentales: el tecnológico, el de los agentes de la amenaza y el de los usuarios.
La tecnología ha traído un incremento exponencial de potenciales ataques, con más capacidades para el atacante y más flancos expuestos por el defensor en sociedades altamente digitalizadas.
Los agentes son de todo tipo. Los hay que son gobiernos, otros son organizaciones terroristas y los hay que directamente son grupos criminales. Pero también ha surgido un "activismo híbrido" donde tienen cabida desde hackers antisistema hasta otros actores que trabajan de manera más o menos organizada para defender determinadas políticas nacionales o posiciones ideológicas.
En este último caso tenemos el ejemplo de la enorme cantidad de activistas prorrusos en redes sociales y foros. Los usuarios representan, por un lado, el objetivo de muchas de las actuaciones y, a la vez, suponen el 80% de los puntos de entrada de ciberataques, con tácticas tan sencillas como el envío de correos o mensajes de apariencia inocente.
El espacio: un entorno clave y disputado
Hasta hace unos años el espacio era cosa de las grandes potencias. A día de hoy, más de 65 países tienen satélites en órbita, a los que hay que añadir otros de capital privado e incluso de individuos particulares.
El espacio se ha democratizado y esto ha hecho que pase de ser algo transversal que daba apoyo a los ejércitos (comunicaciones e inteligencia, sobre todo) a convertirse en un verdadero campo de batalla, como muestra el hecho de que China y Rusia hayan incorporado las operaciones espaciales a su doctrina militar. Con esto, Miguel Ángel Panduro, CEO de Hispasat, dejaba meridianamente clara la importancia del espacio ultraterrestre en la defensa nacional y cómo no va a hacer más que creer en un futuro próximo.
Desafíos Defensa 24 | Las amenazas invisibles y el nudo gordiano de la soberanía estratégica
K.A.P.
Una necesidad tan estratégica como esta no puede depender de las decisiones de países, empresas o personas ajenas al interés nacional. El ejemplo es claro y no hay más que pensar en Elon Musk y su sistema Starlink y en el papel que ha jugado en el conflicto ucraniano, cuando tuvo en sus manos el facilitar o no información vital a las tropas de Kiev.
En cuanto a la guerra híbrida, es fácil deducir el potencial de capacidades y el interés en poder actuar sobre satélites, cuando estos nos proporcionan, a menudo sin que seamos conscientes, servicios hoy tan esenciales como internet, comunicaciones o navegación.
Respecto a la situación de nuestro país, el CEO de Hispasat nos dejó unos mensajes muy positivos. España está acometiendo la renovación de sus satélites estratégicos entre 2024 y 2028 y, con ellos, tendrá los sistemas más avanzados de Europa. "Son activos que hacen que España forme parte de un club muy selecto, que nos permite un importante intercambio de información e inteligencia".
Agilidad o nada
La tecnología fue otro de los grandes temas a debate, en el que se hablaron de tres grandes temas: la capacidad de adaptación a las tecnologías disruptivas (de las Fuerzas Armadas y de la industria), la necesidad de cooperación (nacional y europea) para los proyectos del sector y potenciar el factor dual de la tecnología de defensa.
"Las tendencias 2024-2043 definen ocho grandes tecnologías: big data, inteligencia artificial, sistemas autónomos, tecnologías espaciales, tecnologías cuánticas, hipersónica, biotecnología, nuevos materiales y nuevas formas de producción", especificó el general de división Enrique Campo Loarte, subdirector general de Planificación, Tecnología e Innovación del Ministerio de Defensa, quien comentó el ejemplo del programa Coincidente como "de colaboración público-privada, donde se cofinancian proyectos maduros de aplicación civil para introducirlos en el ámbito militar".
Pero además, el general Campo Loarte hizo una importante salvedad: "La disrupción no siempre viene por una o varias nuevas tecnologías. En defensa sabemos que el uso innovador de tecnologías existentes también pueden tener un efecto disrutpor [...] como los drones comerciales".
Tener claras las prioridades es solo el comienzo. Pero es igual de importante la capacidad para asumir esas tecnologías de forma efectiva en tu defensa nacional.
"La agilidad. Las innovaciones tienen que ser ágiles y resueltas en el momento que se necesitan para enfrentar a las amenazas. Aquí quiero romper una lanza por las pymes y las midcaps, que tienen muchas veces la capacidad de tomar decisiones rápidas sin que existan unos condicionantes complejos. Tenemos que llegar a tiempo cuando la tecnología se necesita", explicó Justo Sierra, consejero delegado de la gallega Urovesa, fabricante de referencia de vehículos de grado militar para el Ejército.
Pero una vez en marcha, el ejecutivo explicó la complejidad y tamaño de los proyectos de alta carga tecnológica, donde cooperan expertos industriales, militares y académicos, de la esfera pública y privada. "El reto es la financiación, ya que se necesitan grandes programas liderados por empresas tractoras que permeen hacia otras más pequeñas. Estas son fundamentales, porque tienen capacidad y agilidad, y en su esencia está la innovación", agregó Sierra.
Esa agilidad tiene mucho que ver con la capacidad de las empresas para captar y retener el talento, otro de los desafíos compartidos de los que se debatió en el foro. Entre las múltiples ideas expuestas, destacó la necesidad de ampliar las capacidades de entrenamiento y formación.
"En GAM el foco lo tenemos puesto en la constante formación de nuestros técnicos. Creemos que más que traer de fuera, nosotros nos focalizamos más en el desarrollo y capacitación de nuestros empleados", explicó Diego García Pastor, director corporativo de Desarrollo de Negocio de GAM.
Esta empresa de alquiler y venta de maquinaria lanzó en 2017 una escuela de oficios virtual llamada Kirleo, que solo el año pasado impartió cursos para casi 30.000 alumnos.
La respuesta es... Europa
Además, se analizaron estos desafíos entendiendo que la competencia tecnológica es global. A las grandes potencias con Estados Unidos o China y sus enormes presupuestos de defensa (y su I+D asociada), se han sumado países con industrias de defensa cada vez más pujantes, de Corea del Sur a Turquía pasando por Israel, gracias a sus productos innovadores. La respuesta, coinciden en el sector, es Europa.
"Hemos pasado de la edad de la inocencia a la edad de la responsabilidad. Esto es un cambio de período que no afecta solo a España, es el cambio de paradigma en Europa. Hemos invertido fondos estructurales en muchas políticas públicas, transporte, agrícolas, medioambientales. Pero no nos hemos dado cuenta de que una política esencial es la seguridad", consideró Pablo García-Berdoy, responsable de Asuntos Públicos para Europa de LLYC.
"Hay que aprovechar todas las oportunidades de financiación y estudiarlas con detalle y cómo se ajustan a los proyectos y el perfil de nuestras empresas. Segundo, ver las complementariedades con otras empresas para presentar proyectos que aporten valor a los actores que están participante. Tercero, experiencia de diálogo en el ecosistema de defensa europeo con una presencia activa. Y por último, ensayo y error. No siempre va a salir el proyecto que queremos. Pero hay que repetir el intento".
{getToc} $title={Tabla de Contenidos}