La caza de los 'funambulistas' del dolor: los 12 policías que persiguen a los secuestradores del narco

La caza de los 'funambulistas' del dolor: los 12 policías que persiguen a los secuestradores del narco

El sadismo de las imágenes provoca esa extraña sensación en la que cuesta mantener la mirada en la pantalla, pero algo casi magnético impide detener el video hasta su final. Un tipo semidesnudo, maniatado con cinta americana y sentado sobre una silla con forma cóncava. Tiene los ojos vendados y los brazos atados en una postura imposible. Nada puede hacer cuando la persona que graba el video se aproxima y le propina una patada en la cabeza.

El agresor, en un plano secuencia, se desplaza hacia una habitación próxima en la que hay otro individuo. Está encintado a la estructura de la cama. Desnudo de cintura para abajo y sentado en el suelo, unos leves quejidos se abren paso a través de la mordaza cuando recibe dos golpes.

La grabación muestra en tercer lugar a un hombre en el suelo que parece un cadáver amortajado. Inmovilizado por las cuerdas que rodean sus manos y piernas, difícilmente logra responder en el instante en que su captor se acerca y le pregunta si está bien.

Es el preámbulo de una tortura que exhala cierto aire de ritual cuya única canción posible es Stuck in the middle with you que sonaba en la mítica escena del Señor Rubio en Resorvoir Dogs. Una de las víctimas implora: "¡Te lo juro! ¡Yo no he hecho nada!". Suplica en vano. La sangre comienza a gotear sobre su ropa cuando la hoja de un cuchillo le rebana la oreja izquierda entre ahogados lamentos. Sin descanso, el agresor hace lo propio con la derecha. Solo se escucha: "¡Por favor! ¡Por favor!".

Pablo D. Almoguera. Málaga

Las imágenes, captadas con la aplicación Snapchat, duran 1:20 y poco se sabe de ellas. Que se grabaron en algún punto de Andalucía —posiblemente, Almería— y que el destino de sus protagonistas era incierto. Pero desde que trascendieron a principios de año, provocaron un efecto contagio y "se sucedieron los casos en los que amputaban la oreja a los secuestrados relacionados con el tráfico de drogas".

Lo sabe bien quien pronuncia esas palabras. El inspector al frente del Grupo I de la Sección de Crimen Organizado de la Udyco Costa del Sol. Una unidad que desde 2021 se dedica casi en exclusividad a resolver este tipo de secuestros. Un tipo de delitos que parecía reservado a grandes organizaciones criminales, pero que ya perpetran cualquier banda de poca monta: "Hoy en día, igual te secuestran por una tonelada de cocaína, que por dos kilos de marihuana".

El último Boletín de Criminalidad del Ministerio del Interior refleja el creciente protagonismo de esta modalidad delictiva. En los primeros nueve meses del año se denunciaron 91 secuestros en todo el país, lo que representa un incremento del 62,5% con respecto al mismo periodo de 2022, en el que se contabilizaron 56.

Los captores no dudan en hacer amputaciones, quemaduras o dar descargas en los genitales para lograr la información que quieren

Uno de cada cinco casos se produjo en Málaga. Una provincia que es un tradicional punto caliente en el mapa del crimen organizado y donde esta modalidad delictiva transita entre ajustes de cuentas y vuelcos entre narcos.

Mekky y una respuesta homogénea

La mayoría de las investigaciones, explica el responsable policial, comienzan con la llamada de un familiar, la denuncia de un conocido de la víctima o el contacto de un abogado. Los datos que se proporcionan en este primer contacto son mínimos y parecen seguir un guion preestablecido. "Lo primero que dicen es que la víctima ha desaparecido". "Y poco más", comenta el mando policial, que señala que el obstáculo inicial al que se enfrentan los 12 investigadores que actualmente componen esta unidad especializada es que el entorno supere el "tabú" que rodea todo lo que tenga que ver con el narcotráfico.

