En lo alto del puerto de Cotos, junto a los pies de Valdesquí, está la Venta Marcelino, un caserón serrano conocido por todos los amantes de la naturaleza, el senderismo o incluso por los ciclistas que, tras retorcerse en las pendientes que allí desembocan, se toman un caldo caliente o un café antes de seguir la ruta. No obstante, otra particularidad más allá de las viandas o los brebajes reconstituyentes, ha hecho famoso a este establecimiento de la sierra de Madrid: tiene una página web desde la que seguir en tiempo real el estado de la montaña.
Gracias a diversas cámaras estratégicamente colocadas, desde su página web ofrecen un servicio inesperado para una venta de este tipo: sirven como orientación a todo aquel que quiera subir hasta Guadarrama y tenga dudas de si la climatología se lo permitirá o si, por el contrario, es mejor guardar los abrigos y las botas y esperar a otro día de mejor tiempo.
Las imágenes aparecen captadas desde diferentes puntos y con el paso de los años han ido perfeccionando un sistema que da testimonio de las nevadas que complican el acceso por carretera o de esos días en los que los aparcamientos ya están completos. Además de las webcam, tienen otra sección a modo de "estación meteorológica" que sigue, también en tiempo real, la temperatura en la zona o la probabilidad de precipitación.
En su particular portal meteorológico también reflejan la velocidad a la que corre el viento e incluso el punto de rocío, que este miércoles por la mañana era, sin ir más lejos, de -10,5 grados. Permite saber los máximos y mínimos de lluvias que puede llegar a haber, e incluso ampliar en cada categoría para obtener más detalle.
Se trata de una información especialmente útil en los días de más frío, cuando el invierno golpea con fuerza y son numerosos los madrileños y turistas que echan un vistazo a la página para ver si la nieve les dejará subir hasta lo alto de Cotos. "Somos influencers", broma Héctor Sánchez, el dueño de la Venta, quien señala cómo en días de nevada pueden llegar a tener "hasta 15.000 visitas", según les indican las estadísticas de Google Analytics
En sus planes próximos está modernizar la web y hacer una reforma estructural. Desde el establecimiento reconocen que tienen amigos que visitan frecuentemente la montaña y se dedican "más en serio" a la meteorología, como cuenta el propio Sánchez en una llamada telefónica con El Confidencial. Por el momento no saben cuándo, pero sí confirman que está en marcha una mejora de la webcam y del seguimiento de las tempestades.
Casa centenaria
Pero, dejando a un lado las cámaras y el tráfico web, en el lugar están de celebración. La Venta Marcelino cumplirá un siglo de historia y sus dueños planean celebrarlo por todo lo alto. "Va a ser un espectáculo", imagina Sánchez, el heredero del mismísimo Marcelino, que abrió sus puertas en 1924. Cien años de historias sobre cómo los madrileños –que entre su clientela son mayoría, un 80% respecto a los foráneos– se resguardan del frío y ven caer la nieve antes o después de esquiar.
Pero el negocio ha cambiado mucho y sus visitantes, también. "Hace años, me contaba Marcelino, los que llegaban eran siempre personas que hacían uso de las pistas de esquí que hay al lado. Era gente que, por lo general, tenía un alto poder adquisitivo", relata Sánchez, que solo tiene recuerdos siendo un niño. Ahora todo ha cambiado. Llegan viajeros de todas las clases, más ricos o más pobres, que se quedan a comer o solo pasan a echar un vistazo.
"Esa es la gracia de la Venta Marcelino, creo yo", valora su actual dueño: "Que recibimos con la misma alegría al que pide un chuletón que al que solo viene a por una ensalada de tofu". Otro punto de inflexión fueron las conexiones. Con los avances tecnológicos y la mejora de las infraestructuras, la capital madrileña y el resto de municipios pasaron a estar mejor conectados. Ahora, planean escribir un libro con las investigaciones sobre el inicio de la posta y las historias de quienes les visitan. No hay fecha, pero esperan que sea pronto.
Eso permitió acceder a la montaña a gente de todos los perfiles, que podían llegar a través del transporte público y las líneas de autobuses. En temporada alta, la cosa cambia. Tanto los fines de semana como los días festivos, la entrada está limitada y el número de plazas se reduce. Al contrario de lo que por lógica podría pensarse –que en las jornadas de más afluencia se abriera el paso a cuanta más clientela, mejor– funciona aquí de una manera radicalmente opuesta. Hay una razón. "Es increíble la cantidad de gente que ha llegado a venir esos días. Todo se colapsa", explica Héctor.
Este puente no es lo que era
Aunque la cosa ya no es lo que era. Toca un nuevo puente y los días festivos se suceden. La hostelería madrileña planea facturar unos 70 millones de euros en lo que queda de semana. Pero las noticias no son tan buenas por Valdesquí. "La previsión meteorológica es muy mala", comienza el dueño de la Venta. Las nevadas habituales van a sustituirse por lluvias y algún que otro temporal fuerte, por lo que no dará juego a esquiadores ni senderistas.
Les cuesta cuantificar cuánto ganaron en época de vacas gordas. Como la rotación de mesas es bastante común, ya que apenas tienen una treintena de mesas dentro de un espacio muy reducido, consideran que las nevadas y la afluencia en toda la sierra no siempre influye en su caja. "A veces solo llegan senderistas que vienen a resguardarse del frío y no siempre piden algo, a lo mejor un café. Pero es eso lo que somos, al fin y al cabo, un espacio de tránsito", reflexiona Héctor, que ha salido un momento del jaleo de la cocina para poder hablar más claro al otro lado del teléfono.
Cuando echa la vista atrás, piensa en todo lo que ha cambiado. Abrieron en los años 20 siendo un negocio "muy precario". El turista de montaña no llegaría hasta unos 30 o 40 años más tarde, con el boom del senderismo y el esquí. Es aquí cuando se produce ese cambio en el perfil de la clientela habitual, que pasa a abrirse a todo tipo de gente. El suyo era y es un negocio familiar, con unos nueve empleados que viven, en su mayoría, en Cercedilla. Si miran al futuro, esperan seguir mucho más tiempo siendo un rincón donde protegerse del frío. "Es para lo que nacimos y por lo que seguimos aquí", zanja el dueño del lugar.
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