"Hay gente que quiere colaborar, otra que no y quien solo desea informar", por eso "estrujamos hasta el límite la información de la que disponemos" y aplican una protocolo de investigación que parte del entorno más próximo del secuestrado y en el que van ampliando el círculo de actuación conforme se cierran líneas de trabajo.

El embrión de esta metodología fue la desarticulación de la red de narcoterrorismo de los hermanos Mekky. Esta organización estuvo detrás de dos asesinatos y la colocación de varias bombas en distintos puntos de la Costa del Sol y planteó un nuevo escenario caracterizado por una brutalidad inusitada. Un reto que mostró la necesidad de "dar una respuesta homogénea" a una tipología criminal desarrollada por tipos capaces de convertir un contenedor marítimo en una sala de torturas insonorizada y presidida por una silla de dentista.

Los secuestradores plasman en imágenes sus torturas. (Policía Nacional)Los secuestradores plasman en imágenes sus torturas. (Policía Nacional) Los secuestradores plasman en imágenes sus torturas. (Policía Nacional)

El inspector sostiene que la situación "no es preocupante", pero no oculta la perversión de algunos de los secuestradores. Tipos dispuestos a caminar como un funambulista por los umbrales del dolor con un objetivo prioritario: lograr información.

Es lo que hicieron unos secuestradores que "con una batería dieron descargas eléctricas en los testículos a su víctima" para que revelara el paradero de un alijo. Otros "estuvieron golpeando a un hombre con un cinturón hasta levantarle la piel". Y hubo uno que con una espada al rojo vivo marcó el trasero de un miembro de su organización de quien sospechaba que había facilitado datos a otra para que robasen una partida de marihuana en el municipio de Vélez-Málaga.

Los agentes, muy de vez en cuando, también se topan con casos que cuanto menos se pueden definir como extraños. Podría ser el protagonizado por un argelino que fue secuestrado tras un vuelco de droga entre bandas y al que sus captores colocaron sobre todo el cuerpo bolsas de hielo que sujetaron con cinta adhesiva. El fin, supuestamente, querían provocarle una hipotermia, que trataban de acelerar con unos ventiladores a toda potencia centrados en la víctima. Pero si tenemos en cuenta que cuando ocurrieron los hechos era pleno mes de julio, con temperaturas que en Málaga superan los 30 grados, lo más probable es que fuese un alivio más que una tortura.

Pablo D. Almoguera. Málaga

Las amputaciones, como la sufrida por un joven neerlandés, al que cortaron las falanges de los dedos índices tras no superar un prueba de polígrafo, no son habituales, pero han aumentado tras la grabación en la que cortan las dos orejas a un secuestrado. Como si se hubiese producido un efecto imitación.

Exhibición de la crueldad

Lo curioso de esta práctica es el empeño que tienen sus autores por grabar su obra. Por plasmarla y exhibir esa carencia de piedad. Y "no es tanto por asustar a la familia para que cumplan sus órdenes", sino para dejar clara de su fiereza ante otras organizaciones.

"Que sepan que les puede ocurrir si deciden jugársela", precisa el inspector, al que la experiencia —lleva 18 años en la Udyco— le permite enumerar tres móviles principales tras este tipo de secuestros. El primero es en el que la víctima "ha robado la mercancía" a sus captores. Le siguen aquellos en los que "se ha perdido la droga o ha habido un vuelco" y la organización "amarra" a uno de los suyos para determinar si ha tenido algo que ver. Y la tercera motivación es consecuencia de las constantes luchas de poder que existen dentro de estas redes y que llevan a algunos elementos a justificar un rapto "como excusa para limpiarse a uno de los líderes".

Existe una cuarta opción, residual, pero con cierta esencia narrativa. Se produce en las situaciones donde dos grupos, comprador y vendedor, van a realizar su primera transacción. En estas situaciones, donde la desconfianza es un factor que cotiza al alza, uno de los miembros de cada organización, "normalmente los que han ejercido de intermediarios", permanecen bajo custodia del otro.

Es como una especie de prenda o seguro para evitar que las cosas se tuerzan. Esta práctica se suele circunscribir a las operaciones de tráfico de cocaína, pero los expertos policiales han detectado cómo organizaciones de poca monta son capaces de complicarse su futuro penal perpetrando secuestros y detenciones ilegales.

"La prioridad es liberar a la víctima", ya sea por "acción directa" o por "presión". "Forzar que lo suelten" tocando las piezas adecuadas

¿Pero existen bandas especializadas en raptar a narcos? "No diría que no", contesta el jefe policial, que explica que puede ser un negocio muy lucrativo. Los rescates más elevados de los que ha tenido conocimiento eran de "un millón, un millón y medio y hasta dos millones de euros", por lo que, "si cobras, puedes ganar mucho dinero".

Confiesa que es difícil describir la tensión que viven esos días en los que saben que hay una víctima secuestrada, a la que están torturando y cuya vida corre un serio peligro. Son jornadas en las que "duermes poco" y donde la comunicación con los familiares es constante. En esta labor es clave la figura del mediador, quien ayuda a mantener abierto un canal de contacto y los instruye para que puedan colaborar con los investigadores en el caso de que los raptores les contacten.

Pero este experto también les puede ser de ayuda para afrontar una situación para la que nadie suele estar preparado y que se agrava conforme pasan las horas. "Este tipo de secuestros, cuanto más largos, peor pinta tienen", señala el inspector, que recalca que en esas situaciones "nos aislamos y nos centramos en la persona".

"La prioridad es liberar a la víctima", ya sea por "acción directa" de los investigadores o por la "presión" que estos puedan ejercer. No es más que "forzar que lo suelten" tocando las piezas adecuadas que hagan saber a los secuestradores que están en el radar de la Policía Nacional y que más pronto que tarde van a llegar hasta ellos.

Detención de unos presuntos secuestradores en el Benalmádena. (Policía Nacional)Detención de unos presuntos secuestradores en el Benalmádena. (Policía Nacional) Detención de unos presuntos secuestradores en el Benalmádena. (Policía Nacional)

Una de las principales dificultades que tienen los agentes del Grupo I de la Udyco Costa del Sol es vencer las reticencias del entorno de las víctimas a colaborar con ellos. A veces por miedo a verse envueltos en problemas con el narco, otras por temor a comprometer a su conocido.

Este recelo deriva en una especie de juego de seducción en el que los investigadores deben ganarse la confianza de estas personas para obtener la mayor cantidad de datos que permitan la rápida resolución del caso. En ese punto es básico dejarle claro que no les interesa lo que haya hecho el secuestrado y que su único fin es devolverlo a su lado.

La liberación de una víctima exige una planificación milimétrica y habitualmente requiere del apoyo de otras unidades. Grupo de Operaciones Especiales (GOES), Medios Aéreos, Unidad de Prevención y Reacción (UPR), Policía Científica… y, sobre todo, el resto de grupos de la Udyco, que son extremadamente valiosos por la información que pueden manejar dentro del complicado mundo del crimen organizado.

Pablo D. Almoguera. Málaga

La ejecución de la operación es uno de los momentos más complejos, porque no saben cuál va a ser la respuesta de los captores, ni el estado en el que se encuentra la víctima. "Su reacción inicial es de terror porque piensan que los vamos a matar", relata el mando, que añade que después, "unos se vienen abajo, y otros lloran de alegría".

La mañana parece tranquila en el grupo. "A día de hoy, que sepamos, no hay nadie secuestrado", comenta con alivio mientras se toca la cabeza como gesto de superstición. Eso sí, quedan muchas gestiones y papeleo por delante, porque una investigación no se da por finalizada cuando, por ejemplo, sacan a dos tipos de un zulo. Algunas se prolongan varios años después. Es el trabajo menos emocionante, pero también el más agradecido cuando has salvado una vida.



{getToc} $title={Tabla de Contenidos}

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Formulario de contacto